Bernardo Congote

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Cada argentino vive ausente de la Argentina*

Colombiano amante de la Argentina, suelo mantenerme informado de sus ires y venires. Y dialogando con los jóvenes de la FYL confirmé la percepción de que en el trípode estatal Ejecutivo, Legislativo y Judicial, el ciudadano argentino no está presente. Ausencia riesgosa si se tiene en cuenta que los ciudadanos argentinos son los que eligen al Ejecutivo y al Legislativo los que, a su vez, toman decisiones cruciales sobre el poder Judicial.

La idea democrática de Montesquieu intenta sobrevivir en la Argentina. Pero sin ciudadanía, amenaza hundirse otra vez. Entrenada la masa crítica como protestataria, en esas tierras ¡todo se protesta! Fenómeno ante el cual el extranjero se pregunta: pero ¿qué se hace?

Protestar forma parte del eje deliberativo de toda democracia. Pero la protesta sin compromiso del protestante termina en un abismo. No se apreciaría en la protesta del argentino medio, alguna disposición a poner algo suyo sobre la mesa. Al contrario, el ciudadano argentino habría sido entrenado sólo para esperar de la política. A sabiendas, esos entrenadores, de que una ciudadanía que sólo espera ¡desespera!

¿Por qué el modelo político se habría diseñado así? ¿Quiénes se beneficiarían de una ciudadanía en estado permanente de espera desesperada? ¡Los demagogos! Los que ofrecen soluciones inmediatas, dulces y benéficas para todos. Ocurriendo que sus recurrentes fracasos han hecho que la desesperación lleve a los electores a ¡cambiar a unos demagogos por otros!

El intento de 2015 eligiendo a Cambiemos, habría derrumbado esta hipótesis. Pero dos años y moneda después se estaría fortaleciendo. Elegir a un movimiento renovador no populista, estaría haciendo agua porque la renovación supone un compromiso cerrado entre cada ciudadano y la política. ¡Y esto no estaría en las cuentas del ciudadano argentino!

Probablemente, con CAMBIEMOS el argentino promedio esperaba un populismo remozado. Un populismo gatopardista. Y para peor, Macri y su gradualismo contribuyeron a alimentar esta perversión. Pero ahora que han corrido estos arduos meses, Macri ha tenido que decirles a los argentinos una verdad que no quieren oír: cada argentino tiene que poner su propio pedazo de carne en el asador. ¡Y esto ha sido peor!

Ahora que Macri renueva su promesa de campaña hacia un gobierno reformador no populista, los argentinos se sienten defraudados. Y es lógico. El Macri gradualista les venía cumpliendo su auto profecía de ausencia, espera pasiva, dadivosa y dulce. CAMBIEMOS se equivocó ofreciendo reformas sin dolor; de resultados inmediatos; falsos cambios que, como en el pasado, le significarían al argentino seguir pidiendo sin dar; esperando sin comprometerse; recibiendo sin pagar.

Pero la realidad económica y política se impone sobre la fantasía ausente del argentino. No puede haber nación si cada uno no paga sus impuestos; si no paga sus servicios públicos; si no cuida los bienes públicos; si no vigila la ejecución presupuestal provincial; si no sanciona al legislador deshonesto; si no trae sus ahorros desde el exterior. Y mucho menos si cada argentino ahorra en dólares (presionando constantemente la devaluación del peso). Un país que, como Argentina, no confía en su propia moneda no confía en sí mismo.

De esta forma no podría sobrevivir Argentina. Durante casi un siglo, la demagogia se comió los ahorros del imponente fin del siglo xix. Los autócratas mesiánicos desde Perón hasta Kirchner se vendieron como salvadores, descubriendo cada vez mejor que sólo estarían salvando pequeños intereses personalistas. Los mismos militares habrían golpeado en los setentas en beneficio propio.

Ahora que el barco hace agua sin salvavidas, a cada argentino le convendría sacar una cacerola, no para golpearla ruidosamente en las calles, sino para sacar el agua desde adentro de su propio barco. ¡Yo pongo! Podría ser la consigna.

Maquiavélica. Uribe hace nombrar a Ordóñez en la CIDH como francotirador de la potencial denuncia que elevará ante ese organismo, luego de que esta semana la Corte Suprema de Justicia ratifique su proceso penal el que, por supuesto, confirmará como “persecución política”.

Platónica. Colombia tiene un ministro de Defensa agricultor que reside en Bogotá y defiende las bondades del glifosfato que perjudica a los campesinos.

*Propuesto para publicación en www.federalismoylibertad.org (FYL). Correspondencia a una invitación a dialogar en este mes de agosto en Buenos Aires, Salta y Tucumán.

El autor es profesor universitario colombiano y Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentino).

 

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