Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Marketing hacia adentro

Ojalá algún día tanto los directivos de las empresas colombianas como los funcionarios públicos pudieran dimensionar, en sus justas proporciones, el gran potencial que tiene el mercado interno y el aporte que éste puede dar al fortalecimiento de la economía nacional y al mejoramiento de las condiciones de vida de la mayor parte de la población.

La riqueza de los múltiples orígenes que corren por nuestras venas está siendo desperdiciada en parte, debido al ortodoxo y depauperizante modelo de desarrollo que desde hace siglos se ha venido implementando. Prácticamente desde el mismo momento en que el país se “independizó” del modelo colonial impuesto por las autoridades ibéricas, los esfuerzos de crecimiento y de consolidación de nuestra economía siempre han estado ligados a los mercados extranjeros y hacia la satisfacción de los pobladores de otras latitudes.

El afán y el interés de clase que tuvieron quienes promovieron la independencia del régimen español, los hizo mirar desde un comienzo a Inglaterra, a Francia y a Estados Unidos. Desde siempre hemos estado imitando extranjerizantes estilos de vida, sus particulares formas de organizarse como sociedad, sus estructuras económicas, y hasta sus propios modelos de desarrollo. Durante casi toda nuestra historia hemos importado los productos foráneos que hemos necesitado, tratando, incluso, de emular sus simbolismos de consumo o, en su defecto, tratando de parecernos a los ciudadanos de tales naciones. De hecho, ya en abril de 1825, por ejemplo, firmamos lo que podría ser el primer “Tratado de Libre Comercio” con Inglaterra, (conocido con la rimbombante denominación de “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Colombia e Inglaterra”) como parte de la política de este país europeo de incentivar el “libre comercio” con los territorios de ultramar.

Hacia diferentes economías extranjeras también hemos exportado nuestras materias primas para que con sus respectivas infraestructuras productivas las transformen y nos las devuelvan a precios más elevados y por supuesto quedándose con los innegables beneficios que trae el valor agregado incorporado. A sus habitantes les hemos vendido nuestros productos esperando siempre recibir las divisas con las cuales honrar los compromisos financieros adquiridos con la banca internacional y multilateral.

De esta manera, nuestra tradicional manera de mirar con buenos ojos todo lo extranjero ha consolidado, día tras día, una suerte de “modelo hacia afuera” -impuesto desde el exterior y aceptado por nuestros gobernantes-, dejando de lado la enorme potencialidad que tiene nuestro propio mercado interno. Como consecuencia, no solo no hemos aprovechado el gran impacto que su desarrollo tendría entre nuestra población, sobre todo en la de menos recursos, sino que hemos contribuido a generar una economía que depende en gran medida de los vaivenes de la economía mundial. Y que por lo mismo está sujeta a los intereses de las grandes potencias universales y en detrimento de la satisfacción de las necesidades y deseos de los colombianos.

Esta dependencia, profundizada aún más con la implementación del modelo de “centro-periferia” -impulsado desde mediados del siglo pasado-, ya es endémica; reforzada más todavía con las tendencias de la llamada globalización y los procesos de apertura que se empezaron a imponer desde principios de los años noventa.

Es, posiblemente, esta visión de “amor y defensa de lo extranjero” que se ha impuesto en todos los niveles de la sociedad y en el seno de las empresas colombianas, la que explique la mecánica “aplicación” de los modelos de administración y marketing que por ser exitosos en otras realidades se asume que en Colombia también lo serán. ¡Qué desenfoque!

Al adoptar esta posición, no se le ha prestado suficiente atención a la inmensa diversidad cultural que tenemos y a su sensible incidencia en las estrategias y los programas de marketing. ¿Aprenderemos algún día a mirarnos a nosotros mismos sin ruborizarnos de lo que somos? La situación de nuestro país y de casi todos los latinoamericanos reclama la participación activa de académicos, empresarios y gobernantes que promuevan el mejoramiento de la demanda interna con los consecuentes efectos positivos que trae como lo ha hecho en muchos países que han tomado la decisión de asumirse como nacionalidad no solo en el discurso, sino con acciones concretas de recuperarse como lo que son, como lo que han sido y como lo que serán.

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