Calicanto

Publicado el Hernando Llano Ángel

Petro: ¿Con el pueblo, en las urnas, al poder?

Petro: ¿Con el pueblo, en las urnas, al poder?

Hernando Llano Ángel

Sin duda,  Petro con 11.291.986 votos ganó la Presidencia de la República, pero está muy distante de haber llegado al poder. No solo porque el poder político no se agota en la Presidencia, sino porque la rama ejecutiva carece de ese superpoder decisorio que se le atribuye, no obstante la hipertrofia constitucional de sus funciones. En la realidad, el Ejecutivo no puede alcanzar sus objetivos estratégicos sin contar con el apoyo mayoritario del Congreso, la rama legislativa. Pero esa metáfora arbórea no deja de ser ilusoria y engañosa, pues por fuera de ella están los poderes fácticos que en la realidad sacuden el frágil árbol del Estado y condicionan la mayoría de las veces el movimiento de las ramas del poder público y hasta sus frutos decisorios. Incluso, desde la plantación del árbol estatal el poder de facto del narcoterrorismo de los extraditables fue decisorio. No hay que olvidar que la Asamblea Nacional Constituyente aprobó el artículo 35 que prohibió la extradición de colombianos por nacimiento, para que Pablo Escobar y los extraditables cesarán sus atentados terroristas y la ola de secuestros de miembros de la elite política y social. Luego, el expresidente Álvaro Uribe, para cambiar un articulito de la Carta y lograr su reelección, promovió la llamada Yidispolítica, que culminó con la condena de dos de sus ministros: Sabas Pretelt y Diego Palacio. Y ni hablar de la forma como la parapolítica convirtió al Congreso en la antesala de la cárcel la Picota, donde terminaron más de 60 congresistas condenados por concierto para delinquir agravado debido a sus asociaciones con los paramilitares. En últimas, las ramas ejecutiva y legislativa, cuando los poderes de facto y las circunstancias lo exigen, son bastante flexibles y actúan coordinadamente, incluso ilegalmente. Son más ramas de un Estado cacocrático que de un Estado de derecho. Y esa realidad no se cambia de la noche a la mañana. De manera, pues, que no hay porque escandalizarse que Petro haya preferido a Roy Barreras como presidente del Senado en lugar de a Gustavo Bolívar. Como su apellido lo indica, Roy no tiene barreras para promover acuerdos políticos, pues es un avezado animal político en transacciones y negociaciones. Por eso respaldó a Uribe durante el proceso de desmovilización de los paramilitares y a Santos en el de las Farc-Ep, jugando en este último proceso un importante papel. Para obtener Petro las mayorías en el Congreso, que ya las alcanzó, era imprescindible esa abismal competencia de componedor que despliega Roy, más propia de un alumno aventajado en el póker del poder, cercano a Santos, que las de un ingenioso fabulador de la vida narco y sus muñecas, como Gustavo Bolívar, que ya debería saber que en política no hay paraíso sin transacciones y claudicaciones, como en su afamada serie de “Sin tetas no hay paraíso”. ¡Qué ironía, sin las tetas del fisco y la burocracia, el Pacto Histórico no puede promover el paraíso de reformas prometidas a la inmensa mayoría de sus electores! Y Petro sabe muy bien que Roy conoce mucho mejor ese sórdido mundo del paraíso de mermelada y negociados en que viven la mayoría de congresistas, que el ingenioso e imaginativo Gustavo Bolívar.

Petro, un funámbulo del poder.

Así las cosas, Petro, como todos sus antecesores en la Casa de Nariño, no es el hombre más poderoso de Colombia, sino el funámbulo más audaz y de mayor responsabilidad que transita por la cuerda tensa del poder, pues tiene en sus manos el balancín de la gobernabilidad presidencial. Un balancín que ya mueve a la derecha, contando incluso con el apoyo del partido conservador o hacia el centro y la izquierda con miembros del partido liberal y la invaluable destreza de Roy, que salta con éxito todas las barreras de orden ideológico o partidista. Un balancín que debe garantizar la vida, la seguridad y la libertad de todos los colombianos, pero especialmente la equidad y la prosperidad a las mayorías del País Nacional, a los nadies y las nadies de Colombia que lo llevaron a la Casa de Nariño, sin claudicar ante el País Político. Un balancín que Duque fue incapaz de tener bajo control, pues termina su mandato, en nombre del “Centro Democrático”, dejando a Colombia en el segundo lugar de criminalidad organizada en el mundo, según el Índice Global de Crimen Organizado del 2021. Por eso tenemos las cifras más sangrientas de líderes sociales, masacres y reincorporados de las Farc-Ep asesinados. Según  informe de Indepaz, hasta el pasado 9 de junio habían sido asesinados 900 líderes sociales. El número de masacres a septiembre de 2021 era de 71 con más de 250 víctimas, según informe de Plataformas de Derechos Humanos. Hasta el 4 de julio el número de reincorporados de la Farc asesinados era de 333 y continúa creciendo cada semana. Y una cifra superior a 72.000 personas desplazadas forzosamente por actores armados ilegales, según informe de Naciones Unidas. Sin duda, Duque fue un presidente sonámbulo en el campo de la seguridad ciudadana y en el cumplimiento del Acuerdo de Paz, sin ver siquiera el desfalco y el robo al que presuntamente fue sometido. Tan sonámbulo que no despertó de su sueño narcisista de supuesto líder democrático con los gritos airados de algunos miembros del Pacto Histórico, durante la instalación del Congreso, incapaces de soportar su mentirosa y cínica retórica de defensor y promotor del Acuerdo de Paz.

