- Las conocidas rangers de la zona de San Juan del Sur, donde el robo de huevos de tortuga es una práctica común, protegen a especies en peligro como la tortuga Baula, que ha perdido el 97,4 % de sus ejemplares en los últimos 30 años en el Pacífico Oriental.
- En Nicaragua se venden aproximadamente 6248 docenas de huevos de tortuga por mes. Y aún existen restaurantes costeros que los ofrecen dentro de su menú a los visitantes.
(Mongabay Latam | Mónica Pelliccia) Luces fugaces dibujan líneas inciertas bajo el manto de estrellas que se une al mar en la playa de El Ostional, al extremo sur de Nicaragua, a 30 kilómetros de la frontera con Costa Rica. El silencio de la oscuridad es interrumpido por el ruido de las olas que rompen en la orilla. Y por las luces de las linternas que se apagan y encienden a pocos metros de distancia, como luciérnagas solitarias.
Se trata de los hueveros, que es como se conoce a los traficantes de huevos de tortuga que recorren por las noches las playas del Refugio de Vida Silvestre La Flor, área de conservación marina y hogar de uno de los siete pueblos indígenas de Nicaragua, los Náhuatl. “Esta noche hay bastantes hueveros porque ayer salió una tortuga Paslama a deponer huevos”, explica la guardaparques de la playa de El Ostional, Yajaira Vargas, “es bastante común que aniden cuando hay luna menguante”. Yajaira, de 30 años, es una de las cinco mujeres rangers que trabajan para la ONG Paso Pacifico, que promueve en la zona iniciativas para la conservación de la biodiversidad . En 2009 empezaron a emplear mujeres guardaparques y con el paso de los años han involucrado a más trabajadoras
Las tortugas vuelven donde nacieron para reproducirse, siguen rutas previsibles y conocidas por las guardaparques pero también por los traficantes. El Ostional es una playa donde llegan esporádicamente a desovar, una de las tantas de anidación solitaria esparcidas por la costa nicaragüense, que se asoma al Océano Pacífico. A pocos kilómetros se encuentra La Flor, una de las siete playas de anidación masiva en el mundo, donde arriban miles de tortugas cada año para desovar entre julio y diciembre. En una semana pueden llegar hasta 70 000 tortugas que abarrotan la costa hasta el aparcamiento, sostiene Liza González, responsable en Nicaragua de la ONG Paso Pacífico. Un espectáculo para turistas y residentes. Y un botín para quienes extraen ilegalmente los huevos. “En todas las playas hay robos de huevos de tortuga. La cantidad llega al 100 % en las que no están patrulladas por guardaparques“, explica González. “En las playas de anidación masiva controladas por el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales el saqueo se calcula hasta en un 40 %. Donde trabajan nuestras mujeres guardaparques logramos proteger más del 90 % de los nidos“.
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Yajaira Vargas, guardaparques de la playa de El Ostional, mientras navega por las playas del Refugio de Vida Silvestre La Flor en búsqueda de tortugas marinas. El Ostional, Nicaragua, Abril 2018. Foto: Monica Pelliccia.
Siguiendo la luna
La noche pasada la guardaparques Yajaira Vargas vio a una tortuga Paslama salir del agua y recorrer la arena hasta encontrar un sitio escondido para deponer sus huevos. Con sus aletas empezó a excavar un hoyo de aproximadamente 50 centímetros de profundidad para luego sentarse durante 40 minutos y deponer uno tras otro hasta alcanzar los 70 huevos. Una vez acabada su labor, tapó el hueco para camuflar la ubicación y se entregó de nuevo al océano. Nunca llegará a conocer a sus tortuguillos que nacerán después de aproximadamente 45 días, cuando intentarán lanzarse al mar, defendiéndose de los predadores que los acechan tanto en el aire —cormoranes y gaviotas— como en el mar, entre ellos tiburones blancos y orcas.
Yajaira está siempre pendiente del mar. También cuando no trabaja, como pasó ayer por la noche. Está estudiando las fases lunares para conocer el ciclo de vida de las tortugas, que descubrió durante los dos años de labor como guardaparques nocturna, con su compañera Karen Lacayo. Confiesa que está enamorada de su profesión. Una pasión que ha transmitido a toda su familia, en particular a su hija mayor Shanti Sofía de 6 años. “Para molestarle le decimos que vamos a comer huevos de tortuga”, relata Vargas, mientras se recoge el pelo en un moño que deja entrever sus pendientes con forma de tortuga. “Mi hija dice que los huevos tienen que explotar en el mar, no en la boca.” Shanti Sofía es una guardaparques junior, como la mayoría de niñas y niños que estudian en la escuela de la comunidad, involucrados en los programas educativos de Paso Pacífico.
