Con mucho entusiasmo esperé que el reloj marcara las 3 de la tarde aquel 7 de agosto de 2022. Pero no porque tuviera muchas ganas de ver a Gustavo Petro ingresar a la Casa de Nariño, sino porque tenía aún más deseos de ver salir a Iván Duque de ella.

Tantas eran las ganas de que se acabara la pésima gestión de Duque como presidente, que consideré —y lo sigo considerando aún— que cualquiera que llegara sería mucho mejor, por mal gobernante que fuera.

Pensé que, en su papel de expresidente, Duque haría un buen trabajo dedicándose simplemente a ser expresidente. Pero veo que me equivoqué una vez más. No solo por haber gobernado tan mal a Colombia, sino porque ahora se atreve a dar cátedra de buen gobierno, buenas costumbres y ética pública, como si su mandato hubiera sido un ejemplo de moral, transparencia y buena ejecución.

Parece que a Duque se le olvidó que, gracias a su imprudencia —sumada a la de algunos miembros de su partido—, Colombia estuvo a punto de entrar en un conflicto bélico con Venezuela. ¿La razón? Quiso tumbar a Nicolás Maduro organizando un concierto de Paulina Rubio, el Cholo Valderrama y Diego Torres en la frontera, además de enviar mercados y ayudas sin concertarlas previamente ni contar con el aval de un organismo internacional como la Cruz Roja, por ejemplo.

Sus “buenas intenciones” terminaron en un rotundo fracaso. Prueba de ello es que el dictador venezolano sigue en el Palacio de Miraflores, a pesar de que Duque, consultando su bolita de cristal, aseguró que su salida era cuestión de horas. Quizás le habría ido mejor si consulta las caracolas.

Duque también saca pecho por el manejo de la pandemia del COVID-19, pero se le olvida que el inicio de la cuarentena se dio gracias a una iniciativa piloto —durante un fin de semana— ideada por varios mandatarios locales, como la entonces alcaldesa de Bogotá, Claudia López. A esta medida, Duque decidió unirse a última hora, luego de que su recordada ministra del Interior, Alicia Arango, con su particular estilo y lenguaje de “culebrero”, saliera a desautorizar la medida, provocando casi una rebelión de gobernadores y alcaldes de ciudades principales.

Afirma que su gobierno fue un gobierno decente, pero se le olvidan los 70 mil millones de pesos que se extraviaron bajo la mirada de Karen Abudinen, quien, como ministra de las TIC, no se dio cuenta de lo que ocurría con los dineros públicos bajo su responsabilidad. Ni hablar del caso de las “Marionetas” o de los recursos asignados para la paz.

En esa misma “decencia” parece que también olvidó su relación con el Ñeñe Hernández y las razones por las que este personaje fue invitado a su posesión como presidente. Por cierto, ¿qué pasó con Cayita Daza? ¿Por qué no volvimos a saber de ella?

Según Indepaz, durante su gestión (de agosto de 2018 a agosto de 2022), fueron asesinados más de 957 líderes sociales y defensores de derechos humanos, además de 261 firmantes del acuerdo de paz con la desmovilizada guerrilla de las FARC. Cifras que el Centro Democrático —el partido de la “seguridad” y de Duque— prefiere ignorar.

Mostró poco interés en implementar el acuerdo de paz de forma integral, lo que permitió el resurgimiento de la violencia de manera grave, facilitando la recomposición de grupos armados y el renacer del narcotráfico. Hoy esta situación es incontrolable, porque claramente Petro, con su política de “paz total”, dejó crecer el problema en lugar de enfrentarlo con firmeza.

Raras veces se le vio en actos de conmemoración a las víctimas, como las de Bojayá, por ejemplo. En cambio, sí lo vimos disfrazado de policía en momentos de fuerte indignación ciudadana por el abuso de algunos miembros de esa institución. Ni hablar de su idea de sacar a patrullar en Bogotá tanques de guerra del Ejército en una noche de toque de queda.

Nota recomendada: Encare el problema, presidente Duque

Como buen uribista, se dedicó a boicotear las curules para las víctimas y el mismo acuerdo de paz. Y lo habría logrado, de no ser porque el Estado lo impidió.

Pero en fin, no seguiré enumerando sus errores, porque fácilmente saldría un escrito de diez libros con mil páginas cada uno, y puede que hasta más. Solo diré que lo malo de su gobierno es un chiste comparado con el hecho de ir a abrazarse con Benjamín Netanyahu, un personaje que ha ordenado masacres contra niños, niñas, adolescentes, ancianos y millones de personas, y sobre quien pesa una orden de arresto por crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Si se critica a Petro por darle la mano a Nicolás Maduro, entonces evaluemos con el mismo rigor el nivel al que ha llegado Duque.

Por cierto: Los congresistas y militantes del Centro Democrático hablan orgullosamente del expresidente Álvaro Uribe Vélez y hacen todo lo posible por parecerse a el. Qué raro que no suceda lo mismo con Iván Duque, expresidente del Centro Democrático.

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