¿Por qué un Presidente mediocre, de un día para otro adquiere el poder de encerrar a todo un país en sus casas? ¿¡Y nadie le protesta!?
¿Por qué un Presidente cuya imagen era insoportable, de un día para otro ocupa la televisión y los periódicos diariamente sin que nadie proteste por ello?
¿Y por qué ese mismo Presidente, después de encerrar a todo el mundo adquiere una sorprendente popularidad? ¿¡Y nadie lo duda!?
¿Por qué todos esos Bolsonaros, Cristinas, Duques y Trumps se han vuelto populares de un día para otro recibiendo la pleitesía tontarrona de las mayorías?
¿Por qué masas de ciudadanos normalmente violatorias de todas las normas, de un día para otro resultaron obedientes ovejas escondidas en sus casas?
¿Por qué empresarios expertos en eludir o evadir impuestos fijados por los gobiernos, de un día para otro terminaron arrodillados ante las órdenes de quienes siempre se han burlado?
¿Por qué profesionales de alcurnia (excepto los médicos y sus pares) han cerrado sus oficinas de un día para otro para confinarse a “teletrabajar” en sus casas sin protestar?
¿Por qué las masas se mueven entre los aplausos y el odio criminal hacia los médicos y sus pares, cuando han sido los únicos profesionales que han seguido cumpliendo sus deberes?
¿Por qué se está propulsando el terror colectivo a un micro virus idéntico a todos los que por miles de años hemos portado habiendo matado a mil veces más personas que el Covid 19?
¿Por qué empresarios de fuste, exportadores aventureros, creativos indetenibles, artistas rebeldes y escritores contestatarios, de un día para otro aceptaron encerrarse en sus casas y mandar a las suyas a todos sus trabajadores, sin emitir protesta alguna? ¿Y además ¡pagándoles el salario¡?
¿Por qué de un día para otro, un funcionario público se arroga el poder de determinar a qué horas deben abrir y cerrar los centros comerciales, los talleres, las empresas y los consultorios profesionales? ¿¡Y nadie protesta!?
¿Por qué ha quedado tan difícil aceptar razones, cifras o argumentos?
¿Por qué si en Colombia contabilizamos este año más de 1.600 muertos en accidentes de tránsito, no hay un solo político ni ciudadano pidiendo que se prohíba totalmente la circulación de automóviles?
¿Y por qué aceptamos detener todas las actividades del país porque -insisten- el Coronavirus ha producido, hasta ayer, ¡750 muertos! (o sea la mitad de los muertos por accidentes de tránsito)? ¿¡Y nadie protesta!?
¿Tienen “magia” los mediocres que, sin argumento sólido alguno, nos mandan a guardar o es que el miedo lo llevamos adentro?
¿Tienen “magia” los políticos que desconocen arbitrariamente el derecho al trabajo, el derecho a la movilidad, el derecho a la educación, el derecho al respeto por los ancianos y, al tiempo, logran que todos paguemos cumplidamente los impuestos, los servicios públicos, las multas, los parafiscales de salud y pensionales?
¿Por qué las llamadas “altas Cortes” no han sido capaces de probar la inconstitucionalidad de las decenas de disposiciones que están desconociendo, diariamente, casi todos los derechos fundamentales de los ciudadanos?
¿De un momento a otro los presidentes, los alcaldes o los sabios de la OMS resultaron tener dos ombligos o cuatro cabezas?
¿No es sospechoso que, de un día para, otro millones de personas hayamos aceptado postrarnos ante decisiones arbitrarias e irracionales como las que todos estos días son vomitadas por los burócratas pisoteando nuestros derechos?
¿Cómo es posible que un virus microscópico nos tenga confinados esperando a ver cuándo – se dice – nos da permiso para volver a trabajar, a estudiar, a producir, a cultivar, a SER PERSONAS?¿¡Y nadie proteste!?
¿No será entonces que la humanidad viene siendo víctima de un virus peor que el Covid 19?
¿Víctima de un virus que nadie se atreve a llamar por su nombre porque tiene qué ver con el temor divino del infierno y las religiones que nos han prohibido desde niños hacerles preguntas?
¿No le parece sospechoso que por estos días, los sacerdotes, los predicadores, los chamanes, los papas y todos los vendedores del TEMOR DE DIOS (que es, en verdad, temor a ellos), estén callados?
¿Acaso no se están frotando las manos de satisfacción porque muy pronto, cuando el virus “nos dé permiso” -dicen – sus templos se llenarán de sicóticos vaciando sus bolsillos en las bolsas eclesiásticas con limosnas que comprarán el PERDÓN DE DIOS?
¿No es perfecto entonces el negocio de las iglesias?
¿No es sospechoso que al final resulten las iglesias el mejor de los negocios que haya destapado la pandemia?
¿Acaso la empresa DIOS S.A. resultará la más fortalecida luego de este insano y desquiciado confinamiento al que hemos aceptado someternos?
¿El temor a Dios se ha impuesto sobre nuestra capacidad de pensar en la Estadística, la Física, el Derecho, a la Filosofía e, inclusive, a la propia Medicina?
¿El temor de Dios ha permitido que Bolsonaro, Cristina, Duque o Trump resulten de un día para otro más trascendentales que Aristóteles, Galileo, Einstein, Foucault, Nietzsche o Sagan?
Congótica 1. A otro perro con este hueso.
Congótica 2. ¿Cuál es el verdadero virus que le conviene derrotar a la humanidad?
Congótica 3. A propósito de los aprendizajes de la pandemia ¿Qué estamos aprendiendo?
El autor es Co Director del Grupo SERVIPÚBLICOS (Minciencias B), Profesor universitario e Investigador Junior (Minciencias), miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y escribe el blog argentino: www.federalismoylibertad.org/agenda/artículos