El Viejo Farol, una joya oculta en el barrio Chicó
Redacción: Yaneth Rangel Vanegas – @yanetra Fotografías: Jorge Bernal Castañeda Este restaurante del barrio Chicó, en Bogotá, no escatima detalles en elegancia, bonita decoración, esmerado servicio y buenos platos, porque tal como dice su propietario Rodrigo Caviedes Flórez “el negocio no es mío, es de los clientes, y a ellos hay que brindarles siempre lo…
Este restaurante del barrio Chicó, en Bogotá, no escatima detalles en elegancia, bonita decoración, esmerado servicio y buenos platos, porque tal como dice su propietario Rodrigo Caviedes Flórez “el negocio no es mío, es de los clientes, y a ellos hay que brindarles siempre lo mejor”. Sutiles detalles como mesas vestidas con mantel y cubremantel y servilletas de tela dan cuenta de la estima que se tiene por quien llega a almorzar. Así lo aprendió Rodrigo a su paso por hoteles como el Tequendama o el Hilton, establecimientos de gran talla en atención, etiqueta y renombre gastronómico en el país.
Hace 20 años, Rodrigo y su esposa Lucila Páez, quien también trabajaba como auxiliar de cocina, emprendieron la aventura de convertirse en los amos y señores de El Viejo Farol, nombre tomado del famoso tango que inmortalizó el cantante colombiano El Caballero Gaucho.
Amante de los objetos antiguos, Rodrigo invirtió tres años en el diseño del restaurante y tras la pesquisa de cada una de las antigüedades que hoy son sello y ambientación del lugar. Después de llegar del trabajo, se encerraba por horas en el primer piso de la casa y muchas veces lo alcanzaba el amanecer soñando y buscando el lugar indicado para cada una de las piezas.
De estas trasnochadas nació el menú, que hoy es casi el mismo, la ubicación precisa para las antigüedades y los nombres de los tres salones: Rojo, Goterero y La Herradura, donde están distribuidas las 12 mesas, que a medio día siempre están a tope, especialmente por la presencia de empleados públicos, comerciantes, políticos y uno que otro personaje de renombre nacional.
Los inicios de El Viejo Farol no fueron fáciles. Que los vecinos del barrio Chicó no asociaran mantel y servilletas con precios altos fue una creencia que su dueño duró más de un año en derrumbar. Y como es un hombre perseverante, Rodrigo se empeñó en no bajarle el perfil a su restaurante, porque, además, estaba convencido de que su gente merecía un establecimiento elegante y agradable, como los que él conocía en el otro Chicó, el del norte. ¿Se perdió? Sepa usted, apreciado lector, que el establecimiento gastronómico del que está leyendo se encuentra el sur de la ciudad, en un barrio de estrato dos, que lleva igual nombre que el reconocido Chicó de estrato seis. Si ya se ubicó, entonces sigamos con la historia. Llegar a El Viejo Farol puede ser toda una aventura para quienes no conocen la zona y porque, además, la seña obvia de un aviso con el nombre del lugar no existe. Aunque en verdad esta no es indispensable, dado que los carros parqueados sobre la vía, sin pavimentar, son la indicación de que se llegó a este simpático restaurante orgullo de los habitantes de la localidad de Usme. De El Viejo Farol también podría decirse que es una escuela que por más de dos décadas ha ofrecido a los clientes del sector la posibilidad de experimentar nuevos sabores y conocer otras formas de servir la comida, sin la odisea de atravesar la ciudad y pagar precios para muchos inalcanzables.
Al entrar al restaurante, Carolina García o Rodrigo, son quienes dan la bienvenida y de manera atenta toman el pedido que puede ser el menú del día o cualquiera de las especialidades de la carta. De esta última, el plato más solicitado es el salmón a la marinera, aunque también se destacan la chuleta de cerdo, la sobrebarriga al horno o guisada, la bandeja paisa, el espagueti de camarones con pollo, el bagre al curry o la mojarra especial. Llama la atención el gran patacón que acompaña cada una de las preparaciones y que se elabora en una prensa que Rodrigo inventó.
Como los platos fuertes son de buen tamaño, válido es recomendar que deje un poco de espacio para los postres. Imperdonable no probar el habano a la mostaza o el fundido de queso y jalea, este último por quien delira el opita Nelson Vásquez, amigo de buen comer, asiduo cliente del restaurante y quien motivó la redacción de este artículo.
El Viejo Farol: Carrera 3 No. 89-30 Sur, barrio Chicó Sur – Martes a domingo: 12:00 m a 4:00 p.m.
Reservas y domicilios: 7630382 – 3124222248
@ComíCuento
Editado por Julián López de Mesa (@JLodemesa), profesor de las Universidades del Rosario y Santo Tomás y catedrático de historia de la gastronomía, y el Grupo de Literatura de la Universidad del Rosario.
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