“Una conversión del 51 % de El Cerrado es una mala señal, una advertencia peligrosa” | ENTREVISTA
En El Cerrado brasileño, un bioma de amplia biodiversidad y ecosistemas únicos, caracterizado por sus árboles bajos y tortuosos, con ramas entrelazadas en un paisaje de belleza austera, el 2023 se reveló como un periodo sombrío. Según un informe de MapBiomas, una iniciativa que une universidades, ONG y empresas tecnológicas para mapear anualmente la cobertura y el uso…
El Cerrado alcanzó las 1.11 millones de hectáreas deforestadas durante el 2023, según los datos de Mapbiomas. La cifra superó por primera vez la de la Amazonía y puso al bioma en un punto crítico.
El profesor Manuel Eduardo Ferreira, quien ha trabajado en El Cerrado, ve con preocupación la situación actual y cree que muchos tienen intereses en este bioma sólo desde una mirada económica y de desarrollo, sin pensar en la sostenibilidad.
En El Cerrado brasileño, un bioma de amplia biodiversidad y ecosistemas únicos, caracterizado por sus árboles bajos y tortuosos, con ramas entrelazadas en un paisaje de belleza austera, el 2023 se reveló como un periodo sombrío. Según un informe de MapBiomas, una iniciativa que une universidades, ONG y empresas tecnológicas para mapear anualmente la cobertura y el uso del suelo, la devastación de El Cerrado creció alarmantemente un 67,7 %, con la región de Matopiba jugando un papel crucial en la crisis. Por primera vez El Cerrado superó a la Amazonía en área deforestada, alcanzando la cifra de 1.11 millones de hectáreas de vegetación natural perdidas. En contraste, la Amazonía experimentó una disminución del 62,2 %, con 454 000 hectáreas deforestadas el año pasado.
El profesor Manuel Eduardo Ferreira, colaborador de MapBiomas y coordinador adjunto del Laboratorio de Procesamiento y Geoprocesamiento de Imágenes (LAPIG) en la Universidad Federal de Goiás, observa con creciente preocupación la situación actual de El Cerrado y reclama un mayor trabajo de monitoreo, al tiempo que exige una acción conjunta de todos lo estamentos del Gobierno relacionados con el medio ambiente y de la empresa privada para comenzar una causa común que busque la salvación de este bioma.
Para Ferreira, geógrafo, magíster en Informática y Análisis Ambiental y doctor en Ciencias Ambientales, este ecosistema se ha convertido en un claro ejemplo de cómo los intereses económicos eclipsan la sostenibilidad.
Aunque no se opone a la producción agrícola por sí misma, Ferreira aboga por un desarrollo equilibrado que permita una coexistencia armoniosa entre la agroindustria y la conservación. En su visión, El Cerrado no es meramente un mosaico de flora y fauna, sino un complejo sistema ecológico donde es crucial preservar no sólo la vegetación y los animales, sino también la biodiversidad en su totalidad. La microfauna del suelo, que juega un papel esencial en la descomposición de la materia orgánica y la disponibilidad de nutrientes para las plantas, está siendo gravemente afectada por la deforestación.
Ferreira coincide con otros expertos al advertir que, si el ritmo actual de conversión del bioma continúa, para el año 2050 la fauna de El Cerrado podría ser irreconocible. En una conversación con Mongabay Latam, el profesor expresa su preocupación de que estemos acercándonos a un punto de no retorno, enfatizando que economía y conservación deben avanzar juntas para evitar una catástrofe ambiental que también impactará gravemente en la sociedad.
—¿Cómo describiría la situación actual de la deforestación en El Cerrado?
—Mi percepción es de gran preocupación porque estamos transformando este bioma en un paisaje agrícola. Si sobrevuelas cualquier estado brasileño relacionado con El Cerrado actual, verás un paisaje predominantemente agrícola, intercalado con fragmentos de vegetación. Nos hemos acostumbrado a ver los fragmentos y aceptarlos.
