Mercadeando

Publicado el Dagoberto Páramo Morales

¿Cómo acabar la marca y los negocios de un canal de televisión?

Algunas personas en Colombia deben estarse preguntando: ¿qué ha pasado con los otrora poderosos canales de televisión que todo lo controlaban y hoy acusan graves problemas financieros? ¿Qué han hecho para haber perdido su imagen, su prestigio, y sobre todo su pauta? Muchas razones puedo señalar. Para encontrarlas es necesario analizar la complejidad de su labor. Veamos.

En el desarrollo de su actividad estas organizaciones deben combinar dos intereses que por su naturaleza son antagónicos. Por un lado, su condición de ser empresa -o parte de un conglomerado empresarial- les impone tener que generar utilidades que generalmente provienen de la venta de sus espacios publicitarios a sus anunciantes privados o públicos. Por otro lado, su programación debe responder a los intereses sociales y culturales de las audiencias que son las que, a través del raiting de sintonía, hace que los anunciantes se motiven a pautar sus productos -bienes o servicios-. Adicional a esta ambivalencia y dado que la televisión es un servicio público, los directivos deben someter sus decisiones a la vigilancia estatal y al cumplimiento de leyes y códigos -muchos de autorregulación- con los cuales el Estado busca el bien común y el bienestar general.

Y es en la resolución de esta clara contradicción en la que los grandes canales privados colombianos -RCN y Caracol- se han equivocado desde tiempo atrás, generando un gran desencanto entre la mayoría de la población colombiana y destruyendo el más grande de los activos que tiene una organización empresarial: su marca.

Si bien es cierto han hecho algunos esfuerzos por mantener sus audiencias financiando y produciendo programas de corte regional y de interés nacional, la línea editorial que han venido impulsando les ha ayudado a cavar lentamente su propia tumba. Es claro que desde hace varios años estos canales han asumido una posición política -politiquera- traducida en noticieros y “programas de opinión” a favor de una corriente política -el uribismo- y en defensa -muchas veces descarada y manipulada- del establecimiento. Han sido tan descaradas sus posturas políticas que no han tenido empacho alguno en mostrar las realidades sociales de manera amañada y sesgada, y, lo que es peor, fraccionada y acomodada no a los hechos, sino a la visión de sus directivos y en defensa de los gobernantes de turno.

Todo esto ha contribuido a la paulatina erosión de la imagen de marca que hoy es completamente opuesta a la de aquella cuando iniciaron sus operaciones. Basta con ver los rechazos -y hasta los saboteos- que buena parte de la población manifiesta en distintas regiones del país. Prácticamente nadie ve sus programas -algunos de muy mala calidad en contenido y en forma-. Son innegables los bajísimos niveles de sintonía de sus programas por más que han intentado todo tipo de estrategias para recuperarse. No solo han modificado los “sets” de grabación y los formatos de algunos programas, sino que han contratado notables personajes de la vida pública que “laven” su imagen. Y nada. No repuntan. Para su desgracia, sus directivos se dieron cuenta bastante tarde de sus crasos errores. Uno de ellos, por ejemplo, fue haber tenido a periodistas con marcados sesgos ideológicos en cargos de dirección -Claudia Gurisatti, Hassan Nassar- que solo han generado controversias en beneficio de sus propias visiones y no de los intereses de los canales.

Y si esto es grave, lo es más la falta de comprensión del rol que han venido jugando las redes sociales en la formación de la opinión pública nacional. Sus directivos no han entendido que los canales ya no tienen el monopolio de la “verdad” que antes propalaban como la única que todos debíamos aceptar. Aún siguen sin entender el papel de las nuevas ciudadanías y el arrojo que tienen para comunicarse con la población haciendo uso de los celulares con los cuales ejercen el derecho constitucional de estar informado de manera libre y soberana. Prueba palpable de lo que viven estos canales, es la información que circula alrededor del paro nacional que vivimos desde el pasado 21 de noviembre. Mientras los noticieros de estos canales insisten en contar la verdad parcializada y tendenciosa, las redes sociales señalan hechos que se han querido ocultar, mostrando diferentes ángulos de la noticia de lo que a diario se vive en torno a graves denuncias que desde los canales privados se minimizan o, se invisibilizan. No se han dado cuenta que la verdad ya no es propiedad única de ellos -ni de los medios impresos-. La información veraz ya no proviene solo de las fuentes oficiales, circula como pólvora a través de las múltiples redes sociales que llegaron para que ésta sea un bien colectivo y no de una élite.

¿Se darán cuenta algún día estos canales que el mundo ha cambiado de manera vertiginosa? O, ¿será que van a esperar hasta que su quiebra definitiva los conduzca a su desaparición definitiva del espectro audiovisual nacional? ¿Serán conscientes que una imagen de marca no se recupera fácilmente?

 

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