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“Gaviotas cocineras” se alimentan de la piel de ballenas vivas al sur de Argentina

  • Científicos identificaron altos niveles de hormonas de estrés en las crías de ballenas con lesiones en la piel producto de los ataques de gaviotas.

(Mongabay Latam / Michelle Carrere)

Las gaviotas tienen hábitos alimentarios flexibles. Comen pescados, invertebrados —como almejas y mejillones—, animales muertos, entre ellos ballenas, y hasta basura. Pero las gaviotas de Península Valdés, en la Argentina austral, han aprendido que también pueden alimentarse de la piel y la grasa de una ballena cuando está viva. El nombre común que le han dado a estas aves es el de “las gaviotas cocineras”.

El fenómeno comenzó a verse a principios de la década de 1970. Algunas gaviotas se posaban en la espalda de estos enormes animales marinos y comenzaban a picotearlos arrancándoles pedazos de piel y de grasa, pero era un evento excepcional. “Hoy se ha transformado en la regla”, dice Mariano Sironi, Director Científico del Instituto de Conservación de Ballenas de Argentina (ICB), quien ha estudiado el fenómeno y registrado ballenas con hasta el 20 % de la espalda afectada, según un estudio publicado por Carina Marón. Estos ataques estarían originando altos niveles de estrés en ellas, principalmente en las crías, pudiendo incluso contribuir a su muerte.

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Las consecuencias de los ataques

Puesto que las gaviotas se alimentan del tejido vivo de un animal sin llegar a matarlo, es posible, en este caso, considerar a estas aves como parásitos. La razón por la que comenzaron a atacar a las ballenas no es por ahora otra que la imitación. “Las gaviotas exploran distintas alternativas de alimentación. Alguna exploró esta forma y le dio resultado. Lo hizo de nuevo y otra la imitó y así se fue expandiendo este comportamiento en toda la población de gaviotas de la zona”, dice Sironi.

Las principales víctimas son las crías recién nacidas de las ballenas debido principalmente a que pasan más tiempo en la superficie. Ello, debido a que respiran más frecuentemente que las ballenas adultas. Al ser los cuerpos de los ballenatos más pequeños, las lesiones afectan una superficie más amplia y por lo tanto los efectos son mayores que en los animales adultos. “Las gaviotas literalmente consumen la piel de las ballenas vivas y la piel es uno de los órganos más importantes de un animal”, asegura el biólogo Alejandro Fernández Ajó, investigador del ICB, debido a que es una barrera contra las infecciones, previene la evaporación de los fluidos corporales y ayuda a regular la temperatura del animal. “Las lesiones de las gaviotas pueden, por lo tanto, interrumpir todas estas funciones, comprometiendo la supervivencia de las ballenas”, agrega.

Gaviota atacando a una ballena. Foto: Lisandro Crespo
Gaviota atacando a una ballena. Foto: Lisandro Crespo
Presencia de lesiones en madres y crías vivas entre 1974 y 2011: la proporción de ballenas con lesiones (barras gris oscuro) aumentó de manera significativa a lo largo del tiempo (Marón et al., 2015).
Presencia de lesiones en madres y crías vivas entre 1974 y 2011: la proporción de ballenas con lesiones (barras gris oscuro) aumentó de manera significativa a lo largo del tiempo (Marón et al., 2015).

Un estudio liderado por Alejandro Fernández Ajó y publicado en la revista científica Conservation Physiology, revela que estos ataques de gaviotas provocan niveles de estrés tan elevados en los ballenatos que podrían estar contribuyendo a la mortalidad de estos animales en península Valdés. El colapso está dado por diferentes efectos acumulativos. En primer lugar, “una ballena que tiene gran parte de la espalda dañada está perdiendo agua a través de las heridas por lo que probablemente se esté deshidratando y esté perdiendo temperatura”, señala Sironi. Por otro lado, los ataques de la gaviotas interrumpen los momentos de alimentación de los ballenatos, puesto que al atacar las aves a las madres estas huyen nadando bajo el agua. En tercer lugar, las ballenas sufren alteración del sueño debido a que “una cría puede estar durmiendo totalmente relajada en la superficie, que es como duermen, y viene una gaviota y la ataca en la espalda. Vuelve a intentar dormir y viene otra, la ataca y la despierta perturbando de ese modo el descanso”, explica el científico. Por último, los altos y prolongados niveles de hormonas de estrés “pueden afectar negativamente la condición corporal, deprimir el sistema inmune afectando la salud, la reproducción futura e incluso la supervivencia de los animales”, asegura Fernández Ajó. Todo esto, podría llevar a las ballenas a un colapso fisiológico.

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El estrés de las ballenas

Cinco fueron los ballenatos muertos analizados por Alejandro Fernández Ajó y que le permitieron publicar el primer estudio sobre la relación entre las “gaviotas cocineras” y los niveles de estrés en las ballenas. El estudio consistió en el análisis de las barbas de los animales muertos, el órgano utilizado para filtrar el plancton del cual se alimentan. Las barbas, al igual que el cabello de los seres humanos, contienen información precisa sobre la condición fisiológica a lo largo de la vida de las ballenas incluyendo su etapa de gestación, es decir, antes de su nacimiento. “La barba ha ido creciendo en el útero materno y al igual que el pelo de los humanos, la punta es lo más viejo y la base, donde se está generando, es lo más nuevo”, explica Sironi. Al momento de nacer, una pequeña muesca se produce en las barbas de las ballenas permitiendo a los científicos identificar el momento del parto.