Me parece que el proceso de deforestación no se detiene y el volumen parece crecer año tras año. Los últimos informes son alarmantes y señalan un escenario peor. La transformación traerá consecuencias en varios sectores, especialmente en los que más necesitan de este entorno equilibrado, que son los sectores agrícola y ganadero.
—¿Cuáles son los factores que contribuyeron a ese alarmante crecimiento en la deforestación?
—La deforestación en El Cerrado estuvo en niveles muy altos en 2020 y 2021, por lo que el aumento era, en cierto modo, esperado. Por muchas razones, el bioma sigue siendo la principal zona de producción agrícola del país. Año tras año, la producción en esta región es más importante. En El Cerrado tienes que el 20 % del área debe mantenerse intacta y el 80 %, en teoría, está liberado. La zona quedó liberada para la ocupación.
Hay una gran diferencia entre la Ley para la Amazonía y la Ley para El Cerrado, dadas las políticas públicas dirigidas a la ocupación de esta última región que están claramente centradas en el desarrollo económico. No hay ninguna razón para que creamos que esta deforestación se reducirá. El país tiene una postura muy agresiva en la producción de alimentos, se ha convertido en un gran exportador, especialmente hacia China, y esta demanda no disminuye, sólo aumenta.
—Según MapBiomas, el sector agroindustrial ha deforestado 17 millones de hectáreas de El Cerrado en los últimos 38 años y 1,7 millones de ellas sólo en la última década. Si este ritmo continúa, los expertos predicen que la región podría perder hasta el 34 % de la vegetación restante para el 2050. ¿Cuáles son los efectos ambientales que se darán si se cumple ese escenario?
—No creo que vayamos a perder el bioma para el año 2050, creo que todavía hay espacio para trabajar y contener este avance, por ejemplo, recuperar áreas degradadas y convertidas, y mantener áreas originales durante este periodo. Sin embargo, hay un cierto límite donde el bioma no puede recuperarse, un escenario donde el bioma está tan fragmentado y las áreas tan consolidadas por la agricultura y la ganadería, que hablamos de un punto de no retorno.
Si a eso se suman otros cambios en el clima, el bioma empieza a decaer cada año, los incendios son más recurrentes, y se empieza a causar una pérdida del bioma sin necesidad de deforestarlo. Las condiciones para mantenerlo se vuelven difíciles. Hay un punto de no retorno, y espero que no hayamos llegado, pero una conversión del 50 % es una mala señal, una advertencia peligrosa.
—¿Cuáles son los efectos de esa conversión tan grande?
—La referencia a El Cerrado como la sabana más rica del mundo en biodiversidad surgió alrededor de la década de 2000. (…) Según los números de MapBiomas, el bioma hoy presenta un área convertida del 51 %, lo que significa que, literalmente, transformamos 1 millón de kilómetros cuadrados de El Cerrado en actividades principalmente agrícolas. Podemos decir que quizás el 70 % de esta área está destinada a pastos y el 30 % a agricultura, esto varía según el estado brasileño que se mire.
Tenemos una pérdida de biodiversidad que incluye la que está en el suelo porque esto provocaría potencialmente la pérdida de agua. Allí tienes los manantiales de las principales cuencas del país, por lo que a la larga se compromete el abastecimiento público.
—Según una investigación de la organización Earthsight, fábricas de ropa están comprando algodón relacionado con la destrucción ambiental y el acaparamiento de tierras en El Cerrado brasileño. ¿Son ellos los únicos responsables de la grave situación ambiental que se vive allí?
—Tenemos que evaluar algunos elementos. No es sólo el sector textil el que se beneficia de esta producción en áreas que fueron apropiadas ilegalmente,que fueron transformadas y convertidas sin licencia ambiental. El sector alimenticio también se beneficia enormemente de esta producción que no incurre en costos ambientales y sociales en el producto que exporta. Entonces ¿quiénes tienen la culpa? No puedo determinar a un único culpable, creo que hay una falta de control interno que proviene de nuestras instituciones, las cuales deberían, en primera instancia, contener esta ocupación de zonas irregulares.
