Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Paro, protestas y producto electoral colombiano

El mundo debe estar sorprendido de lo que ha venido sucediendo a lo largo y ancho de América Latina. Diversos movimientos sociales en Venezuela, Haití, Nicaragua, Ecuador, Chile, Bolivia, Perú y ahora en Colombia, se han sacudido de tanto desgobierno, tanta descarada corrupción y tanto abuso oficial. Muchas son las razones que se pueden esgrimir para dimensionar lo que está aconteciendo. Desde la defensa a ultranza de los intereses de las clases que por siglos han detentado el poder político y siempre se han beneficiado del control del Estado, hasta su terca negativa a aceptar que desde diferentes orillas ideológicas otros grupos sociales también tienen derecho a manejar los destinos de la nación y por lo mismo también están interesados en perpetuar sus programas sociales y su propia visión del bienestar colectivo.

Más allá de las enormes diferencias que se aprecian en la base ideológica y política de quienes se baten por ostentar el poder, desde la perspectiva de marketing las razones son claras e inequívocas: no se ha cumplido con el producto electoral -programa, partido y candidato- ofrecido durante las campañas políticas y ello ha generado inmensas olas de inconformidad. Veamos algunos trazos del actual producto electoral que ha generado tanto descontento en Colombia.

A pesar que el actual presidente propaló y defendió con el apoyo de toda la estructura institucional un programa de gobierno con el cual se favorecería de manera directa a inmensas capas de la población, ya en el gobierno lo modificó o, peor aún, empezó a mostrar su verdadera catadura: se ha estado yendo completamente en contravía de lo prometido. Algunos ejemplos nos ilustran. Negó que tomaría decisiones que afectaran el medio ambiente -caso fracking- para luego nombrar como responsable de esa cartera a alguien que propone hacer pruebas piloto, ridiculizó a uno de los contricantes por hacer planteamientos desde la perspectiva del combate al cambio climático para luego desde el poder impulsar las mismas ideas -caso de la exportación de aguacates-, afirmó de manera categórica su intención de bajar impuestos y subir salarios para después impulsar desde el congreso y con el apoyo del partido al que pertenece una reforma en sentido contrario, prometió tener un contacto permanente con sus gobernados y ahora desde el poder parece haberse quedado sordo ante el clamor popular.

Apoyado por un partido que se ufanaba de estar del lado de la gente, el presidente parece defender solo los intereses de quienes lo ayudaron a elegir, sea financiando su campaña o, apoyándolo con votos. Y no se le critica haber nombrado en los altos cargos del Estado a su círculo inmediato -eso lo hacen todos-, sino que desde la cúpula del poder las decisiones que se han tomado pareciera tener como deliberada intención perjudicar a grandes capas de la población que ilusionadas votaron por un candidato joven que apareció siempre muy cercano mostrando sus dotes de deportista y tocador de guitarra. El partido -su partido- se ha convertido en una talanquera para que el programa de gobierno prometido no haya salido del papel.

Com candidato el actual presidente se mostró alegre, generoso, amable, buena persona, cercano a la gente, jovial conversador y ahora que está en el solio presidencial pareciera autista, como metido en una cápsula desde la que de vez en cuando sale para hablarle a la población apelando a un discurso incoherente y desconectado de la realidad. Perdió la nobleza que mostró durante las jornadas electorales para ascender las afiladas escalinatas de la soberbia y un mayúsculo engreimiento hasta llegar a la pedantería y a la arrogancia.

Como resultado de este desencanto que ha producido el producto electoral no solo entre quienes votaron por una opción diferente sino entre sus mismos electores, sus votantes -consumidores ciudadanos- han tenido que recurrir a la única herramienta disponible: la protesta y el paro de actividades laborales.

Ante tal postura democrática de múltiples organizaciones sociales y políticas, el presidente acudió a la peor de las estrategias: meterle miedo a la población. Y, como lógica respuesta de cualquier consumidor insatisfecho, eso contagió a otras capas de la población que por solidaridad y reto decidió participar en la protesta.

Ante un hecho tan contundente, ¿el presidente habrá aprendido la lección? O, como en otras tierras latinoamericanas, recurrirá a encerrarse más en su estrechísimo círculo que cada día lo hunde más?

Ojalá que el presidente dimensione el poder que tiene una ciudadanía que hastiada de tanto desacierto y despropósito gubernamental seguirá buscando escapes a tan frustrante decepción colectiva. En caso de no aceptar esta nueva realidad política y social que vive el país, deberemos prepararnos para más y más jornadas de protesta. Hasta ahora el producto electoral en Colombia ha sido un fiasco.

 

https://dagobertoparamo.com

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