- Con la nueva ACR en Amazonas, Perú, se podrá asegurar la conservación de una muestra representativa de este ecosistema, que alberga 143 especies de plantas, 22 de aves y 14 de reptiles que solo se pueden encontrar en este espacio natural.
(Mongabay Latam / Vanessa Romo)
Perú es uno de los países que más bosque seco ha perdido en los últimos años, hasta el punto que algunos estudios señalan que solo queda alrededor del 5 % de lo que antes existió. Por eso los pobladores que creen en la necesidad de proteger una porción de los bosques secos del Marañón, que permanece intacta al norte de Perú, celebran la creación de este ecosistema tan especial.
Leoncio Vásquez, un comunero de 51 años, vive dentro de los linderos de la nueva Área de Conservación Regional Bosques Tropicales Estacionalmente Secos del Marañón impulsada por el Gobierno Regional de Amazonas y declarada el fin de semana mediante un decreto supremo firmado por el Presidente de la República y la Ministra del Ambiente. Este comunero recordó en una entrevista con Mongabay Latam que fue hace seis años que empezaron a organizarse para conseguir que esta área protegida sea declarada. Entonces, corría el año 2012, y los pobladores de las provincias de Luya y Chachapoyas intentaban, paralelamente, frenar la construcción de dos proyectos hidroeléctricos sobre el Marañón.

Los habitantes de 44 anexos distritales, quienes en un inicio vieron estas obras con el entusiasmo que suele traer la posible generación de nuevos puestos de trabajo, no tardaron en comprender la radical transformación que tendrían los proyectos en sus vidas. La mayor de las amenazas era la inundación de sus tierras y consecuencias como la deforestación hasta la alteración del ecosistema que los rodea. En este contexto de desconfianza y amenaza se gestó la propuesta para crear un área protegida.
Pero para asegurarse de que la propuesta caminaba, cuenta Leoncio que tuvieron que viajar hasta Chachapoyas para corroborar el avance del proceso en las oficinas del gobierno regional. Llegar a la capital de Amazonas, donde están las oficinas de sus principales autoridades, tampoco es fácil. Leoncio vive en Hondul, caserío del distrito de Providencia, y desde allí hay que andar cuatro horas en caballo para llegar al punto de la carretera que conduce a Chachapoyas, y luego estar preparado para otras seis horas de viaje en carro. Esta distancia hizo que, por muchos años, sintieran que no eran importantes para el Estado. Sin embargo, confiesa que la propuesta del Área de Conservación Regional Bosques Tropicales Estacionalmente Secos del Marañón los ha ayudado a conectarse con la región y con el Perú.

Aunque Leoncio Vásquez y sus compañeros rescatan una ventaja del vivir apartados: que una porción de los bosques secos se haya mantenido intacta. “Cuando llegamos con mi familia desde Jaén, en Cajamarca, había más animalitos incluso”, cuenta el agricultor. Leoncio tenía siete años cuando tuvo que cruzar el río Marañón con tablas de madera atadas y remos. Pasaron de cultivar maíz a tener una gran variedad de productos, entre ellos el café, cultivo que es la base hoy de la economía de Leoncio y su familia
“Cuando éramos pequeños por aquí cerca paseaba el oso andino, el venado colorado. Había unos loritos a los que les decíamos ‘chichirichis’ (conocido por los ornitólogos como periquito de cara amarilla) y siempre los seguíamos”. Leoncio hace una pausa. “No sabíamos que estábamos haciendo algo malo. Ahora ya no los perseguimos y educamos a los menores a que no hay que cazarlos”, cuenta.
Así como la caza indiscriminada, los pobladores de Luya y Chachapoyas se han organizado también para frenar la tala ilegal y la deforestación en su territorio. Este aprendizaje creció en paralelo al proceso de declaración del área de conservación regional, que contó con el apoyo técnico de la ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), una de las entidades impulsoras de este trabajo.
Iván Mejía, coordinador de las áreas de conservación de Amazonas y Cajamarca para NCI, detalla a Mongabay Latam que “la propuesta estuvo más de cinco años en el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) pero se lograron absolver todas las observaciones”, anota Mejía.
En el camino también se les sugirió al gobierno regional y a NCI preparar un informe que descarte la presencia de población originaria en la zona, ya que esto hubiera requerido de un proceso de consulta previa. “Desde el inicio presentamos las 44 actas de cada caserío que se ha comprometido a impulsar el área de conservación regional (ACR), además del sustento biológico para que se oficialice su creación”, añade el biólogo de NCI.
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RIQUEZA ÚNICA
En el 2012, el Gobierno Regional de Amazonas priorizó cinco áreas de conservación de biodiversidad, entre ellas, los bosques secos del Marañón. En total, este ecosistema tiene una extensión de aproximadamente 373 000 hectáreas y se encuentra entre los 600 y 1200 metros sobre el nivel del mar, entre las montañas de los Andes centrales y occidentales y rodeados de grandes paredes rocosas. En medio de ellas, el caudaloso río Marañón se abre paso.
El biólogo Iván Mejía comenta que la concentración de riqueza natural propia de la zona es solo comparable con la de las islas Galápagos en el Ecuador. Dentro de este valle se han identificado hasta el momento 143 especies de plantas, 22 de aves, 14 de reptiles y dos anfibios endémicos, es decir, que solo pueden encontrarse en este rincón del planeta. Según estudios de la Universidad Nacional Agraria La Molina, la cuenca del Marañón cuenta con una cantidad de especies seis a ocho veces mayor que la que existe en otros ecosistemas cercanos.
Estas cifras convierten a los bosques secos del Marañón en un espacio natural con un potencial inmenso para la investigación y el turismo científico. “Es una pequeña pero muy singular área de endemismo en el mundo”, agrega Mejía. Con respecto al Perú, esta área representa el 1,12 % del territorio nacional y se extiende ocupando una parte de las regiones de Ancash, Amazonas, Cajamarca y la Libertad.

