Los canes están ocupando algunos espacios humanos. Es más: están sustituyéndolos. Hace poco el tenista australiano Kevin Anderson ganó un torneo en Austria. Feliz, levantó su raqueta ante el público y se dirigió presuroso a besar a una bella dama que fungía como su pareja. Y cuál no sería mi sorpresa al observar que, en los brazos de la dama, aparecía cargado un pequeño can arratonado que recibió un beso del tenista inclusive más cálido que el otorgado a su pareja.
Por esos mismos días me había propuesto con algunos estudiantes reflexionar sobre el presunto amor existente entre perros y amos. La academia es el lugar donde, para bien, podemos y debemos pensarlo todo. Y les invité a evaluar la siguiente hipótesis: ¿Qué conexión existe entre el presunto amor canino y el presunto amor cristiano?
La prueba la comenzamos identificando algunas características del presunto amor canino. El perro es, de toda la fauna conocida, tal vez uno de los animales más indefensos en relación con su incapacidad biogenética para obtener por sí mismo su alimento. Esta incapacidad limita, también, su supervivencia. Razón por la cual la esencia de su afecto hacia el amo sería, en primer lugar, dependiente.
En conexión con lo anterior, el presunto amor canino sería sometido. El perro ni está asociado, ni coparticipa, ni coopera con su amo. Sólo está sometido al amo como el único proveedor que tiene a su mano para sobrevivir. Con el agravante de que su proveedor lo elige para alimentarlo a cambio de lo cual se establece una relación mutua de sometimiento.
Adicionalmente, existe la probabilidad de que el perro que le bate la cola al proveedor en acto de, presunto, amor o alegría, estaría mintiendo sobre ambas emociones. Porque si sus condicionantes vitales son la dependencia y el sometimiento, en absoluto el can batiría la cola por amor o alegría sino como expresión de su impotencia. El can simplemente celebraría la llegada de su proveedor. Ni más, ni menos.
Amén de dependiente, sometido y mentiroso, el presunto amor del perro resultaría tolerante. El can estaría obligado a aceptar doblegadamente las reglas de juego que le impone su amo, pero, a cambio, también obligaría al amo a aceptar sus propias reglas. Por ejemplo, en la casa del can se orina y defeca a las horas en que el can decide. Llueva, truene o relampaguee. Sin razones por las cuales ambos se toleran. Pero, en absoluto, se aman.
Alguna estudiante manifestó su desacuerdo en este punto. Para ella la tolerancia era un valor social de gran calibre, lo que nos llevó a poner las cosas en su sitio porque la tolerancia a la que se confunde con el respeto, en verdad es su opuesto. Esta sociedad del amor entre perros y amos paradójicamente es la misma del amor cristiano. Razón por la cual en absoluto es respetuosa porque el respeto es la expresión humana que permite romper todos los paradigmas canino-cristianos anteriores. La tolerancia no rompe algo. Deja así…
Por consiguiente, la versión del amor que conviene reconstruir para romper las penosas lecciones del llamado amor cristiano, tiene al respeto como regla de oro. Arrancaría del amor por sí mismo como condición del aprecio al otro. Ese amor recuperable como Arte de Amar (a la de Fromm), es producto respeto Da, no espera recibir. Es Independiente, no encadena. Y es Veraz. Florece en la expresión franca de la verdad de cada amante.
Ahora. Si este es el amor que estaríamos construyendo ¿por qué estaríamos invadidos de amores perros? ¿No es contradictorio? Tal vez no. Las crecientes relaciones humano-caninas serían una de las últimas reacciones de quienes, mal educados bajo los paradigmas del amor cristiano, el mismo del amor perro, buscarían mediante ese falso conservar sus valores destructivos.
El presunto amor cristiano ha sido siempre Dependiente, Sometido, Mentiroso y Tolerante. Perezoso, intransigente, dogmático, autoritario. Probablemente los perros serían los agentes de las demostraciones finales del fracaso emocional cristiano. El amor perro podría constituirse en una señal saludable.
Probablemente estamos ad-portas de construir la propuesta de Fromm de que el trabajo, la disciplina y la dedicación en la vida amorosa de pareja, sean las condiciones para ver florecer el Respeto, el Dar, la Independencia y la Veracidad. El Amor.
Volteriana. Si quieres un amo, consíguete un perro.
Nietzscheana. Lo poco que pretendemos amar del otro es, apenas, lo que amamos de nosotros mismos.
Congótica. Canis, perro o perra. Se aplica al hombre desvergonzado, significando bribón, canalla. (Diccionario Latino – Español. (1944). Barcelona: Llauro).
Congótica 2. Les agradezco esta reflexión a mis estudiantes de Comercio Internacional 1 – Sur (UAN).
Bernardo Congote es profesor universitario colombiano y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina). www.federalismoylibertad.org