Bernardo Congote

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Inundación cocalera (de mentiras)

Un kilogramo de cocaína se vende en Europa en $214 millones de pesos. Y un kilogramo de yuca se vende en Colombia en $3.000 pesos. Más o menos, a un precio 71.000 veces menor[1]. Y ambos, la coca y la yuca se producen en el mismo medio físico: el minifundio campesino. En medio de este perverso escenario, políticos de todos los pelambres pretenden distraernos con sus “políticas de sustitución de cultivos”. Que si por aspersión, que si con la mano, que si con drones, que si… que si… Todas ellas patrocinadas, claro está, por uno de los grandes países consumidores: Estados Unidos.

Esos políticos suponen que los campesinos (y casi todos nosotros) somos tan tontos como ellos. Y que para mantener quieto al monstruo gringo o satisfecha nuestra proclividad a vivir arrodillados, los miles de productores de hoja de coca van a dejar de cultivarla para dedicarse a producir yuca. Lo que equivaldría, en plata blanca, a que algún parlamentario renunciara al sueldo de 25 millones que hoy devenga, para ganarse un salario mínimo haciendo lo mismo. Es más. Sería más racional que el parlamentario aceptara hacer lo mismo, o sea nada, por un salario mínimo. Pero no que un campesino que jornalea de sol a sol hiciera lo mismo para producir yuca que para producir coca recibiendo 71.000 veces menos plata.

Esta una de las grandes mentiras, si no la más grande. Pero en la olla hay más. Por ejemplo, que en Estados Unidos y puede ser que también en Europa las mafias y los grandes bancos se quedan con aproximadamente el 90% de los ingresos brutos de la narco economía, mientras que en Colombia nos quedamos con el 10%[2]. O sea, recibimos diez veces menos plata. Lo que explicaría por qué, esos consumidores viven diseñando como “estrategias antidrogas” todas las formas para cargar el bulto en las espaldas de los serviles criollos. Ninguno de esos estrategas, por ejemplo, habría puesto una sola muerte familiar en la guerra cocalera que fue arrinconada por la seguridad democrática hacia las fronteras no colonizadas. Mientras casi toda la plata se queda allá, aquí derramamos la sangre. Algo que, por supuesto, les cae como anillo al dedo a los devotos del sangrante corazón de jesús.

Y si lo anterior no bastara, otra de las grandes mentiras resultó avalada en el pacto de La Habana entre Gobierno y FARC. El acuerdo número 1 fortaleció la vieja como inútil estrategia agraria orientada a que la producción agrícola andina se mantenga reducida a explotaciones minifundistas. Cuando el minifundio fue, es y seguirá siendo, sólo un gran productor de miseria. De desempleo, bajos ingresos, pobre educación, mala salud, altos costos, improductividad y más desempleo. O, en el menos peor de los casos, impulsor de emigrantes miserables hacia ciudades donde cambian la miseria del minifundio por la miseria del tugurio suburbano. Es el minifundio, por supuesto el mejor cómplice de los narcocultivos. El minifundio de la yuca, de la papa y de la arracacha. ¡Les pagan 71.000 veces más! Pero es el mismo modo de producción que transformadores como el adolescente Duque o soñadores como los exguerrilleros haciendo política en la FARC, quieren sostener para sembrar hambre y miseria.

Esta suma de grandes mentiras verdaderas no es una inundación. Es un tsunami. Con el agravante de que, enfrentados a sus grandes olas, las clases dirigentes y los ciudadanos colombianos nos comportamos frente a ellas como si estuviéramos en un teatro viendo una película. Como si la cocaína que es decomisada diariamente, los trucos para contaminar exportaciones, los miles de policías y militares corrompidos por la droga, los cientos de jueces implicados, en fin, el país entero, fuéramos actores de un seriado televisivo. Y peor, como si la presión de los Estados Unidos fuera una política salvadora emitida por el “mejor socio de Colombia” cuando, en verdad, es una estrategia perversa para engañar bobos y bobas de izquierda y derecha.

Nietzscheana. El flamante próximo presidente Duque podría liderar una campaña para que si los cocaleros aceptan producir yuca, los burócratas del Estado, él de primero, acepten devengar un salario mínimo.

Nietzscheana 2. ¡Es la economía, estúpidos!

Platónica. Los consumidores gringos y europeos de coca son las víctimas de una guerra cocalera patrocinada por los campesinos colombianos.

 

Bernardo Congote es Profesor universitario colombiano y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina).

 

 

[1] Diario El Tiempo, junio 8 página 18. Cálculos del autor.

[2] Especulaciones del autor con base en diversas fuentes, algunas de ellas, los sesudos estudios del economista colombiano Francisco Thoumi.

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