Creo que es necesario que haya una moratoria, una restricción para exportaciones de carne o granos que vienen de áreas que ya están señaladas como áreas ilegales. Lo mismo debería pasar con la producción textil con algodón de la región de El Cerrado.
—¿Qué acciones tomar para evitar que este ecosistema desaparezca?
—Tenemos una manera de contener esta deforestación: hay mucha tecnología involucrada, mucha investigación para brindar a los organismos de control la información necesaria para que puedan frenar o castigar a los deforestadores. Creo que, solo por mencionar el Estado de Goiás, este está absorbiendo la información producida por los sistemas de monitoreo y poniendo en práctica acciones de inspección, medidas de control y sanción, y terminan utilizando estos datos para frenar esos movimientos de deforestación, así como para monitorear las áreas donde tienen determinados proyectos de recuperación ambiental.
Tenemos que avanzar en el proceso de seguimiento y uso de estos datos con los órganos competentes. Y, en paralelo a este movimiento, trabajar mucho con la educación ambiental. En las mismas universidades donde formamos profesionales, gran parte de los que trabajan en la agroindustria necesitan recibir instrucciones de cómo actuar en esta nueva etapa ambiental del país.
El otro pilar es el económico. Los financiadores de la producción agrícola necesitan recibir información ambiental de estos controles a gran escala para tomar decisiones sobre la concesión de préstamos.
—¿Cómo afecta la deforestación en El Cerrado a comunidades locales como Chapada dos Veadeiros?
—Chapada dos Veadeiros es una región en el Estado de Goiás que es muy rica en biodiversidad y es quizás el remanente de El Cerrado en el nordeste de Goiás, incluido el Parque Nacional Chapada dos Veadeiros, un área con aproximadamente 60 000 hectáreas. Allí las comunidades se ven afectadas por la presión de los grandes productores de monocultivos de cereales. Hay un éxodo de productores familiares que terminan abandonando sus negocios porque el crédito rural está muy enfocado a los grandes productores.
—¿Hay algún proyecto específico en el que esté trabajando y que esté relacionado con El Cerrado?
—Coordiné un proyecto que aún está en fase de seguimiento y que está relacionado con la implementación de agroforestería en el norte de Goiás. Es una región que durante muchos años se transformó con un proyecto minero, pero ahora el agronegocio también está llegando con mucha fuerza porque la minería ha decaído. La agricultura ha tomado grandes proporciones, mientras que las zonas de asentamiento rural están restringidas a tierras pobres para siembra y con poca asistencia rural, por lo que decidimos implementar allí el proyecto agroforestal en pequeñas propiedades familiares.
Proyectos que tienen poco o ningún uso de pesticidas favorecen la polinización, también la infiltración de agua al suelo y traen mejores condiciones de ingresos a las familias de estas zonas, por lo que este proyecto cuenta con el apoyo de un programa de investigación llamado Cerrado Rural Sostenible.
También hay proyectos que están vinculados con la plataforma de restauración Araticum, que elabora mapas para orientar las zonas aptas para la restauración, algunos de los cuales están vinculados al impacto del pasto en Áreas de Preservación Permanente (APP) y también con el impacto sobre los recursos hídricos en la región de Araguaia, en la base del río Araguaia. Adicionalmente hay un proyecto en el ámbito del Programa Prioritario de Bioeconomía (PPBio), junto con el Ministerio del Medio Ambiente, que está evaluando el impacto de los incendios en la microfauna de El Cerrado, es decir, en los microorganismos, incluidos también los hongos.
—¿Cuáles son los principales desafíos al intentar mitigar la deforestación y promover prácticas sostenibles en El Cerrado?
