Parsimonia

Publicado el Jarne

15 años de 19 días y 500 noches

Joaquín Sabina dará dentro de un mes un doble concierto en Madrid y Barcelona para celebrar los 15 años de 19 días y 500 noches. Aquel fantástico disco lo catapultó al olimpo de los dioses, enganchó a una nueva generación que desconocía sus virtudes -sus vicios eran públicos y notorios- y marcó el final de su larga juventud que era ya madurez apurada. Sería el último que grabaría antes de que le diera la embolia que lo mandó a hospital y le provocó una grave depresión. Fue el canto de cisne de aquel poeta urbano pendenciero.

Sabina venía de hacer Enemigos Íntimos, que sacó mano a mano junto al argentino Fito Páez. Con Páez no terminó muy bien aunque después se reconciliaron. El redondo pasó sin pena ni gloria. Tampoco ayudó a la promoción el hecho de que cuando iba a comenzar la gira de presentación, se canceló porque discutieron. Pese a todo, tiene algunas joyas como Yo me bajo en Atocha o Si volvieran los dragones que hacen recomendable revisarlo.

Para grabar 19 días y 500 noches, Sabina dejó de lado de sus músicos habituales -Antonio García de Diego y Pancho Varona-. Este trabajo  lo asumió Alejo Stivel, exintegrante del grupo Tequila que dejó los escenarios y se pasó a la producción. Se notó, vaya que si se notó. Mejoró el sonido de Sabina, que desde finales de los 80 había dejado el rock a un lado y se había pasado a un sonido más previsible, melódico y popero.

Todo cambió con este disco. Mejoró mucho de la mano de Stivel. Creó un obra con pasajes muy distintos donde rockea y salsea un poco, mete algo de jazz y del folk que todavía conserva con unas melodías muy bien construidas. La variedad del disco es brutal. Sólo hay que comparar Purísima y oro con Dieguitos y Mafaldas. Le añadieron una voz dura, seca y rasgada, de juerguista irredento que cuenta sus pecados y penas canción por canción sin mucho lamento. Parieron un conjunto armónico.

Súmele algunas de las mejores letras que uno podría aspirar hacer. Daría para varias entradas porque habría que analizar verso a verso cuidadosamente. Los vicios y francachelas en Barbi Superstar, 19 y 500 noches o Una canción para la Magdalena, una de las composiciones más preciosas dedicadas a una prostituta que hizo junto a Pablo Milanés. Stivel contó que un seguidor que se tomó en serio la canción: «Tú invítala a 100 que yo los pago». Y le pasó la factura de un puticlub. Sabina terminó pagando adjuntando una frase de Cohen: «La menor reincidencia rompería el encanto».

Por ese disco desfilan también otras letras más intimas como Donde habita el olvido –que toma el título de un poema de Cernuda- o A mis cuarenta y diez. Tiene divertidas y vividoras Como te digo una co te digo una o o Noches de boda, una ranchera que hizo con Chavela Vargas. La edición argentina del disco, incluía un par de canciones más: Nos sobran los motivos y La Biblia y el calefón. Mi preferida es De purísima y oro, pero queda para otra entrada.

He de contarles que esta crítica no es todo lo ecuánime que debería. Cuando salió el disco, pasaba por una mala racha. Mis padre se divorciaron y cambié de casa, me trasladé de Parla a la villa y corte. Odiaba Madrid porque pensaba que estaba un sitio que no era el mío. Con la ayuda de 19 dias y 500 noches logré superar aquel mal trago. El compacto se ponía en un par de veces cada tarde mientras hacía los deberes. Gracias a Sabina aprendí a amar esta ciudad que se hace odiar muchos días.

Aunque el que escribe tenga especial simpatía por el disco y el cantautor, hay muchas voces más señaladas y autorizadas que dicen lo mismo. Vendió más de 500.00 ejemplares en España y ganó el premio Ondas a mejor artista español de 1999. Diego Manrique, el crítico de El País, dice desde hace tiempo que fue el último disco bueno que sacó. Sabina piensa lo mismo, porque hace poco le preguntaron en una entrevista para cuándo habría otro como 19 días 500 noches. Y él dijo que ojala.

En Twitter: @Jarnavic

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