El Magazín

Publicado el elmagazin

La carne deletrea

Flickr, Kevin Dooley
Flickr, Kevin Dooley

Jorge Eliécer Pacheco (*)

Si me permiten, quiero examinar el odio, o mejor, la aversión que le tengo a las navidades pasadas. Además de la tontería que se percibe por todos lados, y que las canciones pregonan con: “Año nuevo vida nueva”, “Son para gozarlas estas navidades, que el año que viene se acaban los pesares” y las lucecitas monótonas que intentan abstraernos de la realidad con sus movimientos que acortan la vida de los ojos, puedo decir que mi antipatía se debe a tres acontecimientos que, aunque similares, sucedieron en diferentes momentos de mi vida

Recuerdo cuando, aún niño, bailaba con mi tía. Quizá la canción que intentábamos seguir sea la misma que suena ahora. La bailábamos y sonaron disparos. Vampiro, vampiro, te chupa el vampiro. Todos los que bailaban se metieron como hormiguitas oliendo lluvia. Sonó otro disparo y, mientras yo pretendía abrir la puerta, un cuerpo cayó a mis pies. Me fije en el hombre, era verde. Para aquellos que nos contaminan, ¡buá! Intentó subir por mi cuerpo, y cuando se dio cuenta de que no podía, me pidió ayuda. Yo sólo lo miraba. Tosió, y su boca arrojó una sanguinolenta bola de carne que, supongo ahora, era parte de su garganta. Poco después supimos que había sido una equivocación. No era él quien debía morir

¿Para quién iba la bala entonces? Las mujeres de mi familia lloraban pensando que podría haber sido para nosotros.

Algunos recordarán la fiesta de diciembre de 2003, con tamales, arbolito de navidad que me vas a dar, buñuelos y pesebre. Bailábamos frente a la casa, como siempre. Estábamos felices. Había trago, podíamos cambiar de parejas y quería bailar con la vecina nueva. Esta vez, no se escuchó ningún disparo, pero me di cuenta de que las mujeres abrían la boca aterrorizadas. Creo que gritaban, pero no pude escucharlas, era muy alto el volumen de la música. Todas miraban algo detrás de mí y, al que se duerma lo motilamos, volteé y vi la espalda de un hombre acercándose, su dueño intentaba detener a otro hombre con cuchillo. Las campanas de la iglesia están sonando. La espalda cayó y el cuchillo me cercó. Uno, dos, tres tajos en el hombro izquierdo me derribaron y en el suelo recibí miles, millones de patadas. Yo apretaba la boca para franquearle el paso a la carne de mi garganta.

Tardé tres semanas en recuperarme y, aunque me visitó la vecina, fue lo más doloroso que me ha pasado. Nunca me he lastimado, o me han lastimado, de esta manera; no me había roto ni un hueso cuando era niño.

El último evento fue hace poco. Aún recuerdo con pavor el arma apuntándome a la cabeza, el volumen de la música al extremo y yo esperando que el tiempo se termine. Vaya que fue larga la espera. A veces pienso que fui afortunado al no ser atacado con chuchillo. Conozco el dolor que produce. La bala entra y sale del cuerpo dejando solamente un pequeño orificio. No dudo de que cause dolor; pero imagino que no es tan traumático como recibir un millar de puñaladas en el mismo sitio.

Cuando el hombre apretó el gatillo, juro que vi, en cámara lenta, el trayecto de la bala. La imaginé desde todos los ángulos e intenté suponer cómo sería el dolor al entrar a mi cuerpo. No lo logré. La bala entró por el ojo y salió por la oreja. Mientras viajaba por mi cerebro comprendí, o quise comprender, que mi muerte había sido postergada inútilmente. Yo tenía que haber sido el hombre sin garganta que cayó a mis pies cuando era niño. Pienso que viví de más. Y por eso este odio. Siempre en estas fechas me entrego a reflexionar sobre el tema de mi muerte y me hago un desastre.

No si ustedes lo notan, pero a los lejos escucho música; no veo a la gente, pero escucho música. El volumen está más bajo pero las canciones decembrinas son reconocibles. ¿Por qué parar la fiesta? Me pregunto. Son tonterías mías. Dejen que me amargue sólo. Un muerto es un muerto. Que lo llore la familia, si le queda. Ella es quien debe llorarlo. El resto debe celebrar, o ¿Creen que todos los días se tiene la oportunidad de iniciar un nuevo año?

———————————————————————-

(*) Colaborador. . Investigador y escritor. Licenciado en Español y Literatura de la Universidad Industrial de Santander. Algunos de sus textos han sido publicados en la antología Líneas de sombra: antología de cuentos del taller Renata-UIS (2010), en la Revista Narrativas: revista de narrativa contemporánea en castellano.

Comentarios