Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

El gobierno colombiano sigue en barrena

Aunque muchas personas en Colombia presagiaban que el gobierno del presidente Iván Duque sería nefasto para los intereses de la gran mayoría de la población, casi nadie pensó que lo sería tanto y de manera tan grotesca y tosca. Muy pocos pensaron que tras su jovialidad y su cacareada juventud -ampliamente difundidas por los grandes medios de comunicación- se escondía un ser insensible, autocrático y completamente desconectado de la realidad de la que se ufana estar administrando.

Por más que se hagan esfuerzos transparentes y sin prejuicios para darle el beneficio de la duda buscando algún tipo de acierto en su gestión, no hay renglón de la vida social y económica del país en el cual se pueda afirmar sin ambages ni titubeos que ha hecho la tarea que las condiciones históricas le han demandado. Por donde quiera que se le mire sus decisiones han sido erráticas, desenfocadas, tardías y lo peor, inexistentes. Mientras el país se cocina en medio de un fuego que está matando las esperanzas de las generaciones presentes y futuras, el presidente ha preferido mirar para otro lado -como el náufrago que busca un salvavidas en medio de la tempestad- que afrontar con sentido de la ética pública lo que se debe hacer. No hay sector de la sociedad en el que sus decisiones hayan resuelto la ingente problemática que rodea a la población que desesperada ya camina por el sendero de desesperanza y frustración del cual es bastante difícil salir.

En todos los frentes de la vida nacional ha actuado de forma por demás desidiosa. En lugar de dedicarse a gobernar agarrando las riendas del país con la responsabilidad que ello implica, sus actuaciones parecieran ser sacadas de un “reality” donde todo lo inverosímil puede suceder. En el frente externo, su ciega sumisión a los intereses del presidente estadounidense lo ha llevado a tal nivel de genuflexión que no pareciéramos ser una república independiere y autónoma. No solo se ha dedicado a impulsar políticas gubernamentales contrarias a la conveniencia nacional, sino que ha persistido en uno de sus fracasos más sonados: lograr la salida de Maduro del poder; y eso sin contar las relaciones que por diferencias ideológicas ha roto con algunos países de la región con los que hemos mantenido armónicas relaciones.

Y qué decir de lo que a diario sucede en cada rincón del país. El incesante y terrible incremento de las masacres -bautizadas eufemísticamente como “homicidios colectivos”- que cada día acaba con la vida de decenas de colombianos sin que el gobierno reaccione con algún tipo de plan que si no descubre sus autores -intelectuales y materiales- al menos contenga estos viles asesinatos. El presidente ha preferido meter la cabeza en un cascarón cerrado y oscuro a fin de no escuchar ni ver la realidad que nos carcome el espíritu y la esperanza.

El orden público es un verdadero caos agravado aún más con los abusos policiales que han destruido decenas de familias de forma inmisericorde. Escudarse en el discurso de las “manzanas podridas” ya ni rabia produce cuando la sistematicidad es más que evidente. El gobierno parece estar jugando con el dolor y el sufrimiento de los familiares de los fallecidos y de los heridos aplaudiendo el accionar de la policía como cuando vestido de “policía”, visitó algunas instalaciones para demostrarnos de qué lado está. Su insensibilidad por las víctimas es tal que no ha tenido la humildad ni siquiera de visitarlas y ofrecerles el apoyo, al menos en el terreno afectivo. En vez de ponerse en los zapatos de quienes han salido lastimados en los hechos más recientes, el gobierno prefiere inventarse fábulas que no las creen ni quienes las promueven: los guerrilleros se vistieron de policías y fueron los responsables de las balas disparadas contra la población que protestaba.

En lo económico el asunto es más indolente aún. Mientras el gobierno, su partido y sus aliados políticos aprueban todo tipo de gabelas para las grandes empresas y los bancos, las micro y pequeñas no reciben ningún apoyo para sortear la crisis que viven por cuenta de esta pandemia.

Para cerrar este “memorial de agravios”, el presidente y sus ministros decidieron violentar el estado de derecho negándose a cumplir el fallo emitido por la Corte Suprema de Justicia respecto a respetar el derecho a la protesta sin que la vida de los manifestantes corra peligro. Es increíble la actitud asumida por estos funcionarios. Pedirle a la Corte Constitucional que seleccione la tutela -de segunda instancia- como si fuera parte del proceso -es apenas una opción- y no cumplir el fallo significa que sus abogados o no conocen la Constitución Nacional -lo cual es grave- o lo que es peor, les importa un bledo. Esta es la cereza del pastel de cómo el gobierno nacional concibe el Estado de Derecho que parece rezar como credo dogmático: “Acato las decisiones judiciales si me convienen políticamente”.¿Habrase visto tal nivel de soberbia y prepotencia gubernamental?

De ver y no creer.

 

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