La droga, ¿y Colombia?

Publicado el Jorge Colombo*

La Iglesia de la Prohibición y su cruzada contra la coca

El régimen de prohibición de estupefacientes se apoya en convenciones establecidas en el seno de la Organización de las Naciones Unidas [1]. Estas convenciones establecen tratados que no están por encima de nuestra legislación; es decir que estos tratados deben ser interpretados y luego implementados. A nivel internacional, los tratados no pueden ser efectivamente modificados y tampoco existe mecanismo alguno para exigir su cumplimiento. Entonces, ¿si estos tratados no pueden penalizar su incumplimiento, por qué tanto temor a proponer algo diferente? ¿Existe acaso alguna otra autoridad desprovista de poder policivo, que justifique su existencia con un texto que se puede interpretar de muchas formas distintas, pero aún así no se permita modificarlo?

En un artículo publicado en el International Journal of Drug Policy en el 2003, el investigador Peter Cohen compara el régimen de control de estupefacientes a la influencia del Vaticano y a la del Comunismo Internacional [2]. No es mi intención repetir acá los argumentos del Doctor Cohen para sostener esa comparación. Mi intención es explicar a que se refiere él cuando dice «Todas estas iglesias estudian y veneran textos fundamentales que no sirven para promover el conocimiento científico o el desarrollo social, sino para reforzar el propio dogma, la fe y el reinado de sus instituciones».

Pocos eventos ilustran esta afirmación como lo ocurrido en 1995 con el estudio de consumo mundial de cocaína hecho por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y financiado por el Instituto Interregional sobre Crimen y Justicia. Cuando la OMS se preparaba para publicar las conclusiones del estudio, el representante de los Estados Unidos se precipitó para amenazarla con el retiro del apoyo financiero que su gobierno le presta [3].

¿Qué concluía el estudio? «Los problemas de salud que acarrea el consumo de sustancias legales, particularmente el de alcohol y el de tabaco, son mayores que los problemas de salud que acarrea el consumo de cocaína. Son pocos los expertos que describen la cocaína como inevitablemente nociva. La mayoría considera que los problemas relacionados con el consumo de cocaína son más comunes, y se presentan con mayor intensidad, en los que consumen dosis fuertes; y muy raros, y se presentan con menor intensidad, entre los consumidores de dosis leves. La mayoría de sus consecuencias en la salud podrían no ser atribuibles directamente al consumo de cocaína. La cocaína muchas veces contribuye o exacerba problemas ya existentes, en lugar de generarlos.» [4]

El estudio va mucho mas allá, dice que no se han descubierto problemas en la salud relacionados con el uso de la hoja de coca, que la gran mayoría de los consumidores de cocaína no son problemáticos  y llega hasta el punto de criticar el enfoque según el cual lo mejor es atacar la producción y reprimir a los consumidores.

La amenaza de los Estados Unidos fue tan eficiente que hoy por hoy la OMS niega la existencia de este reporte [5].

Evidentemente la cocaína, como el cigarrillo o el alcohol, no debería ser consumida indiscriminadamente. Muchos son los problemas que su consumo puede generar. Pero consideremos con atención la última frase de la cita del reporte. Imaginémonos que alguien tiene algún complejo psicológico debido a que sufrió algún tipo de abuso durante su infancia. Y asumamos que este complejo es exacerbado por el consumo de cocaína. El dogma imperante nos arrojaría a la conclusión que fue la cocaína lo que generó aquel problema psicológico. No solamente estaríamos errados, sino que la persona terminaría culpándose a si mismo de su situación; ahondando su condición. El dogma imperante es inclemente, mas aún si entendemos que en el caso hipotético en el que el complejo hubiese sido exacerbado por el consumo de alcohol,  probablemente la persona recibiría comprensión. Algo parecido sucedía antiguamente cuando se creía que los problemas de salud eran castigos de Dios; y así, todos nos lavábamos las manos explicando que la enfermedad era culpa del pecador. A este más bien se le pedía hacer penitencia.

Lo que aprendemos acá es que aunque el régimen anti-drogas no tiene en si mecanismos para atacar a los que no se adhieren a su dogma, existe el poder disuasivo norteamericano como máximo paladín de la Iglesia de la Prohibición. Esto no quiere decir que no haya nada que hacer. Un hecho empírico no se puede esconder con leyes.

Referencias

[1]: J. Colombo, Index Librorum Prohibitorum, La droga, ¿y Colombia?, 25 de Abril de 2010.

[2]: P. Cohen, The drug prohibition church and the adventure of reformation, International Journal of Drug Policy, Volumen 14, Número 2, Abril de 2003, pp. 213-215.

[3]: The WHO cocaine report the US didn’t wanted you to see, Transform Drug Policy Foundation, Junio 2009.

[4]: Cocaine Project, Organización Mundial de la Salud/Instituto Interregional sobre Crimen y Justicia, 1995, p.1.

[5]: Transform Drug Policy Foundation, op. cit.

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