Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Pasajes comerciales

A pesar de los múltiples y diversos argumentos señalados como causantes de la pérdida de peso en la economía de los pasajes comerciales, las evidencias nos llevan a otras razones de mayor credibilidad.

Muy al contrario de lo que pueda pensarse, no han sido realmente los embates producidos en Colombia desde la aparición en las principales ciudades del país de las denominadas “grandes superficies” de distribución de productos al detal lo que ha hecho que este grupo de comerciantes haya tendido a desaparecer. Ha sido más bien el deterioro de las relaciones que en el pasado pudieron edificarse entre compradores y vendedores en forma afable y de apoyo mutuo, las que han marcado un notable descenso de su importancia comercial, aunque en ciertos mercados, sigan estando vigentes y activos.

He aquí algunas de las razones para sustentar tal argumentación. Unas, asociadas directamente con asuntos estrictamente comerciales y otras, menos visibles pero de enorme impacto, enclavadas todas ellas, en el corazón de nuestra propia tradición histórica.

La función comercial cumplida por esta a veces desordenada reunión de comerciantes parece haber estado siempre inducida por asuntos de conveniencia económica y financiera al encontrar una dinámica forma de reducir sus costos de arriendo y de servicios públicos utilizados. Fue así como, empezó a dársele vida a estos pasajes comerciales cuya característica fundamental ha sido la de unir dos calles a través de laberínticos pasadizos donde se pueden ver todo tipo de presentaciones, formas y colores ya sea de la misma categoría de productos o de productos de uso complementario.

Estos diseños arquitectónicos y comerciales que siguen conservándose casi intactos a los de su concepción inicial, continúan cumpliendo una relevante labor, aunque, a decir verdad, de menor impacto en la red de distribuidores existente hasta hoy a lo largo y ancho del país. Ejemplos de este tipo de “corredores comerciales” pueden contemplarse en las grandes, las medianas y hasta las más pequeñas ciudades y poblados del país. El caso más conocido por todos, sin duda lo constituyen los llamados “San Andresitos” que bastante disminuidos -desaparecidos en algunas ciudades- siguen estando ahí, luchando por la subsistencia de muchos negocios de una singular variedad de bienes ofertados De igual manera, pueden observarse pasajes comerciales especializados en los cuales solo se expenden zapatos, artesanías, artículos deportivos, confecciones, entre otros. Todos ellos perdiendo terreno cada día pero soportando con estoicismo el arribo de la modernidad y las nuevas tecnologías.

Los precios que ya no son tan convenientes, las peleas entre ellos por obtener un cliente, la inveterada costumbre de sacar ventaja en una única transacción comercial del desconocimiento que el potencial comprador tiene del producto que va a adquirir, el atraso en las técnicas de ventas utilizadas, pero sobre todo, la falta de comprensión de las complejidades de los mercados y su mecánica de operación, son algunas de las causas comerciales que los ha dejado en menores condiciones de competir de manera exitosa.

Sin duda el surgimiento de los centros comerciales y la adquisición de un papel cada vez más importante de las tiendas tradicionales ha contribuido a la lenta desaparición de estos pasajes comerciales que para nuestros abuelos fueron tan significativos, pero no de forma tan contundente.

Por otro lado, es innegable que la función social de estos pasajes comerciales se ha encontrado íntimamente asociada a las tradiciones aún vigentes que nos vienen de aquellos tiempos en los que iniciaron a sus labores y que, por fortuna, al seguirse manteniendo, en parte, han contribuido a la continuidad de una práctica comercial vinculada estrechamente a nuestra propia nacionalidad.

Estos pasajes comerciales que en sus comienzos fueron convertidos en centros de convivencia social sirvieron como punto donde convergían la locuacidad y el espíritu amable y amistoso que siempre nos ha caracterizado. Entre los comerciantes y sus ocasionales compradores o sus clientes, fueron construyéndose lazos insolubles sobre los cuales se ejercía la labor de compra y venta en una forma equilibrada y fraterna, muy distinto a lo actual donde en un difícil proceso de “estire y afloje” los consumidores luchan por no dejarse “tumbar”.

De esa manera los propietarios de los locales comerciales se apoyaban, se facilitaban entre sí, se cambiaban dinero de mayor denominación, se auxiliaban, entablaban vínculos de amistad que les permitían luchar por ganarse al potencial cliente pero sin las peleas intestinas que hoy se sienten por doquier.

Estos cambios en la dinámica de las relaciones interpersonales han sido, en parte, los responsables de la lenta y paulatina, aunque ojalá no definitiva desaparición de estos en otrora relucientes pasajes comerciales.

Ojalá que sus propietarios cuya vida se desenvuelve bajo un mismo techo sean capaces de dimensionar que su función más relevante ya no es de carácter estrictamente comercial, sino aquella fundamentada en lo humano, en lo social, en lo cultural, que les permita recuperar el terreno perdido que han venido ganando otros actores de la vida comercial del país. Que asuman que su presencia entre el productor y el consumidor de determinado tipo de productos está siendo desarrollada en forma más eficiente por otros y que una de sus únicas alternativas es desandar sus pasos y retomar el punto de partida que les dio su razón de ser. Volver a lo que les dio su origen sería una muy buena opción para su supervivencia y continuidad.

 

 

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