Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Fecha de vencimiento

Por increíble que se juzgue por parte de la “gente de bien”, algunas de las denominadas  “grandes superficies” donde se expenden productos al detal han dado en “descuidar” la fecha de vencimiento de muchos productos, importándoles muy poco los efectos que estas “inteligentes” decisiones puedan tener sobre la vida y la salud de consumidores, compradores y clientes.

Es absolutamente incomprensible encontrar en neveras y estantes de exhibición productos cuya vida útil está a punto de expirar o, peor aún, se encuentra fuera de los límites de tiempo tolerables por el organismo humano, sin que nadie levante un dedo para condenarlas con abierta y profundo sentido social y humano.

Para comprobar esta desleal práctica comercial, basta con recorrer los espacios físicos de exhibición para comprobar que lácteos, jarabes, vitaminas, pastas alimenticias, y todo tipo de producto de consumo humano, denotan evidentes y preocupantes problemas relacionados con la fecha de vencimiento que pueden ser resumidas así:

  • la fecha de vencimiento ha sido cubierta con atractivos avisos de ocasión como “rebajas”, “descuentos”, “promociones”, mostrándose una dolosa conducta de imprevisibles consecuencias.
  • O, la fecha aparece tan borrosa que nadie puede saber con precisión su momento de expiración induciendo con esto al engaño premeditado.
  • O simplemente, la fecha ha caducado y nadie se inmuta.

Sea cual sea el problema de la fecha de vencimiento y el deliberado o “descuidado” propósito de no fijarse en ellas, con atención y responsable actitud, es una de las prácticas comerciales que además de dejarnos atónitos y con los ojos bien abiertos, merece la más enérgica de las condenas por la sociedad entera. Sobre todo por las autoridades encargadas de vigilar a este tipo de organizaciones comerciales que parecieran ser movidas tan solo por los pesos y los centavos que puedan acumular en sus balances y estados de resultados.

Dada la continua e inexplicable expresión de esta dolosa actividad comercial emprendida por algunas de estas empresas dedicadas a la venta de productos al detal, algunos interrogantes surgen en búsqueda de explicaciones racionales que nos den una justificación por absurda que ella sea, aunque todo pareciera ser parte de una “sesuda” estrategia típica de la viveza de algunos colombianos que buscan lucrarse por encima de lo que sea.

¿Será que esta práctica comercial es una más de la larga cadena de ardides a la que son sometidos compradores y clientes por el poder que estas organizaciones ejercen sobre el mercado? ¿O será que simplemente es una prolongación de la concepción y la implementación de “inteligentes” estrategias de marketing que en lugar de buscar la satisfacción de las partes involucradas –almacén y su mercado-, parecieran girar alrededor de sacar la mayor ventaja posible de la ingenuidad y la confianza depositada en estos operadores? ¿O será más bien que meramente siguen utilizando “sabios” artilugios para responsabilizar a los clientes de sus errores sin asumir la responsabilidad social que les compete, así como cuando por “equivocación” se cobran precios –siempre más elevados claro está- diferentes a los que se encuentran marcados en el producto o en la góndola? ¿O como cuando los compradores o los clientes toman productos que han sido exhibidos bajo atractivos ganchos de “grandes” descuentos y por “coincidencia” resulta que en el momento de pagarlos, estos productos no se encuentran en promoción, siendo ellos (compradores o clientes, por supuesto) los despistados quienes han cometido el error por no fijarse en lo que hacen? ¿O será también que por no sentirse rigurosa y exhaustivamente vigilados por las autoridades correspondientes estas organizaciones abusan del poder que han logrado concentrar a tal punto de seguir atropellando, incluso la generosidad y necesidad de sus proveedores más asiduos?

En fin, pueden ser tantas y tantas las potenciales razones por las cuales esta peligrosa práctica de vender productos con fechas vencidas se está llevando a cabo, que la lista podría no tener límite. Pero más allá de cualquier explicación que se nos pueda dar ninguna puede justificar esta  descarada arbitrariedad a diario cometida a lo largo y ancho del territorio nacional.

Ante ello pareciera que solamente una alternativa nos queda: además de convertirnos en acuciosos vigilantes para evitar que esta práctica se convierta en una tragedia nacional de imprevisibles consecuencias en la salud pública, encomendarnos a todas las vírgenes y a todos los santos para que uno de estos productos no se cuele en nuestra mesa y acabe con la alegría familiar que todos luchamos por construir. Ésta, pareciera ser la opción más inmediata que todos tenemos, al menos mientras aprendemos a nos ser leales con quienes no lo son con nuestras propias decisiones.

 

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