Ballenas con heridas en su piel debido a los ataques de gaviotas. Foto: ICB
Ballenas con heridas en su piel debido a los ataques de gaviotas. Foto: ICB

Los científicos analizaron los niveles de hormonas de estrés, cortisol y corticosterona, en pequeños trozos recuperados a lo largo de las barbas. Los primeros tres animales fueron individuos sin lesiones en la piel, entre ellos una cría del Atlántico Norte donde el fenómeno de las “gaviotas cocineras” no existe, que murió por un trauma rápido tras colisionar contra un barco. Los últimos dos animales, en cambio, presentaban 51 y 39 lesiones respectivamente. Los análisis arrojaron inmensas diferencias. Mientras las barbas de los ballenatos sin lesiones presentan niveles de cortisol y corticosterona bajos y relativamente constantes a lo largo de la vida, se encontraron altas concentraciones de estas hormonas en los individuos con muchas lesiones. Los dos casos de ballenatos con heridas muestran picos muy altos de estrés y después los niveles bajan abruptamente al momento de la muerte.

Análisis de hormonas de estrés en ballenatos sin lesiones. El eje horizontal del gráfico indica la ubicación de donde se obtuvo la muestra a lo largo de la barba y el eje vertical está ubicado en el momento del nacimiento. El gráfico indica bajos niveles de estrés post nacimiento.
Análisis de hormonas de estrés en ballenatos sin lesiones. El eje horizontal del gráfico indica la ubicación de donde se obtuvo la muestra a lo largo de la barba y el eje vertical está ubicado en el momento del nacimiento. El gráfico indica bajos niveles de estrés post nacimiento.
Análisis de hormonas de estrés en ballenatos con lesiones. Al contrario del gráfico anterior, es posible observar altos niveles de estrés post nacimiento.
Análisis de hormonas de estrés en ballenatos con lesiones. Al contrario del gráfico anterior, es posible observar altos niveles de estrés post nacimiento.

Actualmente Alejandro Fernández Ajó se encuentra estudiando otras 40 barbas de ballenatos con el fin de comprobar los resultados preliminares ya publicados y asegura que el patrón se mantiene. “Los resultados de mi investigación muestran que los ballenatos que son atacados por las gaviotas están sufriendo dolor y estrés y esto afecta la calidad de vida el bienestar, la salud y en muchos casos incluso afecta su supervivencia”. Debido a esto, el científico asegura que es un problema que debe y puede ser mejorado.

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¿Cómo se defienden?

Para evitar los picotazos de las gaviotas los animales han modificado su postura para respirar en la superficie del mar. “En lugar de descansar con la espalda expuesta al aire la ballenas han aprendido a arquearse para mantener la espalda bajo el agua”. Es la postura del galeón, como la han bautizado los científicos, en la que la ballena deja fuera del agua su cabeza y parte del pedúnculo caudal, la zona estrecha que une la cola con el resto del cuerpo.

“Probablemente es una postura más incómoda que la normal”, dice Sironi, pero es la manera que las ballenas han encontrado para evitar los ataques sobre sus espaldas. Aun así, las gaviotas también las atacan en las zonas del cuerpo que quedan en la superficie, asegura el experto. La postura del galeón es un comportamiento que los científicos han identificado en las ballenas adultas mas no así en las crías que deben aprender a descansar de esa manera.

Gaviota atacando la espalda de una ballena. Foto: Alejandro Fernández
Gaviota atacando la espalda de una ballena. Foto: Alejandro Fernández

“Nunca vi a una ballena atacar a una gaviota”, dice Sironi. “Uno podría pensar que pueden usar las aletas para pegarles, pero en el tiempo en que las sacan del agua la gaviota ya se voló”, explica. Al mismo tiempo, cuenta que ha visto aves atacar a las ballenas en el pecho cuando estas descansan “con la panza hacia arriba”. Puesto que esa posición implica que las aletas estén en la superficie “he tenido ganas de decir ‘¡hacé algo te está picando!’ pero no lo hacen”, dice el científico.

Fernández Ajó contó a Mongabay Latam que se han elaborado una serie de recomendaciones de investigación y manejo como parte del Plan de Acción para mitigar las interacciones gaviotas-ballenas. Algunas de estas recomendaciones incluyen un programa de control de gaviotas que consiste en la erradicación de basurales abiertos costeros y la toma de medidas para reducir el descarte pesquero tanto en tierra como en el mar. Estas medidas tienen como objetivo reducir la disponibilidad de alimento para las gaviotas y de esa manera reducir la población de estas aves. Fernández Ajó señala que “a pesar de que se han logrado grandes avances en la gestión de residuos aún falta trabajo”.

El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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