Una profunda tristeza me invadió mientras realizaba mi labor periodística cubriendo las honras fúnebres del senador Miguel Uribe Turbay. No solo porque se trataba de un amigo a quien le tuve mucho aprecio, sino también porque me quedó claro, una vez más, que quienes manejan los destinos del país tienen muy pocas ganas de hacer las paces y llegar a un entendimiento con quienes piensan distinto.

En diferentes ocasiones pregunté a varios de mis colegas su opinión sobre la ausencia del presidente Gustavo Petro durante los actos funerarios, porque, al menos para mí, no es normal que en un evento donde participan diferentes personalidades del Estado, de las Fuerzas Militares y de la Policía, no esté presente quien lo representa.

Algunos consideran que el mismo presidente ha provocado que familias pertenecientes a la élite política del país —como es el caso de los Turbay— pierdan el respeto por la majestad que representa el cargo de primer mandatario. Esto, debido a la costumbre de Gustavo Petro de armar camorra e insultar a todo aquel que se le oponga.

No niego que tienen razón. Pero, más allá de eso, estoy convencido de que muchos de los que se encontraban a puerta cerrada en la Catedral Primada de Bogotá, junto a los altos representantes de los poderes Legislativo y Judicial, en realidad estaban enviando un mensaje muy claro al presidente Petro: “Usted será presidente de la República, pero no es de nuestra clase social y, por tanto, no tiene nada que hacer aquí.”

No en vano, al interior de la Catedral se encontraban las familias Santos, Samper, Gómez, Turbay, Gaviria. Mientras tanto, afuera, en la Plaza de Bolívar, estaban cientos de ciudadanos de estratos 1, 2 y 3, instigados por quienes desde arriba enarbolan los ánimos para utilizarlos como herramienta política, buscando mantenerse en el poder.

Esta escena se parece, en algo, a lo ocurrido el 20 de julio de 1810, cuando los hijos de una élite criolla instigaron a las masas a gritar desde la Plaza de Bolívar para expulsar al gobierno de turno —la Corona Española— no para que la Nueva Granada se declarara verdaderamente independiente, sino para convertirse ellos mismos en los nuevos dueños y señores del poder.

Con lo ocurrido durante las honras fúnebres del senador Miguel Uribe Turbay, confirmé una vez más que en Colombia es más fácil firmar la paz con un grupo armado ilegal que lograr un verdadero entendimiento entre los sectores políticos. Especialmente entre aquellos que representa Gustavo Petro —un sector de radicalismo extremo que se niega a ceder un milímetro— y los grupos tradicionales que han gobernado durante décadas, y que acostumbran a mirar por encima del hombro a todo aquel que no pertenezca a sus clubes sociales.

Ese tal “acuerdo nacional” al que invita el presidente de la República, y que desde su lugar de prisión desprecia un expresidente, nunca llegará. No solo porque ninguna de las partes tiene disposición, sino porque saben bien que la cordialidad no da votos. Que si no se insultan y no se maltratan mutuamente, no logran likes en redes sociales, ni se convierten en titulares de prensa.

Poco o nada les importa si la violencia verbal y el veneno que destilan termina por aumentar el número de asesinatos en Colombia, incluso si uno de esos crímenes afecta a una figura nacional como el senador Miguel Uribe Turbay.

Lamentablemente, un acto que debió servir para unir esfuerzos en favor de la vida, terminó siendo una tarima para profundizar divisiones y demostrar que no existe ninguna disposición para el entendimiento.

Avatar de Sevillano

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.