Bernardo Congote

Publicado el

Alicia en el planeta del Coronavirus

Vine a leer “Alicia” a los 69 años[i]. Un día que no fue cualquiera, mi esposa llegó a casa regalándome el libro que desde hacía varios meses coqueteaba con mi imaginación.

 

Breve, como no me lo esperaba, condensa en cada página una dosis de sabiduría comparable a la de los grandes tratados. No en vano entiendo que ocupa lugar privilegiado entre las lecturas “para todas las edades”.

 

Tanto un niño de verdad como el niño que tenemos cada uno adentro, con Alicia terminamos involucrados en las historias cruzadas de perspicaces búhos, gatos, liebres y cochinitos con personas que viven entre la ingenuidad y la perversidad.

 

Fue apropiado que pasaran 69 años para conocer a Alicia. Después de haber sido deseducado en la idea de que había un solo camino guiado por un solo dios, sólo quien como yo se ha tropezado con una realidad contraria podría quedar “tocado” por esta lectura.

 

Si lo hubiera leído a mis 20, lo habría rechazado por inmoral; a mis 30, ni siquiera lo habría comprado; a mis 40, lo habría leído hasta la página 2; y a mis 50 lo habría leído y lo habría archivado por estúpido (yo, no el libro).

 

Ahora lo he devorado varias veces; lo he abierto unas veces en una página, otras en otra; y, al tiempo que leo con mi nieta a Julio Verne navego en esta fuente de humanismo demasiado humano.

 

¡Alicia me ha abrasado en medio del frío pandémico! Desde el primer día confinado, como Ella me propuse vivir paso a paso. Día a día. Trabajé para olvidarme del mañana. Inclusive de la noche que, tal vez, llegaría o del domicilio aplazado sin fin.

 

Alicia habilidosa entrando y saliendo por entre los recovecos, cavernas y casas sospechosas del bosque ¡nunca piensa en el desenlace de su aventura! Disfruta la aventura. Escucha al búho y a la oruga; alivia el chillido del bebé que viéndolo bien es un cochinito o se asusta con la duquesa degolladora.

 

Y camina cruzándose por aquí y por allá con el gato de Cheshire. El mismo que preguntado por ella: “¿Puede decirme qué dirección debo seguir para salir de este lugar?”, le responde: -“Eso depende del sitio a donde quiera ir”-.

 

Esto es lo que cada quien habría enfrentado a su manera, cada día de confinamiento. Ignorando si hacerse la prueba viral o si pensar en la capacidad hospitalaria o en proteger su empleo o en velar por la educación de sus niños, o amparar su vida de anciano ¡cada uno ha tomado algún camino sin saber a dónde conduce!

 

Confinados en medio de todas las preguntas que salen del bosque de lo cotidiano, cada día nos ha importado menos  el “a dónde llegar” (enfermedad contraída desde nuestro bautismo), y más el “por dónde salir” (pregunta cotidiana).

 

Y como nuestra Alicia le respondió a Cheshire: – “Me da igual. Quiero ir a cualquier lado”-, nuestro gatito interior nos ha dicho, cada día: – “Entonces, no importa qué dirección sigas”-.

 

Congótica 1. El mundo de nuestra niñez, preñado de sospechosas “verdades”, ha sido derrotado por el mundo confinado lleno de incertidumbres.

 

Congótica 2. La incertidumbre nutre; la certeza desespera.

 

Congótica 3. La ausencia de sentido permite dormir cómodamente.

 

Congótica 4. La abundancia de certezas nunca encontradas, conduce al suicidio.

 

Congótica 5. ¡Bienvenida la pandemia! Nos ha mostrado apenas un capítulo del planeta de las maravillas inciertas.

 

El autor es Co Director del Grupo SERVIPÚBLICOS (Minciencias B),  Profesor universitario e Investigador Junior (Minciencias), miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina – www.federalismoylibertad.org) y escribe el blog argentino: www.federalismoylibertad.org/agenda/artículos

[i] Carroll, Lewis. (2011)[1865]. Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Bogotá: Educar. (El autor, matemático, lógico, fotógrafo y escritor británico, se llamó en verdad Charles Lutwidge Dodgson).

Categorias
1 voto2 votos3 votos4 votos5 votos
Loading...

Comentarios