“Falta mucho pelo pa moña”, dirían nuestros abuelos cuando alguien intenta hacer algo y no es capaz de llevarlo a cabo como es debido. Este aforismo popular que muchos aprendimos en nuestra infancia encaja como “anillo al dedo” a lo que han hecho tanto el gobierno como buena parte de las organizaciones empresariales -incluyendo las multinacionales- dedicadas a la venta al detal en los llamados “días sin IVA”. Es para no creer lo que ha sucedido.
Es claro que todo este zafarrancho lo produjo el gobierno nacional que cada día demuestra estar completamente desorientado y sin brújula que nos conduzca de forma segura a buen puerto. La sola declaratoria de tres días sin IVA que además se hizo con un claro sesgo populista tenía que producir las nefastas consecuencias que hoy todos hemos tenido que afrontar con estoicismo e impotencia. Adicional a la probada insensatez de la medida que demostró el inmenso grado de improvisación que ha caracterizado muchas de las decisiones de los funcionarios del alto gobierno, lo peor fue echarla a andar en plena pandemia cuando el pico del contagio estaba en ascenso. No solo no se tomaron las medidas preventivas que evitaran la galopante propagación del virus que hoy nos muestra como uno de los países con mayor número de personas contagiadas y fallecidas de América Latina y del mundo, sino, lo que es peor, ni siquiera se acepta el craso error cometido, primer paso obligado para enmendarlo y corregir el rumbo. No se mejoraron las condiciones de producción de las empresas colombianas -la mayoría de las beneficiadas son de capital extranjero- pero sí se puso en riesgo a la población que pudo adquirir algunos de los productos ofrecidos, sobre todo en el primer día sin IVA en el que hubo un preocupante descontrol. Y ni qué decir del impacto negativo en las finanzas públicas que obligará a recuperar esos ingresos con una nueva reforma tributaria que, como ha sido en los últimos años, gravitará alrededor de los asalariados y no de los grandes capitales.
Si por el lado del gobierno la lluvia de la improvisación fue mayúscula, por el de las empresas ésta fue una borrascosa tempestad cuyos efectos aún no amainan. Mientras que durante el primer día sin IVA se permitió el acceso en masa a las grandes superficies de exhibición con escasas medidas de bioseguridad para compradores y clientes, en el segundo día en el que se permitieron las compras online, la falta de organización y responsabilidad no tiene parangón en nuestra historia comercial. Es increíble.
En el primer día, parte de los colombianos se abalanzaron como criaturas famélicas sobre los puntos de exhibición sin que nadie impusiera orden, así fuese por puro sentido común. Duele aún ver las imágenes de quienes de manera masiva y sin importarles el riesgo de aglomerarse en pocos espacios, expusieron su integridad con tal de aprovechar la promoción estimulada por el gobierno. Hoy, padecemos las consecuencias.
Las empresas no fueron capaces de organizarse para responder como los cánones de marketing y de empresa ordenan cuando se trata de reaccionar a las demandas de un mercado que ávido quiso tomar ventaja del notable descuento que implica pagar un producto sin el 19% del impuesto al valor agregado.
Durante el segundo día la decepción fue aún mayor. Cuando no fue que la gente tuvo que “hacer fila” desde la mañana -incluso desde la medianoche del día anterior- para adquirir un producto -cuando lo logró hacer-, fue que no tomaron ninguna medida para aquellos compradores y clientes que no alcanzaron a llegar al “primer puesto” de la fila habiendo esperado todo el día. Para quienes lograron comunicarse telefónicamente -después de insistir por horas- con los operadores de estas empresas -Alkosto, por ejemplo-, no solo los dejaron esperando un mensaje electrónico que les prometieron hacerles llegar para hacer su compra, sino que ni siquiera se contactaron en los días posteriores para ofrecerles, al menos, una disculpa por la descortesía y la desatención y, mucho menos, para hacerles una oferta que compensara su maltrato y perverso servicio. La falta de respeto se manifestó de muchas maneras.
Parece macondiana la actitud asumida por este tipo de organizaciones que de forma olímpica ignoran a sus clientes -seguramente perderán a algunos- demostrando una vez más que no tienen la capacidad estratégica y operativa para responder en momentos en los que las condiciones de los mercados se “salen de lo normal”y se ven obligadas a hacer inesperados ajustes que no los haga quedar tan mal. Parece de ensueño.
Frente a esta terrible e irresponsable improvisación solo nos queda como ciudadanos esperar a que el viento sople a nuestro favor y en consecuencia tomar las decisiones correspondientes contra quienes nos irrespetan en nuestra condición de consumidores, compradores o clientes. Todo empieza, claro está, con rechazar de forma vehemente las populistas medidas que toma este gobierno y que tanto daño nos están causando.
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