Minutos atrás no se movía la hoja de algún árbol.
Ahora los que dormíamos estamos despiertos.
Son las tres de la madrugada.
Ventiscas de violencia inusitada
nos hacen sentir que nuestras casas,
construidas a la orilla del río,
son barquillas que se desplazan
inermes acompañando su cauce.
No cae una sola gota de agua.
sólo soplan vientos
removiendo las copas de los árboles
cual mareas invadiendo las playas.
La madrugada brilla bajo
el resplandor de rayos atronadores
que estallan a kilómetros de distancia.
De un momento a otro,
por el ruido atronador de la ventisca
uno creería que del cielo
están cayendo granos de arroz o de sorgo
como desprendidos de sus tallos.
Todo el Valle sufre
esta madrugada
una tormenta para el insomnio.
¡Luego vino la lluvia!
Nos cayó como despachada a baldados.
Las tejas, las hojas,
las ramas, las flores,
los troncos,
los nidos
y las casas
de ventanas al bamboleo,
quedamos bañados
por este río grande
que se nos derramó lloviendo.
Esta fuerza superlativa,
ventosa y húmeda,
no alcanza a ser oída
por quienes gobiernan
allá escondidos entre las montañas.
¡¿Cómo pueden gobernar a Colombia
quienes ignoran
las fuerzas del Magdalena?!
Aquí en el valle del Tolima Grande,
millares de pobladores
resultamos estremecidos por una
caravana de luces húmedas
que anuncia un trepidante amanecer.
Esta marejada de río
no admite indiferencias,
exacerba el miedo de los perros
y nos reduce a los humanos
a hormigas de dos patas
recogidos, inermes,
en madrigueras de cemento.
El río trema.
Trema el valle.
Trema Colombia.
Bernardo Congote
Bernardo Congote estudia política y economía. Es miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina) (www.federalismoylibertad.org), Investigador Junior (Minciencias), Subdirector del Grupo Servipúblicos (Colciencias B), Profesor universitario y autor del libro La Iglesia agazapada en la violencia política (www.amazon.com).