Bernardo Congote

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Colombia: ¿Pisoteada por la Iglesia?*

Hace unos días, nuestra clase negligente se apropió del Puente de Boyacá. Con bombos, platillos y cañonazos, un grupúsculo encabezado por el gobierno guerrerista centro-democrático, se encerró en una carpa para celebrar, muy a su estilo, los 200 años de la Batalla de Boyacá.

 

¿Pero qué estamos celebrando? ¿Acaso hemos podido construir un Estado civilista? ¿Acaso no habríamos formado partidos políticos antes que Estado? Hechos que, sumidos hoy como ayer, en una guerra civil cancerosa, hacen riguroso preguntar: ¿Cuál ha sido la responsabilidad de la Iglesia Católica en nuestra condición cercana a la de un <<Estado fracasado>>?

 

En Colombia la Espada y la Cruz serían símbolos de una época colonial degradante y explotadora. Y también  de una precaria república, víctima por décadas de una guerra civil que sigue manchando de sangre los campos y las ciudades.

 

La Iglesia patrocinó varias guerras civiles durante el siglo XIX. Protagonizó la Guerra de los Mil Días, la más cruenta antes de que La Violencia desde los años 40 del siglo XX marcara nuestro sino trágico. Sus púlpitos, con los monseñores a la cabeza ayer, como también hoy, señalan para otro lado mientras su verbo atiza el asesinato entre colombianos de todos los credos y colores.

 

Las guerrillas bipartidistas fueron la carne de cañón de la guerra civil. Sólo que entrados los años 60 del siglo XX, los campesinos se voltearon contra los gamonales para declararles una guerra insurgente. Detrás de la cual la Iglesia también habría actuado creando y protegiendo al ELN, animando a las FARC e inspirando (y recibiendo beneficios del) sicariato paramilitar.

 

Beneficiaria secular de donaciones de los hacendados coloniales, su patrimonio se catologaría como uno de los más amplios del inventario nacional. Si bien sus datos son desconocidos, en cada barrio y pueblo sobresale la cúpula parroquial como señal dominante territorial. Patrimonio que, audazmente, ha convertido en capital financiero, disfrazando mediante títulos valores y cajas sociales su agazapado papel de rica mendicante.

 

La Iglesia Católica habría sido la actriz más antigua de nuestra precaria vida sociopolítica. La más antigua de las empresas. La más antigua manipuladora de la educación a todo nivel. Más antigua que cualquier partido político. Más antigua que cualquier otro credo religioso. Y, por tanto, la más antigua y a la vez muda protagonista de buena parte de nuestros males.

 

Gracias a su estratégico agazapamiento ha reclamado todo tipo de ingresos (exenciones impositivas, manipulación de  escuelas básicas y superiores, régimen canónico impenetrable por las leyes civiles) sin cargar con algún costo (hace política pero no se somete al escrutinio electoral, recibe ingresos pero no rinde cuentas, daña pero no responde).

 

Durante siglos ha tirado la piedra escondiendo la mano. Siendo victimaria, se disfraza de víctima. Y siendo azuzadora de la guerra, ha sido la primera reclamando reparaciones e indemnizaciones ¡por los daños que ella misma habría producido!

 

No sería gratuito que en medio del frágil <<post conflicto>> de 2017, la Iglesia se haya apoderado la Comisión de la Verdad. El jesuita Francisco de Roux, súbdito de El Vaticano, se ha arrogado la administración de la verdad de la guerra. Y hasta ahora ha logrado que impere el silencio absoluto de la Iglesia en su condición de victimaria. ¡El diablo haciendo hostias!

 

Educadora estratégica de las élites, la Iglesia ha garantizado que sus alumnos una vez ejerciendo el poder, conserven sus privilegios y blinden cualquier posibilidad de que, haciendo política en todos los planos de la vida civil, asuma alguna responsabilidad por sus estropicios.

 

Colombia nunca fue liberada por la Espada y la Cruz. Al contrario, Espada y Cruz han contribuido, por siglos, a pisotear nuestro frágil tejido social.

 

La libertad habría que buscarla, como recomendó Escalona buscando la Custodia de Badillo, <<comenzando del cura pa´bajo a requisá>>.

 

Congótica. Instruido, que no educado, por la Iglesia Católica desde el seno materno y en sus escuelas, me hice su investigador regurgitando estas repugnancias desde mis adentros.

 

Congótica 2. A estas horas de la Colombia pisoteada, cuando la guerra civil vuelve a verse atizada por la insurgencia y la negligencia politiquera centro-democrática, los monseñores vuelven a señalar con el dedo índice hacia todas partes, ignorando voluntariamente que cuando un dedo señala hacia adelante, tres dedos señalan hacia atrás.

 

Congótica 3. Este ha sido el blog que he escrito con mayor dificultad hasta la fecha. Zafarse de las cadenas es una tarea muy difícil sobre todo cuando, éstas eclesiásticas, se han propuesto dejar marcas indelebles en el frágil tejido de nuestra niñez.

 

  • Argumentos tomados del libro: Congote, B. La Iglesia (agazapada) en la violencia política. Charleston (EU). P. 12,13. Disponible en www.amazon.com, 2011. La carátula fue licenciada a nombre del autor del libro por sus propietarios, la Fundación Leon Ferrari, Argentina

 

El autor es profesor universitario colombiano, miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina-www.federalismoylibertad.org. L

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