La Amazonía arde: evidencias científicas de una crisis en marcha
El aumento de las temperaturas en la región es una advertencia clara de lo que está en juego, no solo para las especies que allí habitan, sino también para la humanidad en su conjunto. Las temperaturas en la Amazonía aumentan a un ritmo alarmante. Un panorama aún más inquietante si se considera la advertencia de…
El aumento de las temperaturas en la región es una advertencia clara de lo que está en juego, no solo para las especies que allí habitan, sino también para la humanidad en su conjunto.
Las temperaturas en la Amazonía aumentan a un ritmo alarmante. Un panorama aún más inquietante si se considera la advertencia de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que prevé un incremento global de 1.5°C entre 2024 y 2028.
Debido a las altas temperaturas, el año 2023 fue uno de los más críticos de la última década para esta región. Una fuerte sequía hizo que el río Amazonas y varios de sus afluentes alcanzaran los niveles más bajos en 120 años.
La ausencia de lluvias sumada a una ola de calor provocó la muerte de 275 delfines de los lagos Tefé y Coari, que alcanzaron entre 37 °C y 41° C.
Un estudio reciente de las universidades de Leeds y Leicester (Reino Unido) y el Instituto Nacional de Investigación de la Amazonía (Brasil), advirtió que los periodos de lluvias serán cada vez más extremos, y los secos, aún más áridos.
De acuerdo con esta investigación, desde 1980 las precipitaciones han aumentado entre 15 % y 22 % durante la temporada húmeda y han reducido entre 5.8 % y un 13.5 % en la seca.
Los científicos atribuyen estos ciclos intensificados al calentamiento del océano Atlántico, producido por el cambio climático, que afecta la circulación atmosférica y provoca un aumento en los niveles de lluvias durante la época húmeda, afectando países como Colombia y Brasil.
Al calentarse, el océano sobrealimenta la atmósfera con vapor de agua lo cual genera mayores precipitaciones. Se estima que la lluvia ha aumentado de 180 a 600 milímetros de agua por unidad de superficie al año.
Este incremento debilita el proceso de fotosíntesis de la vegetación y la velocidad de crecimiento de las plantas, así como el intercambio de energía y el ciclo del carbono.
Foto: Freepik.
La deforestación, una de las causas
En el otro extremo se encuentra la reducción de las precipitaciones durante la temporada seca, directamente relacionada con la pérdida de cobertura forestal. De acuerdo con nuevas investigaciones, la deforestación causa alrededor del 75 % de la reducción de las lluvias y es responsable del aumento del calor en la región amazónica.
Según los investigadores, desde 1985, la temperatura de los días más calurosos ha incrementado 2°C y alrededor del 16% de este aumento es resultado de la desaparición del bosque.
Por otra parte, la pérdida de cobertura forestal altera el intercambio de calor y vapor de agua con la atmósfera, lo que además de elevar las temperaturas, perturba la circulación de humedad.
Las zonas deforestadas e incluso aquellas donde aún hay existe el bosque pero se encuentra degradado, no logran movilizar de forma adecuada la humedad del océano.
Por tanto, una menor cantidad de humedad regresa a la atmósfera a través de la evapotranspiración, rompiendo los flujos de humedad aéreos que alimentan gran parte del continente.
Este rompimiento afecta en especial las selvas tropicales de Perú y Bolivia que dependen del bienestar de los bosques en Brasil.
Múltiples amenazas
El aumento de temperaturas, acompañado de la reducción de las lluvias y del incremento de incendios forestales, compromete gravemente la biodiversidad.
La Amazonía alberga más del 10 % de las especies conocidas en el planeta, muchas de ellas únicas en el mundo; sin embargo, el equilibrio que sostiene esta riqueza natural se debilita como resultado de la alteración del clima, poniendo en riesgo la estabilidad de todo el bioma.
Plantas y animales se ven obligados a adaptarse a condiciones extremas o, en muchos casos, enfrentan la extinción. Animales emblemáticos como el jaguar o el oso perezoso, estrechamente dependientes de su hábitat, enfrentan riesgos crecientes.
Las ranas y sapos son uno de los grupos más amenazados, pues necesitan de la tierra y el agua para sobrevivir y el cambio climático hace de la Amazonía una de las regiones con mayor proyección de aridez.
Como resultado de las altas temperaturas combinada con una sequía extendida, los incendios forestales afectaron varios países sudamericanos el año pasado. Foto: Freepik.
El impacto no se limita a la biodiversidad
Gracias a su papel como sumidero de carbono, la Amazonía resulta esencial para hacer frente al cambio climático. Cada árbol y cada planta contribuyen a absorber dióxido de carbono, mitigando de esta forma el efecto de nuestras emisiones.
No obstante, estudios recientes alertan que la capacidad de la selva para capturar carbono está disminuyendo.
De acuerdo con la investigación, el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera aumenta las tasas de crecimiento de los árboles de la Amazonía. Sin embargo, el exceso de elemento sobreestimula el crecimiento haciendo que los árboles vivan más rápido y mueran más jóvenes.
El estudio señala también que las sequías y las temperaturas inusualmente altas en la Amazonía pueden agravar la situación y generar la muerte de millones de árboles.
Según alertan los científicos, las tasas de mortalidad de los árboles aumentaron más de un tercio durante la década de los 80. Esto afecta la capacidad de la Amazonía para retener dióxido de carbono.
En los años 90, los bosques amazónicos almacenaban en su biomasa cerca de dos billones de toneladas de dióxido de carbono al año. Se estima que esta capacidad disminuyó a la mitad y está siendo superado por las emisiones debido a combustibles fósiles en América Latina.
La Amazonía cumple un papel vital en la regulación del clima global, pero esa función está en declive. De continuar la deforestación y el calentamiento de la región, esta región podría transformarse en una fuente neta de emisiones.
Este escenario representaría un punto de no retorno, que aceleraría de manera irreversible el cambio climático a nivel global.
IRI Colombia
La Iniciativa Interreligiosa para los Bosques Tropicales es una alianza internacional que convoca el liderazgo moral y espiritual de líderes religiosos y comunidades de fe, para trabajar por la protección de los bosques tropicales, con el objetivo de dar impulso a los esfuerzos mundiales contra el cambio climático.
En Colombia, IRI desarrolla acciones orientadas a promover la protección de la Amazonía. El programa nacional de IRI nació en noviembre de 2018 y a lo largo de estos siete años ha instalado 42 capítulos locales en los departamentos de Caquetá, Guaviare, Putumayo y Meta, en los municipios más afectados por la deforestación.
En IRI-Colombia, líderes religiosos y comunidades de fe trabajan de la mano con los pueblos indígenas, sociedad civil, gobiernos y empresas en acciones que protejan los bosques amazónicos y salvaguarden a aquellos que los habitan y son sus principales guardianes.
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