El Partido Liberal había sido destrozado por un elefante.
Precisamente entonces pegó un salto mortal desde su pueblo hasta la Plaza de Bolívar.
Habilidoso en manipular datos cuya fuente nunca cita, bien podría demostrarse cuánto se parece a Trump de quien, se dice, miente 18 veces diarias.
Encantador de serpientes, se viste de poncho y sombrero para atraer con artilugios que combinan la venta de vermífugos, antivirus, antitusivos, antisueros y antitóxicos, siendo, él mismo, la víscera, el virus, la tos, la culebra o el veneno.
Ha sido experto en redefinir el adjetivo “frentero” (Frentero. m. Almohadilla propia para preservar la frente de los niños).
Primero, porque su truco consiste en que sea el niño el que ponga la frente (sus ministros son los que ponen la cara).
Segundo, porque afirma gritando: “¡Soy un frenteroo!” (mientras voltea la espalda produciendo miedo en la plaza).
Tercero, porque grita sospechoso de haber instigado actividades ilegales militares (chuzadas, falsos positivos) y paramilitares (autodefensas). Y
Cuarto, porque, también sospechosamente, ninguno de sus acólitos ha tenido hasta ahora el coraje de denunciar sus andanzas ¡Ni siquiera desde la cárcel!
El frentero dice defenderse atacando.
Primero, porque no se le conoce que haya respondido en público alguna acusación pública (ni alguna privada, como no sea con el famoso “te rompo la cara marica”).
Segundo, porque tampoco responde pregunta alguna (Se le pregunta sobre minería y contesta sobre caballos).
Tercero, porque tiene una sospechosa cantidad de datos de sus contradictores (de cada uno conoce al dedillo sus antecedentes, acusaciones, juicios, delitos). (Para algo habrían de servir las “chuzadas” y los “perfilamientos”…).
Cuarto, porque distrae las moscas hacia improbados delitos del contradictor, evitando deshacer alguna de las acusaciones que recibe.
Quinto, porque acusado hoy de una dádiva, trapisonda o artimaña, enreda a su acusador con presuntos delitos o errores de hace 10 o 20 años. Él sale “limpio” y su acusador sale “tramposo”.
Sexto, porque entre sus mandamientos, como buen rezandero se autodefine “el bueno”; mientras todos los demás somos “los malos” (¡inclusive los que le votan!).
Séptimo, porque repite y repite que “la culebra está viva” ocultando que él es la culebra.
Octavo, porque, narciso dueño de la verdad, dice que “no comete delitos sino errores” mientras sus contradictores son, todos, delincuentes. Y
Noveno, porque como culebrero mayor…domo sabe cuándo sacar sus perros a ladrar (pitbull o pincher graduados de abogangster expertos, como él, en tirar la caneca de basura por las ventanas y, cuando se necesita, en comprar testigos que convierten en falsas todas sus acusaciones).
(*) “El culebrero. Levanta tribuna en los mercados de los pueblos… y se echa unos discursos estereotipados, semejantes al siguiente: Señores, señoras, señoritas, jovencitos…. Acérquense, acérquense pa que vean lo nunca visto, lo sensacional ¡Acérquense y váyanse acercando! (Con mañita mijo: no estruje!) ¡Acérquense pa que me vean trabajar con la culebra devoradora de exploradores! ¡El terror de las selvas! …. Aquí le traigo también el consuelo para el que sufre, … porque mi estimado caballero no hay en la vida nada más grande que ayudar a la gente, que curar a los que tienen algún achaque, algún mal, alguna enfermedad! ¿Siente usté que se levanta por la mañana y se le nublan las vistas y oye entre la oreja como si se le hubiera metido una cucaracha? …” (Jaramillo, Agustín (1961). El testamento del paisa. Medellín: Bedout. P. 226).
El autor es Co Director del Grupo SERVIPÚBLICOS (Minciencias B), Profesor universitario e Investigador Junior (Minciencias), miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y escribe el blog argentino: www.federalismoylibertad.org/agenda/artículos