Día Internacional para la Protección de los Osos: una mirada a la especie emblemática de Sudamérica
El oso andino o de anteojos (Tremarctos ornatus) es la única especie de úrsidos que habita en Sudamérica. Los científicos lo describen como carismático, pero esta cualidad no lo ha salvado de estar considerado En Peligro en Venezuela y en Bolivia, así como una situación de Vulnerabilidad en Colombia, Ecuador y Perú, de acuerdo con la Unión…
El oso andino o de anteojos habita en Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela. De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, su presencia es incierta en Argentina.
Mongabay Latam conversó con expertos de Colombia, Venezuela, Perú y Bolivia para saber cuál es la situación de los osos de anteojos en esos países y qué se está haciendo para su conservación.
El oso andino o de anteojos (Tremarctos ornatus) es la única especie de úrsidos que habita en Sudamérica. Los científicos lo describen como carismático, pero esta cualidad no lo ha salvado de estar considerado En Peligro en Venezuela y en Bolivia, así como una situación de Vulnerabilidad en Colombia, Ecuador y Perú, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), organismo que señala que es probable que algunas poblaciones de este mamífero también se encuentren en el norte de Argentina.
Esta especie, que también recibe los nombres de oso frontino, ucumari y jucumari, enfrenta varias amenazas. La pérdida de su hábitat es la más preocupante, aunque también están la caza y los conflictos con los humanos cuando ingresan a campos de cultivo en busca de alimentos.
En el Día Internacional para la Protección de los Osos del Mundo, Mongabay Latam ofrece una visión de los esfuerzos de conservación de las poblaciones de osos de anteojos que se realizan en cuatro países de Sudamérica: Colombia, Venezuela, Perú y Bolivia.
En Colombia, el oso andino está considerado en situación Vulnerable. Expertos de la Fundación Wii señalan que la principal amenaza para la especie es la construcción de carreteras en su hábitat natural.
Daniel Rodríguez, investigador y representante legal de la Fundación Wii, explica que en Colombia el oso de anteojos se distribuye en todas las cordilleras andinas, desde los 500 metros de altura sobre el nivel del mar hacia las partes más altas. “Eso significa que tenemos un amplio rango de distribución altitudinal y en cada ambiente altitud se presentan diferentes niveles de afectación”.
En las zonas bajas, explica Rodríguez, están sometidos a fuertes procesos de deforestación de su hábitat, principalmente por la presencia de cultivos ilícitos, principalmente coca; mientras que en las partes altas de la cordillera, la pérdida de hábitat se relaciona con la ampliación de las áreas de pastoreo y de cultivo.
La diferencia altitudinal también significa una variación de los ecosistemas que pasan por bosques húmedos bajos, reserva subandina y bosques andinos. “Las interacciones negativas por ganadería están presentes principalmente en los bosques andinos altos, por encima de los 2000 metros, donde la ganadería podría llamarse extensiva. En las partes bajas se da por la extracción de madera y cultivos ilícitos principalmente”, explica.
Para proteger y conservar al oso de anteojos, la Fundación Wii trabaja con comunidades en el departamento de Huila, al sur de Colombia. “Con las comunidades tenemos un proceso de monitoreo en zonas donde antes se presentaba un nivel de conflicto o de interacción negativa por los cultivos de maíz”. Ahora, comenta Rodríguez, esto ha cambiado porque dejaron de cultivar maíz para dedicarse al café, entonces el ingreso de los osos a los maizales ya no ocurre en estas zonas. “Este proyecto pone en evidencia la gran importancia del trabajo comunitario en la conservación de la especie”.
La bióloga de vida silvestre Adriana Reyes, de la Fundación Wii, resalta la importancia de la conservación de los osos andinos para la salud del bosque. La bióloga explica que si bien esta especie es omnívora —consume vegetales y carnes—, su principal fuente de alimentación son las frutas, por tanto, es un gran dispensador de semillas que favorece el mantenimiento de los bosques. “Se debe tener en cuenta que el oso andino tiene la capacidad de caminar y desplazarse grandes distancias, por tanto, su capacidad de dispersión es mayor que otras especies”.