Los habitantes y las autoridades de Amazonas insistían en la creación del área de conservación, porque sabían que solo el 0,1 % de este ecosistema estaba protegido. “Hay una porción pequeña que se encuentra dentro del Parque Nacional Huascarán”, señala Mejía. La nueva ACR comprende un espacio de 13 929 hectáreas, que reúne una muestra significativa del ecosistema.
Fernando Angulo, ingeniero forestal e investigador principal del Centro de Ornitología y Biodiversidad (CORBIDI), reconoce que conservar los bosques secos del Marañón es proteger especies únicas en el mundo que nos potencian como un país importante para el avistamiento de aves. “El mandato de la creación de áreas naturales protegidas en el Perú es mantener una muestra representativa de los ecosistemas. Es necesario que el gobierno central sea consecuente con esta política”, le dijo Angulo a Mongabay Latam.

El investigador de Corbidi resalta la importancia de proteger, por ejemplo, al periquito de cara amarilla (Forpus xanthops), especie que solo habita en los bosques secos del Marañón. “Ha sido la especie más amenazada por la deforestación y la destrucción del hábitat, además del comercio y su captura como mascota”, añade el científico. El animal se encuentra en estado Vulnerable, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Angulo indica que otras especies como la paloma peruana (Patagioenas oenops), el espinero de dorso castaño (Phacellodomus dorsalis) o las distintas variedades del fringilo (Incaspiza) —que tiene tres de cinco especies en esta zona— ubican en un escalón alto al Marañón en términos de biodiversidad. El problema del endemismo es que vuelve vulnerables a las especies que habitan ese espacio particular, porque cualquier cambio brusco en el ecosistema puede acelerar el proceso de extinción, ya que su distribución se reduce a áreas muy pequeñas.
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UN ÁREA QUE BENEFICIA DOS
Las autoridades ambientales del Gobierno Regional de Amazonas señalan que con la nueva ACR no buscan convertir el área en un espacio de acceso restringido, sobre todo porque ya existen 44 caseríos que viven de la agricultura y que cultivan, principalmente, café, cacao y árboles frutales.
El director de Recursos Naturales de la Autoridad Regional Ambiental de Amazonas, Julio Ravines, precisa que se trabajará en la modalidad de conservación productiva. Esto quiere decir que “dentro del plan de manejo que tendrá el ACR tenemos como eje de acción al turismo, tanto científico como de aventura”. Ravines añade que ya existen alianzas con asociaciones locales y que se promoverán más convenios público-privados para que estas decisiones y proyectos tengan continuidad.

Iván Mejía de la ONG Naturaleza y Cultura agrega que lo que se busca es también darle protagonismo a las rondas campesinas para crear comités de vigilancia y monitoreo. “También tenemos universidades y entidades científicas que investigan proyectos productivos, y queremos unirnos con ellas para aprovechar más nuestros recursos y mejorar la economía de los pobladores”, comenta el especialista.
La ilusión que tenían los pobladores en el 2012 cuando pensaron que la construcción de dos proyectos hidroeléctricos les permitiría conseguir empleo, se ha trasladado hoy a la expectativa que genera el desarrollo de nuevos negocios a partir de la creación de la nueva área de conservación regional. Mejía resalta el esfuerzo que realizan los pobladores para cultivar mango, limón, maní, cacao y café, y la próxima producción de tara, cacao porcelana y miel de abeja producto de la capacitación que están recibiendo.

“Estos elementos pueden comercializarse con el logo de certificación orgánica y de manejo sostenible, e ingresar a un mercado que valore mejor estos esfuerzos de conservación”, comenta Ravines. Además se piensa en impulsar festivales de deportes de aventura, sobre todo canotaje en la parte baja del río Marañón.
A Segundo Orrego (40), del caserío Gramalote, también le ilusionan los cambios de comportamiento que ahora observa en muchos de sus vecinos. “Es triste cuando empiezan a quemar pasto, sobre todo en las partes bajas. Ya muchos han aprendido a no hacerlo, hemos escuchado como en otros lugares conservan y se vive más tranquilo”, cuenta Orrego.
La expectativas de la población también se proyectan a una mejora de las vías de comunicación que hasta la fecha los mantienen parcialmente aislados. “Si hubiera una carretera que llegue hasta Gramalote o a otras comunidades, podríamos recibir más turistas”, comenta Segundo. Y Leoncio agrega que esperan que, con la declaración de la nueva ACR, el Estado promueva más proyectos de educación para sus hijos. “Ojalá ahora nos tomen más en cuenta”, dice.
Una versión ampliada de este informe fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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