El balancín presidencial de Petro

Por todo lo anterior, Petro asume un desafío histórico que ya empezó a sortear con los nombramientos de sus ministros. Para llevar con pulso firme y prudente el balancín de la economía, nombró a José Antonio Ocampo, pues va a necesitar de su conocimiento y experiencia para sortear la pandemia de la recesión económica mundial, mucho más difícil de superar que la del Covid. En el campo internacional, el nombramiento del curtido Álvaro Leiva, acompañado de la lideresa Arhuaca, Leonor Zalabata Torres, embajadora ante la ONU, augura nuevos aires a favor del Acuerdo de Paz, los derechos y la dignidad de los pueblos indígenas, además de un enfoque crítico y constructivo contra el prohibicionismo, favorable a la regulación y la prevención del consumo de sustancias estupefacientes. Pero el nombramiento más importante y significativo ha sido el del ministro de defensa, Iván Velásquez, prenda de garantía para enfrentar la criminalidad organizada y depurar a la Fuerza Pública de sus mandos y vasos comunicantes con organizaciones ilegales, además de sus extravíos ideológicos en la represión de las protestas sociales y la vulneración de los derechos humanos. Los anteriores nombramientos ayudarán a Petro a llevar y equilibrar su balancín presidencial para cruzar la cuerda tensa de la ingobernabilidad, la inequidad y violenta inseguridad que le ha legado el sonámbulo de Duque y aproximarse así a sus objetivos programáticos: paz política, justicia social y justicia ambiental. Para ello debe contar con la bitácora orientadora del Informe Final de la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición. Sin duda, cada día tendremos más claridad sobre este régimen político electofáctico para encontrar las múltiples verdades que nos permitan convivir sin repetir sempiternamente la espiral de víctimas, victimarios y vengadores. Si Petro lo logra, habrá atravesado la cuerda más tensa y difícil de cruzar: la de la ingobernabilidad producto de la incompetencia y la corrupción estatal. Sin superar esa ingobernabilidad no podrá sortear los desafíos de la inequidad, la exclusión social y la mortífera violencia de la ilegalidad. Si lo logra, pasará a la historia como un funámbulo lúcido e indemne, que entregará al final de su mandato un balancín presidencial propio de un Estado democrático y social de derecho, totalmente diferente del que recibe actualmente de Duque y su círculo de aduladores incompetentes y corruptos.  Podrá, entonces, Petro arrojar al vacío ese balancín de imposturas y trucos que recibe de Duque, funcional a este Estado cacocrático del “Centro Democrático”. Un balancín presidencial incapaz de garantizar la vida y muchas veces cómplice de la criminalidad ensañada contra líderes sociales; un balancín al servicio de la incompetencia de elites privilegiadas, favorecidas por la corrupción gubernamental, generadoras de desigualdad, impunidad y de miles de víctimas irredentas y de victimarios soberbios. Elites que se consideran por encima de la ley, moralmente superiores a los nadies y las nadies que desprecian y oprimen señorialmente en sus haciendas ubérrimas y empresas oligopólicas, desconociendo sus derechos fundamentales y la igualdad de oportunidades para todos los colombianos en tanto ciudadanos. De lo que se trata ahora es que la dignidad de todos se vuelva costumbre, respetando en libertad nuestras múltiples identidades y cosmovisiones, para por fin hacer realidad social nuestra Constitución Política nominal y su horizonte de valores siempre aplazados, expresados en el Preámbulo: “la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”. Es un desafío histórico que nos convoca a todos y jamás podrá realizar un solo gobernante y mucho menos una coalición  partidista, bajo el lema de «Pacto Histórico», pues es una epopeya del «País Nacional» e intergeneracional que precisa de la pasión juvenil y de la sapiencia de los mayores y las mayoras. Pero sobre todo requiere contar con la riqueza interétnica, social y cultural que somos para convivir en forma plural y participativa, sin caer en hegemonismos políticos de clase o en ideologías salvíficas autoritarias que convierten las utopías en terribles pesadillas totalitarias. Bien lo dice la Vicepresidenta, Francia Márquez: “soy porque somos”. Y todos somos y hacemos parte de Colombia.

 

 

 

Comentarios