Reyes explica que el oso de anteojos es considerado el jardinero del bosque por su gran capacidad como dispersor de semillas, pero también porque al desplazarse abre claraboyas que dejan pasar la luz del sol a través de los árboles, lo que favorece a las plántulas en su crecimiento. Además, al ayudar a mantener los bosques, la especie contribuye a la regulación de los ciclos hídricos.
Desde el año 2011, la Fundación Wii monitorea a esta especie a través de cámaras trampa, lo que ha permitido a los investigadores entender sobre la ecología de la especie. Reyes menciona que con estas imágenes han determinado, por ejemplo, que no existen épocas marcadas para el nacimiento de las crías sino que ocurre durante todo el año. “En el primer trimestre del año, más o menos, empezamos a ver a las hembras con sus crías pequeñas, entre los tres y cinco meses. También hemos visto que durante todo el año podemos encontrar actividades reproductivas como cortejos y cópulas”.
Si bien el oso andino en Colombia está presente en los tres ramales de la Cordillera de los Andes, las poblaciones más estables se encuentran en los dos extremos, explica Reyes. Uno de estos sectores está en la Cordillera Occidental que da hacia el Pacífico y el otro en la Cordillera Oriental que colinda con la zona de monte amazónico, extensiones de bosque que aún no están altamente impactadas.
Venezuela: protegido por un sistema de parques nacionales
En Venezuela, al oso de anteojos se le conoce como oso frontino y su situación es más compleja que en el resto de Sudamérica, pues en este país está considerado En Peligro.
“En Venezuela, el grado de amenaza del oso frontino es mayor que en los demás países por la fragmentación y la pérdida de su hábitat”, señala Marcos Hidalgo, director del Proyecto Oso Andino Guaracamal.
Lo positivo de los últimos años, comenta Hidalgo, es que la mortalidad por cacería se ha reducido. “En las últimas dos décadas se ha avanzado en el tema de educación con respecto al oso y las personas han dejado de cazar, pues saben que es ilegal, además, se desmitificó la creencia de que es una especie feroz, es decir, ‘el gran salvaje’”.
Hidalgo también comenta que otro paso a favor de la conservación de esta especie en Venezuela ha sido que la mayor parte de su hábitat está bajo alguna figura de protección, principalmente parque nacional. “Es un trabajo que se emprendió a final de la década del ochenta con las primeras investigaciones científicas sobre el oso en el país, cuyo pionero ha sido el biólogo Edgar Yerena, nuestro director científico. Y aunque la situación del oso no es óptima, desde mi punto de vista, ha mejorado”.
En la década del ochenta se creó un sistema interconectado de varios parques nacionales en Venezuela para asegurar la conservación del hábitat del oso, que va desde el Estado de Táchira hasta el Estado de Lara. “Se fueron ensamblando los parques nacionales como en un rompecabezas, y actualmente tenemos un sistema formado por 12 parques nacionales y un monumento natural que fueron creados o configurados para proteger el hábitat del oso frontino”, señala Hidalgo.
El especialista advierte que aún faltan cuatro áreas críticas por consolidar: tres corredores de conexión entre parques nacionales y la creación del Parque Nacional del Eje Norte de la Sierra de Trujillo.
Para Hidalgo, la creación del Parque Nacional Ramal de Calderas —de 500 kilómetros cuadrados o 50 000 hectáreas— en el año 2021 fue un gran avance porque permitió concretar el corredor central de conservación del oso frontino.
Sin embargo, la población del oso de anteojos en Venezuela sigue siendo la más pequeña en comparación con los otros cuatro países donde habita esta especie, pues se calcula que existen apenas 1 500 individuos distribuidos en los estados de Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Portuguesa, Barinas y en la Sierra de Perijá en el Estado de Zulia.
“Es vital asegurar la conectividad (de las diferentes zonas), porque si se pierde la conexión el flujo genético se detiene y los osos van a comenzar a extinguirse, pues obviamente no habrá entrecruzamiento entre las poblaciones. Si no aseguramos la conectividad a largo plazo la especie no va a sobrevivir en Venezuela”, sentencia Hidalgo.