Tortugas Paslama (Lepidochelys oliveacea) en el Refugio de Vida Silvestre La Flor. Foto: ONG Paso Pacifico
Las rangers ahora trabajan solo de día, desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde, desde que se estableció la prohibición de la labor nocturna para las mujeres. Pero la estrategia sigue siendo la misma. “Cuando vemos a un huevero, nos acercamos e intentamos convencerles que si siguen robando los huevos sus hijos e hijas no conocerán a las tortugas porque rápidamente se extinguirán”, explica Vargas mientras patrulla la playa de El Ostional. “Muchos hueveros me dicen que les gustaría darme todo el botín pero lo necesitan porque es su única entrada económica, no tienen otras opciones. Por esto intentamos intercambiar los huevos con incentivos en dinero o bonos que puedan gastar para comprar comidas en las pulperías (bodegas alimentares)”.
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Cuatro especies en peligro de extinción
Dos veces al mes, las rangers Yajaira Vargas y Karen Lacayo suben a un bote para navegar por el área de protección marina y monitorear a la población de tortugas que asoman la cabeza de estas aguas. Son todas especies en peligro de extinción que figuran en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La más común es la tortuga Paslama(Lepidochelys oliveacea), la cual ha perdido casi la mitad de su población en las últimas tres generaciones. Las otras especies locales peligran aún más. La tortuga verde (Chelonia mydas) —que puede llegar a pesar hasta 300 kilogramos— ha perdido a más del 60 % de sus individuos en las últimas tres generaciones; y la Carey(Eretmochelys imbricata) que está casi extinta ha visto reducida su población en un 80 % en las últimas tres generaciones. Peor suerte le ha tocado a la tortuga Baula(Dermochelys coriacea), la más amenazada en el Pacífico Oriental: el 97,4 % de los especímenes desaparecieron en las últimas tres generaciones, según un informe que aborda esta problemática en Sudamérica elaborado por la organización Estado de las Tortugas Marinas del Mundo (SWOT por sus siglas en inglés). La investigación menciona la causas detrás de esta pérdida de población: las capturas durante la actividad pesquera de altura, el robo de huevos y la construcción hotelera, que dificulta la anidación por la contaminación lumínica y la presencia humana.
Los huevos de tortuga son un botín valioso especialmente entre diciembre y julio de cada año, precisamente cuando aún faltan varios meses para las arribadas masivas y sale del océano solo alguna esporádica tortuga solitaria a desovar. Entonces para asegurar el éxito de su actividad ilícita, las personas que roban huevos se sumergen hasta la cintura en el océano, capturan a las tortugas y se las llevan para vigilarlas mientras van desovando. Pueden cargar hasta tres animales en los brazos. Algunos de estos traficantes incluso colocan sus bolsas debajo de la tortuga para no perder un solo huevo. Los siguientes tres o cuatros días los dedican a vender su botín a un precio que fluctúa entre las 40 y 60 córdobas (entre 1,5 y 2 USD) la docena. En Nicaragua se venden aproximadamente 6248 docenas de huevos por mes, generando un volumen de dinero mensual de que supera los 13 000 dólares, según el Informe diagnóstico sobre comercio de productos y subproductos de tortugas marinas publicado en el 2012 y elaborado por la consultora Isabel Siria Castillo para la organización Fauna & Flora Internacional. La mayoría de los encuestados para este informe declara haber probado huevos de tortuga porque es una comida típica Centroamericana considerada saludable y con supuestos poderes afrodisíacos.
La tortuga Verde (Chelonia mydas) que puede llegar a pesar hasta 300 kilogramos. Foto: Rhett A. Butler
Los cazadores suelen vender los huevos en los mercados de la capital del país, Managua; o en los de la ciudad de Masaya, cerca del volcán activo que lleva el mismo nombre, que forma parte de la franja de cráteres que recorre la región desde Guatemala hasta Costa Rica. En Nicaragua, durante la temporada de arribada de tortugas, los mercados quedan abarrotados de huevos. Los vendedores los tienen a la vista en sus quioscos. Y algunos restaurantes costeros de las ciudades de Managua y León, ofrecen platos preparados con huevos de tortugas, principalmente ensaladas con repollo y yuca.
Mongabay Latam le preguntó a Ronald Miranda Mejia, Delegado del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales del departamento de Rivas (Marena), sobre el fenómeno de robos de huevos de tortugas en el Pacífico Oriental. Miranda colgó el teléfono al escuchar la pregunta. El consumo y el robo de huevos de tortugas está perseguido por el artículo 28 de Ley Especial de Delitos contra el Ambiente y los Recursos Naturales. Las penas van de dos a cuatro años de prisión y las multas pueden bordear los 10 000 dólares. Aunque en la práctica nadie permanece encarcelado por mucho tiempo por estos delitos, según precisaron algunos de los habitantes de Paso Pacífico entrevistados para este reportaje. A pesar de las leyes y del peligro de extinción que enfrentan las tortugas, el robo de huevos es una práctica común en estas playas rodeadas por bosques, localizadas en el llamado Corredor Seco de Nicaragua. Una región caracterizada por intensas sequías que va desde el Chiapas Mexicano hasta Costa Rica, pasando por Guatemala, Honduras y Nicaragua.
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