El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Una manita en la pandemia

Las más de 100.000 manicuristas que hay en Colombia quedaron a su suerte durante el confinamiento debido a la inexistente relación laboral con sus salones de belleza y peluquerías. Pero el modelo independiente (servicios a domicilio), reforzado con tecnología, puede representar una solución para este sector.

Foto tomada de Pixabay.com

La mitigación de los impactos económicos de la pandemia del COVID-19 en Colombia se ha centrado en la industria manufacturera, la construcción, el turismo y los principales exponentes del comercio (restaurante, moda, etc). Si bien son sectores de gran peso, y hay que ayudarlos, algunas actividades no tan mediáticas han quedado por fuera de la atención de las autoridades y del público en general. Por ejemplo, ¿qué ha pasado con las manicuristas?

Si bien una manicura no es un servicio público esencial, sí es un servicio permanentemente demandado por los colombianos. El problema es que desde antes de la pandemia esta actividad ya venía presentando serios problemas en su estructura económica y laboral, y ni siquiera entonces el Gobierno tenía tiempo o voluntad política para molestarse en pensar una solución.

Las condiciones laborales es el punto más delicado. Son pocas las afortunadas que logran ser contratadas y contar con todas las prestaciones de ley. En el resto de casos se implementan modelos ambiguos y por lo general desequilibrados. En algunos sitios deben pagar un arriendo por esa silla en la que prestan sus servicios, y en otros se maneja un sistema de comisión en el que se reparten las ganancias con el local: una distribución de 50-50 se considera la norma (pero hay casos en los que gana más el empleador).

De hecho, hay lugares en los que se deben pagar tanto arriendo como compartir ganancias. Como si no fuera suficiente, también deben pagar por el uniforme y los insumos (del manicure). Incluso, hay casos en los que deben aportar para el pago de servicios públicos. Y la seguridad social pasa a un segundo plano por los contratos de prestación de servicios, que es el común denominador en este sector.

Es decir, prácticamente no hay vínculo laboral entre las manicuristas y sus empleadores. Por esto no sorprende que estas profesionales hayan quedado a su suerte cuando comenzó la pandemia y cerraron las peluquerías y salones de belleza ¿Qué tan grande es el impacto?

Este es precisamente otro de los problemas del gremio: el silencio estadístico, es decir, no hay datos puntuales sobre el gremio manicurista. No se sabe su tamaño, comportamiento, o los empleos que genera. Entonces, no es claro cuántas personas de esta actividad se han visto impactadas por la pandemia.

Pero se pueden hacer cuentas por otro lado: un reporte de 2014 del Dane indica que para ese momento había cerca de un millón de personas  que vivían del negocio de la belleza y el cuidado personal; y según la Asociación Nacional de Empresarios (Andi) hay más de 100.000 peluquerías o salones de belleza en Colombia. Entonces, es factible hacer el supuesto de que hay al menos una persona que preste el servicio de manicure en estos locales, lo que indicaría que hay al menos 100.000 manicuristas en Colombia.

Sobreviviendo la pandemia

Maria Isabel (se omite su apellido para proteger su trabajo), una manicurista con décadas de experiencia y que ha trabajado en algunos de los principales salones de belleza del país, explica que “durante el confinamiento la peluquería no nos dió apoyo, de hecho, dejamos de saber de ellos. Después de unos meses decidí comprar una tina portátil, algunos insumos, y comenzar a hacer manicuras y pedicuras a domicilio con los clientes de confianza. Les expliqué que el costo de mi transporte debía correr por parte de ellos, pero afortunadamente no tuvieron problema”.

En efecto, son pocas las personas que cuentan con el músculo financiero para poder soportar cinco meses sin trabajar. Y para este gremio, en el que reina la informalidad, la pandemia las obligó a tomar riesgos para reactivar sus ingresos, aunque no todos.

“En la peluquería tenía más clientes, por lo que ganaba más en ese entonces. Pero con los domicilios al menos me quedo con todo lo del servicio, entonces por ahí compenso. Además, en lo personal me da miedo trabajar en la peluquería, pues no todos son responsables con los protocolos de bioseguridad. Por eso prefiero solo trabajar con clientes de confianza”, indicó María Isabel.

Desde el 1 de septiembre de 2020 se reactivó el país, incluyendo el servicio de peluquerías. Entonces, las manicuristas se enfrentan a un “trade-off” (decisión costo-beneficio) entre volver a trabajar en los salones de belleza o seguir como independiente ¿Qué es más rentable?

Si bien en una peluquería o salón de belleza tienen más flujo de clientes, de hasta diez al día, también hay limitaciones: deben cobrar siempre lo mismo, y aunque sean contratistas les suelen pedir cumplir horarios. Y por supuesto la gran restricción de este modelo es que deben compartir el 50 % de sus ganancias.

En cambio, como independiente pueden ganar los mismo, por la mitad del trabajo al salirse del modelo de comisiones. Y algunas manicuristas como María Isabel ya tienen varios clientes en ciertas zonas, haciendo más eficiente el desplazamiento. Además, tienen control de precios para cobrar más para esos servicios más complejos, o según la demanda (como Uber). El gran problema son los días muertos pues este es un servicio que tiene una cierta periodicidad, un cliente puede hacerse una manicura cada dos o tres semanas.

Sin embargo, para este problema la tecnología tendría una solución. Pueden usar La Manicurista, una app colombiana que conecta manicuristas con potenciales clientes. De manera que ahora estas profesionales no dependen de su red de contactos, sino que pueden recurrir a esta plataforma para llegar a más clientes. Si bien esta aplicación también representa un costo, puede ser una opción para rentar esos días muertos: en el resto de días pueden seguir trabajando con clientes de confianza.

Es claro entonces que el gremio manicurista ya era una actividad que recibía poca atención de las autoridades y del público en general frente a sus delicados problemas laborales y económicos. Por esto, no sorprende que durante la pandemia quedaran a su suerte. Pero tal parece que los modelos independientes, reforzados con la ayuda de la tecnología, pueden darle una manita a estas profesionales que brindan un servicio de valor para los colombianos.

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