Ganan unos pocos y perdemos los demás. Cada año durante una semana de abril, mientras las cajas fuertes de las iglesias terminan llenas, los bolsillos de casi todos terminan vacíos.

No se conoce que exista una <<remuneración por vacaciones de semana santa>> por lo que, muy probablemente, esta semana pobre el asalariado se gasta un dinero que no tiene.

Pero la pobreza de esta semana no es sólo del bolsillo. También lo es mental. Durante los días que, no se sabe por qué, algunos llaman <<santos>>, se beben todo tipo de licores y se derraman todo tipo de discursos donde se ensalza la pobreza y se sanciona a los prósperos (¡nunca a las prósperas iglesias que viven de los que prosperan!)

Pasada la semana pobre, las pobrezas económica y mental, salen fortalecidas. Ensalzando la pobreza y, al tiempo, sacándoles del bolsillo de los pobres las limosnas, las iglesias garantizan que, semana tras semana pobre sus bolsas sigan creciendo a manos de ingenuos miserables que buscan, víctimas del ilusionismo de los templos, ¡resolver su pobreza!

¡Quiénes sino pobres son los que se asfixian en los templos por estos días? Los prósperos, no. Éstos llenan los hoteles, copan las playas y agotan las sillas aéreas, mientras los pobres llenan las iglesias.

Pero, desde los hoteles, playas y aviones se alcanzan a escuchar lastimeros cantos alabando la pobreza. Esta semana se agudiza la depresión colectiva y se rebajan las probabilidades de que más gente pobre vea que el trabajo es su verdadero redentor.

Por ello también los prósperos que salen de turismo esta semana, terminan empobrecidos. Se necesita de una mentalidad ganadora, persistente y de progreso para que prosperen los pobres y también para que prosperen los ricos. Las empresas se construyen con mentalidades ganadoras, persistentes y progresistas. Virtudes todas que salen apaleadas por los predicadores por doquier en esta semana pobre.

El problema es uno de mercadeo espiritual. En la medida en que haya más pobres, las iglesias seguirán llenándose de miserables pidiendo salvaciones y milagrosas prosperidades venidas del más allá. Si las iglesias alabaran la prosperidad, muy pronto quedarían vacías perdiendo clientela y viendo disminuir las limosnas (como ya se vive en Europa).

Las empresas del país suelen trabajar todo el año por debajo de su capacidad instalada (porque no hay suficientes compradores para sus productos). Y en esta semana pobre aumenta el desuso de esa capacidad instalada.

Esta semana las empresas se empobrecen porque no operan; no consumen materias primas; no generan producto; y no elevan su capacidad de ventas pero sí pagan los salarios de los obreros en vacación.

Ahora. ¿Se enriquecen de verdad los hoteles o empresas aéreas en la semana pobre? Tampoco. Durante el año apenas ve ocupada una fracción de sus habitaciones y asientos de avión. De modo que, durante la semana pobre, estos tampoco progresan dado que, si mucho, logran compensar los bajos ingresos del resto de año.

¿Y el Estado? ¿Pagan más impuestos las empresas turísticas y aéreas que se llenan de bote en bote esta semana? ¿O los pagan las empresas que paran o disminuyen esta semana su producción? ¿O los trabajadores empobrecidos? Nada de eso.

Sumando la mayoría de las semanas <<frías>> con la minoría de las <<calientes>>, las primeras apenas cuadran caja. Y las segundas, disminuyen sus perspectivas de producción y ventas. Y los terceros pagan las mismas retenciones en la fuente. Por lo tanto, la capacidad tributante general tiende a bajar y no a subir después de la semana pobre.

Ahora. ¿Un país necesita que cada vez empresas y trabajadores prósperos paguen más impuestos? Sí. Pero de esta semana pobre, también el Estado sale más pobre. Y para peor, porque los únicos que elevan sus ingresos, los predicadores de las iglesias, no le pagan un solo peso de impuestos por las jugosas limosnas que reciben.

¿Por qué razón los predicadores no deberían pagarle al Estado una renta presuntiva? Ejemplo: si  cada uno de 5 millones de católicos en Colombia pagara esta semana, digamos $4.000 pesos de limosna, entrarían a las iglesias aproximadamente $20.000 millones. Una renta presuntiva del 5%, le dejaría al Estado la nada despreciable suma de $ 1.000 millones en impuestos.

Los predicadores se quejan de que no hay escuelas, ni hospitales ni comida para los pobres. ¿Cuántas escuelas, hospitales y comida para los pobres, podrían crearse con la renta presuntiva que pagaran esos mismos predicadores por las limosnas recibidas durante esta semana pobre?

Preguntas finales:

¿Conviene que todo un país se detenga durante una semana pobre, año tras año, cuando necesitamos ser más prósperos individual y colectivamente?

  • ¿Por qué el Estado patrocinaría la existencia de una semana pobre cada año, si ninguno de los ciudadanos recibe algún tipo de beneficio, excepto los predicadores eclesiásticos que no le pagan impuestos?
  • ¿Contribuye esta semana pobre a disminuir la brecha entre ricos y pobres? No. La semana pobre nos empobrece a todos en orden inverso: más a los pobres que a los prósperos. Sólo ganan las iglesias. [i]
  • Versión adaptada de su original (Abril 2019)

[i] Agradecimiento a mis estudiantes de Comercio Internacional 1, UAN-Sede Sur – Bogotá, por contribuir a la discusión previa de estas ideas.

 

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