Este abril, la literatura universal ha perdido a uno de sus más grandes referentes: Mario Vargas Llosa.

Por Felipe Janica

Este abril, la literatura universal ha perdido a uno de sus más grandes referentes: Mario Vargas Llosa. Pero su fallecimiento no debe considerarse únicamente como el cierre de una página literaria, sino como un momento para reflexionar sobre la vigencia de sus ideas en otros ámbitos fundamentales para nuestras sociedades: la economía, la empresa, el liderazgo, la ética organizacional.

Vargas Llosa no fue solo un narrador brillante. Fue un intelectual comprometido con la libertad, un pensador político, un activista por los derechos humanos, y un crítico feroz de toda forma de autoritarismo. Su pluma fue su empresa; su narrativa, una estructura de pensamiento estratégico; y su obra, un legado que puede —y debe— iluminar el camino de líderes, empresarios, economistas y estrategas.

De la narrativa a la estrategia: el poder de la libertad

Desde La ciudad y los perros hasta El héroe discreto, Vargas Llosa retrató con precisión quirúrgica las dinámicas del poder, la corrupción institucional, la doble moral, la represión ideológica, y la lucha —a veces silenciosa, otras veces heroica— por mantener la libertad individual frente al abuso estructural.

Uno de sus grandes aportes es enseñarnos que el verdadero cambio no nace de los sistemas, sino de las personas. En La fiesta del Chivo, por ejemplo, explora los mecanismos del control en una dictadura, pero también nos muestra cómo ese mismo control puede darse en cualquier organización que privilegie la obediencia sobre la creatividad, el miedo sobre la innovación, o la sumisión sobre el criterio.

En el mundo económico, esta lección es poderosa: las organizaciones que no promueven la libertad de pensamiento, que no permiten la disidencia creativa ni construyen culturas donde la autonomía tenga espacio, están destinadas a la mediocridad, aunque sus cifras digan lo contrario en el corto plazo.

Las empresas también pueden “joderse”

En Conversación en La Catedral, la pregunta que atraviesa toda la obra es: “¿En qué momento se jodió el Perú?” Esa misma pregunta puede aplicarse al mundo empresarial:
¿En qué momento se jodió esta compañía? ¿Cuándo se torció el propósito original? ¿Cuándo se pasó de construir valor a simplemente extraerlo?

A menudo, estas rupturas no son producto de decisiones financieras o de mercado. Son crisis éticas, de liderazgo, de cultura. Vargas Llosa lo sabía: los sistemas caen cuando los principios se abandonan, cuando se olvida que detrás de cada KPI hay personas, y que sin libertad no hay dignidad, y sin dignidad no hay verdadero progreso.

¿Qué puede aprender el mundo económico de Vargas Llosa?

  1. La ética no es opcional
    Vargas Llosa fue un defensor de la responsabilidad moral en todas las esferas de la vida. En el mundo de los negocios, esto implica que el éxito no debe medirse solo en EBITDA o capitalización bursátil, sino en el impacto social, el trato justo a los colaboradores y la integridad de las decisiones.
  2. Las ideas importan más que los algoritmos
    Frente a un mundo cada vez más gobernado por la automatización, la obra de Vargas Llosa nos recuerda que el pensamiento crítico, la reflexión profunda y el humanismo siguen siendo esenciales para una economía verdaderamente transformadora.
  3. La innovación requiere libertad
    Las organizaciones más disruptivas son aquellas que permiten a sus talentos pensar diferente, disentir, proponer, arriesgar. Vargas Llosa jamás se alineó con lo políticamente correcto ni con las modas intelectuales; su ejemplo desafía a los empresarios a no temer al conflicto constructivo ni a las ideas revolucionarias.
  4. El storytelling es una herramienta estratégica
    Como maestro del relato, Vargas Llosa entendía el poder de las historias para generar cambio. En un mundo de marcas, empresas y mercados, saber construir una narrativa auténtica, coherente y aspiracional puede ser tan importante como tener un buen producto o servicio.
  5. El cambio es posible, pero duele
    Como lo muestra en El pez en el agua, su autobiografía política, cambiar un sistema —ya sea un país o una compañía— requiere valentía, incomodidad, rupturas y, muchas veces, pérdida. Pero el resultado es la transformación auténtica.

El legado como brújula empresarial

Vargas Llosa fue, en esencia, un empresario de las ideas. Su taller de escritura fue una fábrica de sentido; sus novelas, mapas para entender los conflictos humanos y sociales; y su vida, una apuesta constante por la coherencia entre el pensamiento y la acción.

Para los líderes empresariales de hoy, su legado es una brújula. Nos invita a preguntarnos:

  • ¿Estamos liderando con principios o simplemente administrando?
  • ¿Nuestra organización promueve la libertad o la encierra en procesos y estructuras que asfixian?
  • ¿Tenemos el coraje de decir lo que pensamos y actuar en consecuencia, incluso si eso implica ir contra la corriente?

Conclusión: El mercado también necesita literatura

El fallecimiento de Mario Vargas Llosa no solo debe conmover a los lectores, sino también a los hacedores del mundo económico. Porque sin libertad, sin ética, sin relato humano, ni el mejor plan de negocios sobrevive.

En tiempos de IA, inflación, guerras comerciales y recesiones morales, leer —y aprender de— Vargas Llosa es más urgente que nunca. Porque la economía necesita racionalidad, sí, pero también necesita alma.

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