No resulta nada agradable tener que escribir este artículo con rabia en el corazón por un país que parece ser masoquista, que le gusta sufrir y hacer sufrir a su gente y que pocas ganas ha demostrado de querer parar la matanza de los suyos.
Tuve la esperanza de que esto comenzaría a parar con la firma de una nueva paz, pero esto no sucedió gracias a la insensatez de un grupo político que por seguir las instrucciones y las directrices necias y mezquinas de su jefe se le dijo No a la ilusión de iniciar una etapa de reconciliación y superación de un largo conflicto armado que se llevó por delante la vida de muchos líderes que creyeron en esta posibilidad.
Como muchos creí que la masacre política de los años 80 y parte de los 90 no se volvería a repetir. Craso error porque eso no fue así, de hecho, nunca se detuvo. Puede ser que hace mucho no se asesinaban líderes políticos nacionales, pero si se mataron a los locales a los que muy poca atención se les prestó y es muy posible que se siga atentando contra ellos si no se les da la importancia que estos tienen.
Prueba de lo anterior, es lo sucedido con el candidato a la Gobernación de Vichada, Juan Carlos Cordero, quien fue blanco de disparos en su carro mientras adelantaba su agenda de campaña.
¿Qué se hizo desde Bogotá? ¿fue motivo de preocupación nacional? La respuesta ya se la pueden imaginar.
En días pasados los bogotanos fuimos testigos del atentado contra la vida de Miguel Uribe Turbay, hecho lamentable y repudiable que demuestra una vez más que Colombia no ha dejado de asesinar a sus líderes, y lo seguirá haciendo si no se detiene de una buena vez el concurso nacional del insulto y agravio político a través del cual se incendian los ánimos para manipular al ciudadano del común y de esta manera lograr un favorecimiento.
El intento de asesinato al congresista del Centro Democrático hizo que muchos políticos pidan al otro que abandone sus odios, pero sin que ellos abandonen los propios, porque aun así continúan insultando, agraviando y para colmo buscando al culpable en su rival político, haciendo las veces de fiscal y hasta de juez, cuando la única verdad es que el culpable no aparecerá pronto, al menos no como quisiéramos.
Es por esto, que puedo vaticinar que por mucho tiempo se escucharán voces diciendo que fueron las disidencias, otras dirán que fue el Clan del Golfo, también se mirará hacia el ELN y por supuesto no faltará el que mencione la teoría del enemigo interno, y para esto recordará que el asesinato de Galán vino de la cabeza de un senador del Partido Liberal; que la muerte de Jaime Garzón fue pensada por un subdirector del DAS y que los crímenes de Bernardo Jaramillo Ossa, Jaime Pardo Leal, Manuel Cepeda y Carlos Pizarro las planearon los paramilitares con agentes del Estado.
Así, mientras uno se echan la culpa con el otro, el verdadero asesino intelectual de los intentos de asesinato de Cordero y de Uribe Turbay seguirá pasando de agache, así como lo hicieron las Farc con el crimen de Álvaro Gómez.
Nada justifica estos hechos y nada justifica que desde la política nacional se incendien los ánimos del ciudadano del común, sin siquiera imaginar en las consecuencias.
Posdata: Pido a Dios y a la Virgen María por la vida de Miguel Uribe Turbay, un amigo con el que dialogué, debatí, acompañé en algunas de sus luchas y por el que siento un gran aprecio y cariño.