Para aportar en la conservación del oso frontino, el Proyecto Oso Andino Guaracamal trabaja con comunidades del estado de Trujillo, impulsando programas de educación rural comunitaria y promoviendo actividades compatibles con la conservación, pero que al mismo tiempo sean sustentables y apuesten al desarrollo a escala local para mejorar la calidad de vida de las personas.
Uno de sus programas se denomina “Oso, gente y café”, y busca promover la caficultura orgánica en las zonas de conexión entre los parques nacionales. Hidalgo explica que las zonas donde trabajan eran lugares en los que tradicionalmente se cultivaba café, pero con el tiempo estos campos se convirtieron en potreros para ganado, se perdió la vegetación y el territorio empezó un proceso de sabanización.
“Si bien la vegetación del cultivo de café no es un bosque propiamente dicho, si representa un tipo de cobertura para que el oso puede usar como corredor”, agrega Hidalgo. Es por ello que el proyecto promueve el retorno del cultivo de café.
Los primeros resultados positivos ya se empiezan a mirar. Por ejemplo, se han construido las dos primeras secadoras para café y se están impartiendo cursos de capacitación para producir abonos orgánicos, entre otros avances.
Otra de las actividades que realiza el Proyecto Oso Andino Guaracamal es el monitoreo con cámaras trampa que, en los últimos siete años, les ha permitido crear una base de datos con más de 30 000 registros. Los equipos han sido colocados por lo menos en tres áreas protegidas, el Parque Nacional Ramal de Caldera, el Parque Nacional Guaramacal y el Monumento Natural Teta de Niquitao-Guirigay.
Las imágenes de las cámaras trampa han captado a más de 22 especies de mamíferos y 25 especies de aves terrestres asociadas al bosque. Esa información ha servido como estudio de base para la creación del Parque Nacional Ramal de Calderas.
En el año 2022, la Sociedad para la Conservación del Oso de Anteojos (SBC, por sus siglas en inglés) empezó un proyecto de monitoreo de esta especie en el Santuario Histórico de Machu Picchu, en Cusco, en el sur de Perú. Hasta ese momento, la institución sólo había trabajado en los bosques secos del norte del país.
Alex More, director ejecutivo de SBC, señala que se decidió iniciar el proyecto en Machu Picchu por tres razones. La primera, por la necesidad de investigar a los osos en esa zona y comparar su ecología con lo que ya se conocía de ellos en el norte del país. La segunda razón es porque la persona que más estudió osos en Perú, entre finales de la década de los setenta e inicios de los ochenta, fue Bernie Peyton, quien hizo su tesis de maestría en Machu Picchu. Y la tercera, por lo icónico que es Machu Picchu y las investigaciones que desde hace diez años se hacen en esta área protegida.
El monitoreo con 200 cámaras que se lleva a cabo en Machu Picchu es un estudio que consiste en saber en qué lugares del área protegida hay registros de la especie. Las imágenes están mostrando que la mayor parte del área protegida tiene presencia de osos. Ante ello, el estudio también busca conocer cómo el turismo afecta a la fauna silvestre.
“Empezamos en el 2022 con un monitoreo piloto de 44 cámaras trampas durante tres o cuatro meses. En ese momento registramos alrededor de 20 individuos incluyendo crías. Esto se amplió a un estudio más intenso para el 2023 cuando colocamos 200 cámaras trampa”, explica More.
El director de SBC comenta que entre octubre y noviembre de 2023 se lograron identificar 29 individuos de la especie, una cifra mayor al 2022. “No esperábamos que tuviéramos tantos registros. Actualmente se están revisando, en coordinación con San Diego Zoo Global, unos 4.9 millones de imágenes que fueron captadas por las cámaras”.
Los resultados preliminares indican que la zona donde se registró la mayor cantidad de osos ha sido el sitio arqueológico Wiñayhuayna, en el Camino Inca. “Hemos encontrado cinco osos en las imágenes de una sola cámara”.
