La Amazonía no solo es uno de los reservorios de biodiversidad más importantes del planeta, sino también una pieza clave en la regulación del clima regional y global. Su deforestación altera profundamente los patrones de precipitación, provocando eventos climáticos extremos como sequías prolongadas e inundaciones intensas, con consecuencias ecológicas, sociales y económicas de gran magnitud.

La pérdida de cobertura boscosa en la Amazonía no solo afecta las precipitaciones en las zonas deforestadas y sus alrededores, sino que genera una serie de efectos en cascada que impactan toda la región sudamericana, debido a la interrupción de la evapotranspiración, proceso mediante el cual los árboles liberan vapor de agua a la atmósfera, alimentando el ciclo hidrológico y contribuyendo a la formación de lluvias.

Así lo confirmó un grupo de investigadores de la Academia China de Ciencias, la Universidad Meridional de Ciencia y Tecnología (China), la Universidad Mae Jo y la Universidad Kasetsart (Tailandia), en la investigación “El impacto de la deforestación amazónica en las precipitaciones se invierte entre estaciones”, publicada el pasado 5 de marzo en la revista científica Nature.

Como resultado de su trabajo, los científicos concluyeron que debido a complejas interacciones entre la atmósfera, los suelos y los océanos, los efectos de la deforestación sobre las lluvias no solo son locales, sino también de carácter continental.

Mediante la implementación de un modelo climático regional, que permite hacer seguimiento a la humedad evaporada en la región de la cuenca amazónica desde el año 2000 hasta el 2020, determinaron que las precipitaciones en regiones deforestadas aumentan considerablemente durante la estación húmeda, principalmente debido a la distribución atmosférica de mesoescala, es decir, a los patrones de movimiento del aire en la atmósfera en escalas entre 10 y 1.000 km.

Así mismo, encontraron que durante la estación seca las precipitaciones disminuyen considerablemente como resultado directo de la reducción de la evapotranspiración causada por la deforestación.

Este desequilibrio altera la estabilidad del clima amazónico y puede tener efectos catastróficos. La variabilidad inducida por la deforestación reduce la resiliencia de los ecosistemas, incrementa el riesgo de incendios forestales y pone en peligro la salud humana, la producción alimentaria y el suministro de agua en la región.

Foto: Freepik.

Impactos a escala continental

Más allá del impacto local, los autores advierten que la deforestación amazónica está directamente vinculada a cambios en los patrones de lluvia en el continente sudamericano. La pérdida progresiva del bosque puede disminuir la humedad disponible en toda la cuenca, alterar los ciclos agrícolas, afectar el caudal de los ríos y reducir la disponibilidad de energía hidroeléctrica.

En 2019, el renombrado científico brasileño Carlos Nobre ya alertaba que aproximadamente el 70 % del PIB sudamericano depende directa o indirectamente de las lluvias generadas por la Amazonía, lo que incluye sectores estratégicos como la agricultura, la energía, el transporte y el abastecimiento de agua potable.

La deforestación masiva provocaría una reducción sostenida de la precipitación total y aumentaría la temperatura promedio, lo que afectaría no solo la biodiversidad endémica, sino también la funcionalidad de los servicios ecosistémicos que sustentan la vida en todo el continente. Los efectos combinados del cambio climático y la deforestación podrían llevar al colapso ecológico de grandes áreas de la Amazonía.

Por otra parte, la intensificación de las sequías a nivel regional podría aumentar los riesgos asociados a los incendios forestales y afectarían considerablemente la salud humana.

Un bioma al borde del colapso

Otra investigación reciente, desarrollada por un equipo internacional de científicos de Brasil, España, Alemania, Países Bajos, Reino Unido, Estados Unidos y Corea del Sur, advierte que para el año 2050 la Amazonía podría alcanzar su punto de no retorno. Se estima que cerca del 50% del bioma está en riesgo de sufrir transiciones ecológicas abruptas, con consecuencias irreversibles para su integridad ecológica y para el clima del planeta.

Ante este panorama alarmante, la comunidad científica hace un llamado urgente a la acción: es indispensable detener la deforestación, restaurar las áreas degradadas y fortalecer los mecanismos de gobernanza ambiental. No basta con conservar lo que queda; es necesario reconstruir y regenerar los paisajes amazónicos para mantener el equilibrio hídrico del continente y asegurar la supervivencia de millones de personas que dependen del bosque.

La Amazonía no es solo un pulmón verde del mundo: es una fuente de vida, estabilidad climática y esperanza. Protegerla es una responsabilidad compartida y un imperativo ético frente al colapso ambiental.

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