Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

La selección Colombia, un producto

No hay duda. Nuestra maltrecha selección Colombia de fútbol es un producto más en el complejo mercado deportivo. Por la naturaleza colectiva de su esencia, aunque sea manejada por unos cuantos dirigentes, su concepción y desarrollo se inscribe en el denominado marketing social, el que estimula, impulsa y defiende las ideas o causas sociales. Ello no elimina el carácter comercial que contiene en el momento de ser mercadeada frente a los intereses de los clubes deportivos que la sostienen y el cúmulo de patrocinadores que la respaldan.

A diferencia de la mayoría de los productos deportivos que nos representan en los diferentes eventos deportivos internacionales, la selección es la que mayores pasiones incita. Si bien es cierto ha competido históricamente con el ciclismo, en ciertos periodos de tiempo con el atletismo y, más recientemente, con el patinaje, el furor que despierta la convierte en el producto deportivo de mayor ascendencia en la población colombiana.

Por lo mismo, todo lo que sucede a su alrededor es motivo de controversia, de preocupación, de titulares en los periódicos, de comentarios en los noticieros de televisión, de ácidas críticas en los espacios radiales. Casi para nadie pasan desapercibidas sus dificultades, sus vaivenes, sus triunfos, sus derrotas, sus conflictos internos, sus intereses que no son siempre colectivos, sus rencillas, su secretismo.

Por estar tan metida en la sangre de su consumidor promedio, -el hincha raso- la selección como producto adquiere matices muy particulares que no siempre se dimensionan en sus justas proporciones. Más que satisfacer plenamente su mercado, se ha convertido en un producto angustiante, generador de continuas decepciones, desprestigiado, desaliñado. Ya son muchos los años -toda la vida- en los que sus consumidores sueñan verla en un mundial disputando los puestos de privilegio, peleándose codo a codo con los grandes, aspirando a llegar a la cima. Por el contrario, solo la ven luchando por la repesca, haciendo cuentas alegres, esperando que sus competidores no hagan lo que saben hacer, jugando con las cifras y esperando que las matemáticas la favorezcan, rogando a las fuerzas divinas para que determinado jugador amanezca inspirado y haga el milagro, orándole a todos los dioses para que el equipo supere las eliminatorias y si lo logra que pase las primeras rondas de cada campeonato orbital.

Sin embargo y de manera paradójica, esa creciente insatisfacción que raya en la frustración no ha hecho que sus consumidores dejen de apoyarla, con fervor e ilusión, de asistir en masa a los estadios, de corearla, de entonar el himno nacional con todo el corazón, de vestir sus camisetas, de verla por televisión cuando juega de visitante, de respaldarla con ahínco, de soñar viéndola con la copa en las manos de sus capitanes. Eso se debe, sin duda, a que en la selección confluyen no solo los principales rasgos que como nacionalidad nos caracteriza, sino porque sirve de desfogue de tantas angustias reprimidas y de tantos infortunios acumulados.

Hechos que parecieran estar utilizando los dirigentes para mantener viva la llama, el fervor intacto. Como si supieran que a pesar de que la selección se ha convertido en un producto malo, que no cumple, que desilusiona, que desentona, que entristece y que desespera, ella prevalece en nuestro curtido espíritu nacionalista y la seguiremos apoyando.

No de otra manera se explica la forma con la que sus dirigentes se gastan ingentes sumas de dinero para promoverla tocando nuestras fibras más sensibles sabiendo la realidad que se esconde detrás: improvisación, jugadores de segundo nivel, falta de capacidad gerencial.

¿Hasta cuándo estos obcecados dirigentes entenderán que todos los productos futbolísticos serios del mundo planean y ejecutan rigurosos programas, de largo aliento, sin roscas, desde las divisiones inferiores, sin tanto turismo deportivo de ellos? ¿Algún día comprenderán que como todos los altos ejecutivos de las grandes marcas que fracasan,  deberían hacerse a un lado para que este producto se renueve y encuentre las causas estructurales que han producido tantos fracasos? Ojalá algún día pudiéramos verlo.

 

 

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