Por: Diana Ramirez Rosas
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Comprando Kellogg´s en la tienda de la esquina, otra vez se hizo tarde. Me preguntaba de qué manera llegó un desayuno tan rápido en la mañana de hoy. Detrás de cada alimento se involucran saberes campesinos, cosmovisión indígena, multinacionales con hambre de beneficio económico y claro está, nosotros los consumidores con hambre de alimentos. La quinta parte de la población infantil no ingiere el nivel requerido de proteínas, espero que mi desayuno sí lo tenga para darme energía en una larga jornada.
La producción de alimentos se realiza actualmente bajo la lógica productiva del modelo hegemónico donde la racionalidad, inspirada en la ganancia y la acumulación, cambió de manera significativa la productividad de la naturaleza, esto se debe a lo que se conoce como la revolución verde, que consistió en la siembra de variedades mejoradas de granos, el cultivo de una sola especie en un terreno y la aplicación de grandes cantidades de agua, fertilizantes y plaguicidas. De esta manera, la producción supera a la obtenida con las técnicas tradicionales de cultivo, gracias a innovadores sistemas como el de los alimentos transgénicos, los cuales han sido producidos a partir de un organismo modificado mediante ingeniería genética y al que se le han incorporado genes de otro organismo para producir las características deseadas. De este modo, las plantas transgénicas pueden resistir plagas, aguantar mejor las sequías, o resistir mejor algunos herbicidas.
Para referirme específicamente al último tema, sigo a Greenpeace en España, donde se indican algunas consecuencias negativas tras el uso de la agricultura industrial y los transgénicos. Se indica que la práctica de estos, incrementa el uso de tóxicos en la agricultura, producen pérdida de biodiversidad, desarrollan enfermedades, generan la desaparición de insectos, la toxicidad del agua y la tierra, la deforestación y se suman al cambio climático. También se le atribuye a la agricultura industrial la desaparición de un 20% de las abejas en Europa, causado por los plaguicidas que perjudican la población de estos antófilos. Situación alarmante puesto que un buen número de las plantas silvestres y de alimentos dependen de la polinización.
¿Y la lógica con la que producen los campesinos de mi país?
Tomando el ejemplo de Boaventura de Sousa Santos, para los indígenas o los campesinos, la productividad de la tierra no es definida en un ciclo de producción sino en varios, porque la tierra está productiva este año, al año siguiente no se la cultiva para que descanse, y luego volvemos a empezar. En contraposición a la idea expuesta al principio, donde el crecimiento económico y la productividad mensurada en un ciclo de producción determinan la productividad del trabajo humano o de la naturaleza.
De esta manera, las discrepancias entre estas dos lógicas productivas radican en el conocimiento. El de la primera se basa en el conocimiento científico el cual desarrolló eficientes tecnologías para conocer todos los objetivos posibles. Pero el panorama actual en cuanto a este, es un poco desalentador, pues el nexo que hay entre investigación y poder se hace más estrecho. Así, el nuevo saber es depositado en los bancos de datos siendo utilizado de acuerdo a las decisiones que convengan al poder. Mientras que la investigación, es guiada por las instituciones burocráticas sin una reflexión previa acerca de las posibles consecuencias. Y teniendo en cuenta, que la naturaleza en la actualidad requiere mayor responsabilidad humana, porque podemos modificarla severamente, se hace necesario crear conocimiento con una reflexión crítica que no ponga en peligro la noción del hombre y de la naturaleza.
En cuanto a la lógica dada por las prácticas sociales encontramos una variedad de conocimientos como: los tradicionales, populares, indígenas y campesinos. Estos conocimientos han sido invisibilidados al no tener un carácter científico que los avale, por tanto quedan reducidos como un simple suministro del saber científico.
En el año 2000, Colombia se comprometió a cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Para su primer objetivo, el de erradicar la pobreza extrema y el hambre, la meta nacional se pactó como el acceso a una alimentación adecuada y suficiente. El error incide en que las políticas que buscan dar solución a esta problemática lo ejecutan con una mirada centralizada, donde las personas tengan acceso a los alimentos. Ignorando, como lo hemos visto en los planes de desarrollo y políticas públicas, las estructuras sociales y económicas que definen las posibilidades de obtención de éstos.
De esta manera, se incrementa la dependencia hacia métodos rápidos que solventen la necesidad del momento, en afán de reducir un índice de importancia política que se ajuste al sendero del “desarrollo”. En esta vía, entran a los países multinacionales que ofrecen alimentos a precios bajos y llegan fácilmente hasta la tienda de hoy en la mañana. Conviene económicamente a las multinacionales que dominan la tecnología (biotecnología, microbiología, genética entre otras), incorporar los productos agrícolas transgénicos, dejando a un lado los alimentos culturales y tradicionales de nuestro país.
Estamos perdiendo soberanía alimentaria, la manipulación genética reside en los empresarios que intentan hacer de esta un negocio, arriesgando la vida de seres humanos, animales y plantas al introducirse con poco cuidado. Además, el Gobierno colombiano no le da la más mínima importancia a este tema, porque la sociedad no está informada. De esta manera, resulta muy difícil responder sí me alimenté hoy al comer.