—Creo que los principales desafíos son dos. Uno es la gobernanza ambiental, esto implica monitoreo, inspección remota en campo, acciones contra delitos ambientales y el seguimiento de estos procesos. Muchas veces se identifica deforestación ilegal, se aplica una multa y esa multa muchas veces se cuestiona en los tribunales. Ese trámite puede durar mucho tiempo y, entre tanto, el medio ambiente no se puede recuperar. Se debe tener un seguimiento de las áreas que fueron multadas y que necesitan ser restauradas, pero nos falta recurso humano para hacer este trabajo.
Otro desafío es que la cultura de deforestación debe llegar realmente a cero, la ilegalidad debe dejar de existir.
—¿Existen medidas concretas que considere imprescindibles y urgentes para asegurar la sostenibilidad de El Cerrado en el corto, mediano y largo plazo?
—Debería haber un mayor compromiso con la creación de unidades de conservación. Las unidades de conservación de protección total, o incluso de uso sustentable, no representan ni el 10 % del bioma, incluso si se suman todas las estatales y federales.
Dentro de la ley también es necesario estimular la compensación a los propietarios y luego a la Reserva Privada del Patrimonio Natural. Este estímulo puede venir a través de una compensación económica. Deben existir instrumentos económicos destinados a la preservación, fomentando de alguna manera la protección de El Cerrado. Si no es un área sustentable totalmente protegida, debería ser una reserva privada que pueda ser operada y explorada de manera sustentable, por ejemplo, a través del ecoturismo o de la recolección de frutos que aporten algún beneficio económico a esa propiedad.
Veo la lucha contra la deforestación como una prioridad y para ello es necesario adoptar medidas en torno a la gobernanza ambiental con los organismos estatales, municipales y del gobierno federal para acabar con la deforestación ilegal. Esta deforestación ilegal necesita ser combatida continuamente, es una tarea urgente para nosotros detener este daño al medio ambiente.
En el mediano plazo veo políticas públicas encaminadas a la creación de un Instituto Nacional de El Cerrado, un reconocimiento de este bioma en el escenario nacional. Eso generaría apoyo a la investigación por parte de universidades e institutos de investigación.
En el largo plazo incluiría también la adopción de prácticas de gestión sostenible. Hoy se habla mucho de agricultura regenerativa. Se pueden mejorar o traer más eficiencia a las áreas de plantación, más eficiencia a los pastos y, trabajar en la restauración. No se trata sólo de plantar árboles, se trata de restaurar el bioma en sus aspectos originales para que también se restauren las condiciones de los hábitats que fueron degradados.
—¿Qué mensaje le gustaría dejar sobre la conservación ambiental de El Cerrado?
—Mi percepción es que el problema de la deforestación en el Cerrado, así como en la Amazonía, es muy complejo. Parece simple, pero no lo es porque involucra cuestiones políticas profundamente arraigadas en la región, aspectos culturales, económicos y ambientales. También involucra al sector público, al sector privado, a la academia, universidades, institutos de investigación, e involucra al propio sector agropecuario, que es un sector grande.
Es importante recordar siempre que el bioma de El Cerrado es muy extenso, tiene una variación latitudinal y longitudinal muy significativa en el país y el hecho de estar en una posición central hace que allí los cambios interfieran en la dinámica ambiental de todo Brasil y sus demás biomas, excepto La Pampa. El recurso más expuesto es el hídrico; esto es muy importante y es un punto extra para que El Cerrado reciba más atención.
Hablo como padre de dos niños de 6 y 11 años, porque según los escenarios presentados, estos son niños que cuando lleguen a la edad adulta probablemente ya no tendrán un bioma que pueda llamarse El Cerrado, será un ecosistema antrópico, con restos de lo que alguna vez fue la vegetación de ese lugar.
Imagen principal: El paisaje de más de la mitad del territorio del bioma de El Cerrado se ve lleno de plantaciones. Foto: Cortesía Lapig
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