Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

Colombia, un producto político desteñido

Quienes nos observan, analizan e interpretan desde el extranjero deben estar aterrorizados con el galimatías que estamos padeciendo. A pesar de haber vivido siempre en medio de una constante zozobra colectiva e individual -como si camináramos sobre un campo minado- la vorágine de hechos que hemos estado soportando -estoicos y por momentos inermes- no tiene parangón alguno.

Nunca -ni siquiera en los tiempos de Samper y de Pastrana- habíamos estado sumidos en tales niveles de desesperanza y desconsuelo viendo cómo el país se nos cae a pedazos con el contubernio de la clase dirigente que siempre nos ha gobernado. Y lo peor, tal vez, es saber cómo la institucionalidad -propia de las llamadas democracias modernas- ha venido siendo pisoteada de múltiples formas y con diferentes intereses que no son los de la nación entera, aunque se grite a los cuatro vientos que se hace en nombre de la “patria”.

Los hechos, además de entristecedores, son vergonzosos por donde quiera que se les mire. No hay espacio social y político que no se encuentre sacudido por este desgobierno que impera a lo largo y ancho de la geografía nacional a pesar de las altisonantes declaraciones de los responsables de estar asegurando el bienestar colectivo.

Volvimos a los tiempos -aunque a decir verdad nunca han cesado- en los que la sangre de inocentes corre por los campos y ciudades, con el agravante que ahora la crueldad se ha ensañado con los más jóvenes. Duele, sin duda, pero lo más descorazonador, es la respuesta de las autoridades. En lugar de “tomar el toro por los cuernos” el gobierno o, recurre al uso de grotescos eufemismos -homicidios colectivos- para cubrir la dura realidad o, a proponer como solución el regreso a las aspersiones aéreas de glifosato. Acciones tan descabelladas como completamente desenfocadas. Como si con ello se lograra borrar de la faz de la tierra el dolor que inunda el alma de los familiares y amigos de las víctimas de esta violencia que no cesa.

Y para completar este mórbido panorama, el escenario político es mucho más enmarañado aún. Por culpa de la reelección y los períodos individuales y no institucionales de los organismos de vigilancia, el presidente hoy tiene cooptados no solo los organismos de control -lo que es gravísimo-, sino que también ha logrado -no le ha sido muy difícil dada la naturaleza de nuestra clase política- poner de su lado al poder legislativo.

Y ni qué decir de los ataques que desde diferentes flancos ideológicos y orillas políticas se le viene haciendo a la rama judicial en la que están depositadas parte de las esperanzas de los ciudadanos colombianos. Es increíble la forma como desde el gobierno nacional, el partido de gobierno y algunos de sus adláteres se ha orquestado una virulenta danza de acusaciones y descalificaciones de la Corte Suprema de Justicia porque sus decisiones no les han favorecido. En lugar de recurrir -como se hace en una democracia- a debatir jurídicamente los argumentos del juez natural, se ha preferido “acabar” -con el apoyo de los grandes medios de comunicación y algunos periodistas- con su prestigio y el respeto que como institución en un Estado de Derecho se merece.

A todo ello se suma un hecho insólito -no por lo inédito sino por lo reiterativo-: se sigue ratificando el palmario desconocimiento que tiene el presidente y su equipo de gobierno de las verdaderas condiciones de vida que están padeciendo grandes capas de la población. O, lo que es peor, los intereses que defiende no son los de las clases sociales más desfavorecidas, sino son los de quienes siempre han tenido el control del Estado. Es atortolante.

Es triste la forma en la que la imagen del país se sigue destiñendo. Como producto político, Colombia está caminando por el peligroso borde de la cornisa con el riesgo de desfondarse más rápidamente de lo que se piensa. Cada día se siente una desesperanza que como grito lastimero se opaca en este desierto de impudicia y cinismo político que como un ave de mal agüero nos obnubila el mañana con el que todos soñamos.

¿Serán conscientes quienes nos gobiernan el inmenso daño que le están haciendo a la imagen del país? ¿No se darán cuenta que la imagen que estamos proyectando a la llamada comunidad internacional es nefasta y cuyos terribles efectos son impredecibles? Aunque duela reconocerlo, ellos sí saben lo que hacen, solo que sus intereses son distintos a los que nos prometieron cuando como productos políticos -en campaña- enarbolaron otras banderas con las que accedieron a los cargos de representación popular.

 

PD: Ya está disponible nuestro programa de esta semana en mi canal de YouTube “Marketing y Sociedad”: Tienda de barrio. Presento el primer programa de los que realizaré sobre la tienda de barrio. Señalo las razones fundamentales por las que éstas no desaparecerán en el corto plazo. Enfatizo el rol social y comercial que juegan y que las ata a la vida de la comunidad de la que hacen parte esencial.

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