Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Crisis del congreso y la marca país

Son muchos más los colombianos que quisiéramos creer que nuestros “padres de la patria” no han logrado dimensionar el perdurable impacto negativo que están teniendo sus reprochables actuaciones sobre nuestra ya deteriorada marca país. Casi con fe de carbonero nos aferramos a esta “tranquilizadora” idea, porque de no ser así, sería mucho más doloroso tener que aceptar que la mayoría de ellos, con plena conciencia de las consecuencias de sus actos, le hacen daño al país sin sonrojo alguno.

Ojalá nuestros senadores y representantes lograran entender algún día que esta “horrible noche” por la que está atravesando el país entero por cuenta de sus escandalosas actuaciones, es un “institucional” aliciente para que la comunidad internacional desconfíe de todos nosotros y de paso de todos nuestros productos. Entendible prevención que, al contribuir de manera oficial a alimentar la censurable imagen que del país se tiene en muchos países del mundo, está afectando la concreción de muchos negocios en diferentes mercados foráneos. Al menos eso se deduce de algunas conversaciones sostenidas con varios empresarios extranjeros quienes no alcanzan a comprender el “macondiano” universo en el que todos nos desenvolvemos casi sin inmutarnos ante la gravedad de las “joyas” que a diario se destapan.

Y si el hecho de haber venido obrando, -en función de su propio beneficio-, financiando sus campañas con dinero de dudosa procedencia y constriñendo al elector es motivo de espinosa preocupación entre actuales y potenciales compradores internacionales, lo son más las “sesudas” decisiones que se están tomando para superar la inocultable crisis que nos invade.

Por supuesto que es de humanos equivocarse pero es inadmisible que una vez descubiertos sus torcidas actuaciones no tengan la entereza y la nobleza de aceptarlas y asumir las consecuencias. Cuando surgen los indicios y las pruebas, ninguno de ellos las admite prefiriendo siempre recurrir a inocuas leguleyadas para hacerle el quite a la implacabilidad de la justicia. Y es ahí cuando brotan las promesas y los juramentos de inocencias agraviadas, las frívolas argucias de imaginarias persecuciones y montajes orquestados por “enemigos políticos”, las sospechosas renuncias a los fueros por los que precisamente se enredaron, la descarada burla a la justicia por quienes deberían ser el más visible ejemplo de millones de colombianos.

Y si no aceptar la culpabilidad por más que las evidencias golpeen sus desfachatados rostros es ya una conducta inadmisible, causan tristeza –por decir lo menos- las insulsas y negativas reformas que han transitado en el congreso. Producen desconsuelo e impotencia los “correctivos” propuestos frente a la caótica situación que vivimos donde campean la desigualdad y la inequidad. Todos ellos dirigidos, contrario a lo esperado, a evitar que las sanciones, así sean sociales, puedan materializarse. Con razón, dicen algunos, que la frustración de la mayoría de nosotros es culpa nuestra, por “pecar de ingenuos” creyendo que los congresistas son capaces de pensar en el “interés supremo de la patria”, encontrando mecanismos que “blinden” nuestras instituciones en función del bienestar de la mayoría ciudadana. Es mucho pedir. Hay que ver la forma en la que han venido legislando en contra de los intereses populares. Pareciera imperar entre las mayoría de ellos una suerte de oscura complicidad para no votar los profundos cambios que todos reclamamos con ahínco.

Esperamos que algún día estos políticos -muchos con su reelección en mente- sean capaces de entender que la imagen-país es un intangible nacional que nadie tiene derecho a lastimar bajo pretexto alguno. Sus deplorables conductas reflejadas en los elevadísimos niveles de imagen negativa que a pulso se han ganado en los últimos tiempos, son un desastre para el país. Fantaseamos que llegue el momento en el que logren comprender que cuando se pierde la genuina credibilidad en los productos “made in” de determinado país, solo se consiguen perniciosas asociaciones mentales que perjudican de manera notable los negocios y las marcas nacionales. Que frente a ello poco valen las intensas y costosas campañas de “lobby” tratando de defender lo indefendible. Las imágenes no se lavan a punta de discursos e insulsas justificaciones; “valen más que mil palabras”. Y son precisamente estas imágenes las que, en el marketing internacional, preceden cualquier transacción comercial. La marca país, a diferencia de las marcas domésticas, se vende con todo. Se comercializa como territorio en el que se fabrican los productos y como imagen asociada a determinados simbolismos de consumo que cada país construye de forma colectiva.

¿Hasta dónde iremos a llegar? ¿Cuándo tendrán estos congresistas un gesto de altiva grandeza para que sin atajos asuman sus errores y no nos empujen a todos al abismo del descrédito y la desvergüenza? ¿Hasta cuándo seguiremos soportando que estos políticos de profesión sigan deteriorando nuestra marca país, sin que reciban su merecido castigo?

 

 

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