Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Más esperanzas con los productos electorales ganadores

Quiérase o no, este 2020 es un año distinto a los anteriores. Más allá de las tradicionales celebraciones en las que aparecen balances de todo tipo con los que se cierra y se abre un calendario, el inicio de labores de los nuevos funcionarios nombrados por elección popular marca un hito en nuestra historia. Y no solo por las esperanzas que siempre giran alrededor de los productos electorales que obtuvieron el favor de sus consumidores -electores, ciudadanos-, sino por los cambios que la sociedad colombiana ha experimentado y que todos hemos vivido hace poco y que seguramente seguiremos sintiendo durante el presente año.

Aunque algunos los condenen y muchos otros no lo quieran aceptar, las marchas y el paro nacional son hechos políticos innegables. En su seno se respira mucha rebeldía como clara reacción a un sistema político que una inmensa parte de la población considera injusto, desigual e inequitativo. Tal vez como hace mucho tiempo no se sentía, el surgimiento de las nuevas ciudadanías -cargadas de mayor conciencia social- ha creado un ambiente que el país no experimentaba desde la llamada “séptima papeleta” que le dio origen a la actual Constitución Nacional. Las sensaciones alrededor de las más recientes decisiones gubernamentales y legislativas -reforma tributaria, pírrico incremento del salario mínimo, aumento del pie de fuerza- se han sumado a las olas de violencia que nos sacudieron con mayor contundencia en los últimos días del año pasado, aunque el gobierno nacional se niegue a reconocerlo. Todo ello se ha traducido en una percepción de abandono y de desinterés oficial por atender las demandas expresadas a lo largo y ancho del país.

Estas circunstancias que saetean el ambiente nacional se han posado sobre los hombros de los nuevos mandatarios y funcionarios regionales. Las esperanzas son cada vez más grandes y de una inmensa fragilidad dada la enorme desconfianza que cunde en la población. Por eso el reto es mayor. El compás de espera que siempre han tenido los nuevos gobernadores, alcaldes, diputados y concejales es cada vez menor. La sensibilidad está a flor de piel. Cada decisión tomada será analizada con lupa y cada gesto será escudriñado hasta la saciedad.

El cumplimiento de las promesas de campaña tendrá que ser milimétrico y el nombramiento de funcionarios deberá estar en concordancia con los planes prometidos. Hay tanta desconfianza que el papel de los partidos y movimientos políticos que llegaron al poder deberá estar a la altura de su deber histórico. Ahora, como nunca, no se le “perdonará” fácilmente un error al funcionario, y menos aún, se le permitirá que gobierne de manera autócrata y soberbia como ha sido el estilo de algunos gobernantes elegidos en los últimos tiempos. Se les acabó el viejo juego de ser humildes durante la campaña para cautivar los votos, y unos soberanos déspotas cuando ya están instalados en el poder.

El gobernante -o el funcionario nombrado-, debe continuar siendo la misma persona y comportándose como siempre lo ha hecho, en contacto con la gente, escuchando a la ciudadanía y sobre todo evitando la tentación de encerrarse en una urna -aunque sea de cristal- y sentirse en un pedestal al que solo unos cuantos tienen acceso. El hecho de haber sido elegido no lo ha transformado en un ser “sabelotodo” e infalible. Sigue siendo un ser humano y no un ungido de un poder omnímodo que todo lo puede y todo lo sabe. Debe bajarse al nivel de sus electores y no sentirse por encima de ellos, como cuando se entrevista a un niño: el adulto debe ponerse a su altura sea sentándose en el piso o acuclillándose frente a él pero nunca quedarse de pie mirándolo desde su propia altura porque el niño se siente intimidado.

Ojalá estos gobernantes y funcionarios entiendan que están jugando con la esperanza de todos. De quienes “ganaron” las contiendas electorales porque al sentirse representados en ellos esperan que sus candidatos -ahora funcionarios- cumplan con las promesas hechas y, de quienes “derrotados” hacen fuerza para que el contrincante fracase y de paso se lleve por delante los sueños de todos.

El producto electoral colombiano vuelve a estar en juego en el marco de unas circunstancias inéditas en el país. Ojalá que sus responsables no generen más desencanto y más desconsuelo.

 

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