Toda persona entiende que las instituciones públicas deben hacer lo que esté en sus manos para garantizar la seguridad al interior de sus instalaciones, y para esto es normal que se contrate a un personal de vigilancia que deben cumplir con la tarea de mantener los ojos abiertos ante cualquier riesgo que atente contra la vida y la integridad de los funcionarios y ciudadanos del común allí presentes.

El problema es cuando estos vigilantes se exceden en sus funciones y caen en el hostigamiento, y esta actuación entra a convertirse en una especie de persecución.

El pasado 29 de noviembre acudí a las instalaciones del Concejo de Bogotá, cumpliendo con mi tarea como periodista. Ese día tenía cita con los concejales Daniel Briceño y Juan Daniel Oviedo a quienes debía entrevistar.

Al ingresar al recinto esperé a que el concejal Oviedo me atendiera para luego buscar a su colega Daniel Briceño.

Cuando terminé la entrevista con el cabildante de oposición fui a buscar a su colega, y vi que se había retirado del recinto, de inmediato me detuve junto al ascensor del primer piso y le escribí a la asesora de comunicaciones del también concejal Juan David Quintero, quien bajó y me atendió durante un buen espacio de tiempo.

Acto seguido, pregunté cuál era el número de la oficina del concejal Briceño y me dijeron que era en el cuarto piso, razón por la que ingresé al ascensor junto a la asesora de comunicaciones del concejal Quintero, quien se dirigía a su oficina ubicada en el segundo piso. Al llegar a su destino nos despedimos y continué en el desplazamiento, con la novedad de que junto a mi estaba una integrante del personal de vigilancia quien escuchó hacia donde me dirigía.

Al llegar al cuarto piso la vigilante salió del ascensor detrás de mí y me preguntó hacia donde iba, le respondí que buscaba la oficina de Daniel Briceño y le expliqué que soy periodista, hecho que se podía constatar en el sticker que entregan en la recepción del Concejo de Bogotá cuando todo visitante se registra para ingresar y que yo llevaba pegado en el buzo que tenía que tenía puesto ese día.

Pronto pude darme cuenta que la oficina del concejal Briceño no es en el cuarto piso como me habían dicho sino en el segundo, de modo que regresé de nuevo al ascensor y detrás de mí ingresó también la vigilante.

Al llegar al piso 2 busqué la oficina y hablé con una de sus asesoras, quien muy amablemente me atendió por espacio de 10 minutos, explicándome que el cabildante tuvo que salir de urgencia. Mientras hablaba con ella mire a la puerta y veo a la vigilante observando lo que yo hacía, que no era sino hablar con el equipo del político bogotano.

Al salir de la oficina de Daniel Briceño me dirijo al ascensor y de nuevo la vigilante me sigue. En ese momento entro en furia y le pido que deje de escoltarme, que soy periodista y que estoy en cumplimiento de mi labor. Ella me responde que solo cumple con su trabajo, que no me enoje.

Al llegar al primer piso, me doy cuenta que la vigilante baja por las escaleras y continúa siguiéndome. Ingreso al salón del lobby y me detengo a hablar con la concejal Ana Teresa Bernal, y a lo lejos veo de nuevo a la celadora, hablando con una de sus compañeras. Cuando termino mi diálogo con la cabildante ingreso al baño y mientras estoy haciendo mis necesidades físicas ingresa una vigilante, quien al darse cuenta de que estaba orinando de inmediato se retira.

Al salir del baño me dirijo a la plazoleta y me detengo a hablar con la concejal Quena Ribadeneira, quien me invitó a un acto que harían en Bogotá al día siguiente en homenaje al Carnaval de Blancos y Negros. Cuando terminó de dialogar con la cabildante del Polo Democrático veo de nuevo que a lo lejos la vigilante junto a otra compañera me observaban. Mi molestia fue tal, que decidí retirarme de las instalaciones del Concejo de Bogotá y calmarme y así de paso evitar situaciones incómodas.

No así, no voy a dejar de preguntar al presidente del Concejo de Bogotá, Juan Javier Baena, sí este el trato que se le da por parte del personal de vigilancia a quienes acudimos al cabildo distrital para cumplir con nuestra misión de informar a la ciudadanía lo que ocurre en las plenarias y comisiones de la Corporación.

¿Corresponde este actuar a una orden expresa de la Presidencia del Concejo?; ¿es una determinación de la dirección administrativa del Concejo de Bogotá de enviar al personal de vigilancia a perseguir a los periodistas que acudimos a las instalaciones a cumplir con nuestra labor?;¿es este el trato que le otorga el Concejo de Bogotá a la prensa?;¿es la primera vez que ocurre? ¿también lo hacen con los ciudadanos del común?

Antes de que se les ocurra decir que es mentira, invito al presidente del Concejo de Bogotá y a la directora administrativa a revisar las cámaras de seguridad. Les aseguro que en las imágenes me van a encontrar lo mismo que a la vigilante siguiéndome.

Espero que no vayan a decir que justo ese día las cámaras no estaban en funcionamiento.

Oscar Sevillano

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