Bernardo Congote

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Pero ¿¡Qué hacía un Ladrón en esa Escuela?!

Era una escuela con más edificaciones que personas. Y cualquier mañana de un día que no fue cualquiera, nuestro hombre recibió una llamada telefónica. Lo llamaron para despedirlo. Como si hubiera sido un ladrón. Sólo que no les faltaban razones.

El tipo había dedicado sus horas a robarle la Ignorancia a las personas. Llenas de creencias, leyendas y fantasías, él buscaba robárselas para que la Sabiduría comenzara a ocupar el lugar que las personas se merecían.

También aprendió a robar Soberbia. Elevadas las almas sobre pedestales de oro, incienso y mirra, sobre cielos invisibles, tenían problemas para mirar el piso sobre el que caminaban. Parecían flotar, pero no llegaban a lugar alguno. Afirmaban estar comunicadas con dios, pero se les dificultaba dar pasos sobre la tierra. Convencidas de ser dueñas de la verdad, le temían a la duda. Él las invitó a Dudar.

Se empeñó nuestro ladrón en mostrar que, probablemente, había luz a la salida de la caverna. Sospechaba que la luz era más poderosa que la oscuridad. Él había vivido buena parte de su vida confundiendo lo claro con lo oscuro, lo correcto con lo incorrecto. Trastocando bien por mal. Y decidió investigar si la luz era en verdad la fuente de la vida. Y si la oscuridad era la compañera de la muerte. Y se atrevió a robarles Oscuridad a los suyos.

Tarea difícil. Porque buena parte de quienes decidían subir desde el fondo de la caverna a ver la luz, con el primer resplandor se devolvían a su fosa. Y lo hacían odiando al ladrón. Les ofendía que hubiera intentado robarles su comodidad. Lo consideraban, de verdad, su gran enemigo.

Entre tanto, quienes, hundidos en el fondo cavernario, predicaban sobre las ventajas de la oscuridad, seguían siendo apreciados como verdaderos amigos, como transparentes amantes, como salvadores.

Se dedicó el ladrón a mostrar qué tan Incierto era el mundo. Que la vida no tenía uno sino múltiples sentidos. Que cada persona era capaz de darle un sentido propio a su vida. Lo que hacía imposible que todos caminaran detrás de un mismo propósito. Se propuso robarles a las gentes ese único sentido de la vida. Ese único destino. Esa única verdad. Esto también explica que ese ladrón resultara tan incómodo.

Las gentes habían sido formadas en que había un solo camino. Y un solo destino. Apocalíptico, por demás. Sin razones por las cuales quien se atreviera a poner en duda ese camino de comodidad, era el enemigo. Había que deshacerse de él. Y el ladrón pagó el precio.

Estudiaba cómo la vida era Incierta, Impredecible, Inestable. De qué manera el universo era un amplio museo de diferencias. Que la igualdad era una fantasía. Que ni siquiera una mano se parecía a la otra. O que una hoja del mismo tallo en el mismo árbol se parecía a su vecina. Que hacer el Amor consistía en respetar la Diferencia. ¡Horror!

Empezó a entender que el movimiento era Irreversible. Que no se podía regresar al mismo sitio de origen, inclusive recorriendo el que parecía un mismo camino. Que volver al origen conducía a las personas a un sitio diferente. Que nada era igual a como había comenzado. Que el pasado era pasado. Y que el presente era el verdadero regalo de la vida. Que el Hoy, es un regalo.

Ese ladrón también quiso robarles a las gentes la idea de que mientras siguieran buscando la Estabilidad, aumentarían la depresión y el suicido, sobre todo entre los jóvenes. Y que, si aceptáramos el carácter cambiante de la vida, encontraríamos herramientas para vivirla.

Pero este intento de robo le producía desagrado a la mayoría. Sobre todo, viendo que ese ladrón les robaba su Paz. Todo porque se atrevía a afirmar que <<Sólo los muertos descansaban en paz>>. Pocos le perdonaban al ladrón haberles sus Ilusiones.

Era un tipo incómodo. Se quejaban de sus <<atropellos>>. De sus <<maltratos>>. Desde niños casi todos hemos sido mal tratados por quienes nos ilusionan. Pero ese ladrón que se atrevía a robar ilusiones- Amenazaba la estabilidad de la escuela.

El ladrón era como el vampiro que descubrió el agua. Mientras todos los vampiros habían sido educados para chupar sangre, el vampiro de agua encontraba delicioso el sabor del agua. No podía admitirse entre los vampiros, que un ladrón les intentara robar el placer que sentían bebiendo sangre. Y, en lugar de averiguar qué nuevas cosas podrían aprender bebiéndola, despidieron al vampiro ladrón.

Pero no ha fracasado. En alguna parte de su habitación cuelgan algunos mensajes de agradecimiento. Unos pocos le agradecieron al ladrón por haberles robado mucha de la basura que cargaban en su morral. Por haberles robado la enfermedad que ello les producía. La soledad. La sensación de impotencia.

Él no hizo sino felicitarlos por albergar tan bellas emociones en su corazón. Eso sí, advirtiéndoles de la mano de algún sabio, que <<el amor a las cadenas es el que nos impide ser libres>>.

Este ladrón, señoras y señores, era un profesor.

Congótica. La mayor estafa del cristianismo consiste en vender la idea de que el mejor destino del hombre bueno sea la crucifixión.

Congótica 2. ¿El profesor ladrón estaba en el lugar equivocado?

Congótica 3. Omisión. Gracias al maestro Rubén Rivas, la referencia a los vampiros tiene como fuente un poema de  Benedetti, cantado por Serrat bajo el nombre: «Nadie es perfecto».

El autor es Subdirector del Grupo SERVIPÚBLICOS (Colciencias B),  Investigador Junior (Colciencias), miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y escribe el blog argentino: www.federalismoylibertad.org/agenda/artículos

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