Otro dato que les ha llamado la atención es que varios de los osos que han sido registrados por las cámaras presentan la nariz pigmentada con manchas blancas. Según explica More, el cambio en el color de la nariz ocurre con el paso del tiempo, más o menos a partir de los 10 años de edad, pues cuando son más jóvenes la tienen negra. “Pareciera que los osos de Machu Picchu son longevos. En cautiverio viven hasta 35 años, pero los que hemos visto en los bosques secos del norte no pasaban de los 15 años”.
El siguiente paso en el estudio de Machu Picchu será la colocación de collares para hacer un seguimiento al desplazamiento de los osos, para ello, cuenta More, tienen la autorización del Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado (Sernanp). “El Santuario de Machu Picchu no está aislado, el Área de Conservación Regional de Choquequirao está muy cerca, así como las comunidades originarias, entonces, queremos saber si los osos se desplazan hacia Choquequirao o a las comunidades. Esa información será importante para diseñar y fortalecer la conservación”.
En Bolivia, el oso andino —conocido como jucumari— ha pasado de estar considerado en situación Vulnerable a ser catalogado En Peligro. La bióloga Ximena Vélez-Liendo, directora del Programa para la Conservación de Carnívoros Andinos, explica que este cambio se debe a que se ha ampliado el área de distribución del oso andino, y esta extensión ha significado sumar todo el ecosistema del bosque seco interandino, un espacio natural que está críticamente amenazado.
“En los últimos siete años hemos generado información sobre el oso andino en varios relictos de bosques seco interandino que no eran considerados su hábitat. Con esta nueva información se ha ampliado aproximadamente un tercio de lo que era su área de distribución”, explica Vélez-Liendo.
La fragmentación y pérdida de funcionalidad de su hábitat aparece como la principal amenaza en Bolivia, comenta Vélez-Liendo. Una segunda causa de riesgo es la cacería por “retaliación”, es decir, a medida que el ser humano avanza su expansión hacia el hábitat del oso, crece el conflicto con esta especie a consecuencia de la crianza de ganado en estas zonas. Una tercera amenaza, señala la bióloga, son los efectos del cambio climático sobre la calidad del hábitat del oso.
“Tenemos un proyecto enfocado en reducir la carga ganadera de la montaña, porque es la principal causa de fragmentación y de conflicto. Trabajamos con las comunidades para generar alternativas económicas amigables con la naturaleza que puedan dar valor agregado a estas familias y la posibilidad de coexistir con osos, jaguares, pumas y otras especies”, cuenta Vélez-Liendo sobre los proyectos que realiza el Programa para la Conservación de Carnívoros Andinos.
Una de las alternativas, explica Vélez, es la apicultura, que ofrece doble ventaja a las comunidades. Por un lado, las personas reciben beneficios económicos y, al mismo tiempo, las abejas apoyan en la polinización de sus campos agrícolas.
Otro de los proyectos es el monitoreo de la biodiversidad. “Tenemos el monitoreo de cámaras trampas más grande en Bolivia. Son 1,000 kilómetros cuadrados —100 000 hectáreas— que vigilamos en un lugar con una población de osos que estaba prácticamente al borde de la extinción”, precisa Vélez-Liendo.
Adicionalmente, el programa que lidera Vélez-Liendo, busca que las comunidades se apropien de estas iniciativas de conservación y se den cuenta que existe un valor en el trabajo de proteger a estas especies.
“Vamos a lanzar una certificación amigable con el oso andino, un proyecto que hemos trabajado junto con WCS Colombia. Es la primera vez que dos países —Colombia y Bolivia— se han unido para lograr esa certificación que apoya las actividades económicas en las áreas donde habitan los osos para que esos productos puedan tener un sello que los identifique en los mercados de precios justos”, dice Vélez. “En el caso de Colombia son los cafeteros, mientras que en Bolivia es la miel”, finaliza.
Imagen principal: oso andino en Colombia. Foto: Fundación Wii.
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