El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, con su idea de borrar el mural que tenía el mensaje “Las cuchas tienen razón”, pintado por artistas urbanos en cercanías a la Terminal de Norte de la capital de Antioquia, borró también de un solo plumazo todo el trabajo que su administración viene ejecutando en favor de las víctimas del conflicto armado.
Por más que el alcalde busque justificar su actuar asegurando que su administración trabaja para tener una Medellín limpia, argumento bastante pobre para una acción ruin que atenta contra el dolor de cientos de madres víctimas del conflicto armado que buscan una respuesta del Estado por la desaparición de sus hijos, en una ciudad que ha vivido todas las formas de violencia que se han desatado en la guerra interna que vive Colombia, no habrá nada que tape el mensaje enviado por su Administración de desprecio por el sentimiento de estas personas.
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No sé si trabajar para que una ciudad luzca de manera impecable sirva como argumento para desconocer que hay un amplio sector en la ciudad de Medellín, que tiene reclamos justos a una verdad que ha querido ser tapada a como dé lugar, y que pena, pero el querer una capital de Antioquia impecable no significa que se deba esconder la mugre debajo de la alfombra.
Miles de familias en Medellín han padecido la violencia del narcotráfico, de las Farc, del ELN, de los paramilitares, de la Oficina de Envigado, de agentes del Estado y actualmente del Clan del Golfo, esta es una verdad que nadie puede ocultar por más que incomode. En medio de esta ola de sangre hay cientos de desaparecidos, y no se puede ni se debe utilizar la fuerza y el poder de la institución para callar las expresiones de quienes hoy piden respuestas.
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Este actuar corresponde a la de un dictador y lo que es peor, a la de todo un inquisidor.
Para mí es claro que un sector de la sociedad, en este caso, de Medellín se muestra incómodo, cuando otro, que le es contrario, al menos social y económicamente, manifiesta su sentir, y este problema empeora cuando la persona que lidera las políticas públicas de una ciudad como la capital de Antioquia, toma partido, no a favor del más necesitado sino del poderoso que quiere negar unos hechos que enlutaron familias enteras de barrios y territorios de una metrópoli que fue secuestrada por diferentes actores violentos.
Para colmo, hemos visto a un Federico Gutiérrez que, en lugar de reconocer su error, se dedica a tratar de endilgar la culpa al presidente Gustavo Petro, cosa ridícula por demás porque no es el primer mandatario quien le pide a las madres de los jóvenes desaparecidos que manifiesten su dolor, esa es una expresión espontánea de ellas mismas.
Tampoco es exigiendo al sector político del que Federico es contrario, parar sus odios, mientras el (Federico) le da rienda suelta a los suyos.
Federico debe tener claro que es el alcalde de toda una ciudad, no de una parte de la ciudad, que piensa o le parece que las formas como se manifiesta un sector de la población vulnerable ensucia la capital de Antioquia.
El haber dado la orden de borrar el mensaje “Las cuchas tienen razón”, puso a Federico Gutiérrez en el mismo nivel de un inquisidor, pero con la inteligencia de Miguel Polo Polo. Nada que hacer.