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Trump, el populismo y la crisis de la empatía.

Por: Javier Ardila
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Muy bien lo dijo una prima cuando sentenció con su augurio: “un año que comienza con la muerte de Bowie no puede ser uno bueno”. Este es el sentimiento que muchos compartimos sobre el 2016. Un año en el que al parecer todo lo que podía salir, mal salió mal y que nos deja al Reino Unido buscando salir de la UE, la incertidumbre sobre los acuerdos de La Habana y a Donald Trump como presidente electo de EEUU. A pesar de ser tres sucesos casi totalmente independientes, nos dejaron el mismo sabor de boca. Los tres fueron votaciones en las cuales no solo no se cumplieron los pronósticos, sino que se votó en contra del establecimiento, y como resultado en los tres casos hoy no sabemos qué nos depara el futuro.

Aunque es posible sugerir otros puntos similares entre los tres, las similitudes casi se detienen ahí. Si bien los derechos LBGTI jugaron un papel en la elección de Trump y en el plebiscito en Colombia, poco tuvieron que ver en el Brexit. Del mismo modo la inmigración fue una carta muy importante en el Brexit y para Trump, pero no jugó para nada en el plebiscito. Siendo así las cosas, vale más concentrarse el fenómeno que engloba estos tres eventos y tiene al mundo preocupado: el regreso del populismo.

La preocupación no es infundada, el populismo se le percibe por lo general como algo negativo. A él se le asocian regímenes como el Nacional Socialismo de Alemania, la revolución Bolivariana en Suramérica y los múltiples mandatos de Silvio Berlusconi en Italia. Sin embargo, existe un país donde el populismo se ve como algo bueno, e incluso, como algo deseable. Este es la Argentina, nación donde hablar de populismo no es hablar de opresión sino de esperanza y de justicia social. De un pueblo agradecido con unos líderes que desafiaron al establecimiento para mejorar la calidad de vida de los menos afortunados.

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Precisamente esta es la definición académica de populismo, un movimiento en el cual el pueblo se levanta frente a una clase dirigente o apoderada debido a la creciente injusticia. Incluso, dependiendo a quien se le pregunte, sucesos como la revolución francesa o la independencia de EEUU son clasificados dentro del populismo. Partiendo de esta definición  es fácil de observar varios casos que serían ejemplos de populismo, ya que son muchos los sucesos que han compartido esta fórmula.

El elemento más característico del populismo es que el pueblo es siempre conducido por un caudillo, quien eventualmente termina por convertirse en un monstruo para algunos si no para todos. Sin embargo, este no merma su percepción popular. En Argentina Perón y Evita son casi figuras sagradas de la política y los pobres y el mismo es el caso de Chávez en Venezuela. Para no ir más lejos el mismo Napoleón encaja perfectamente en la definición, siendo odiado en el resto de Europa mientras que par los franceses representa casi a la misma Francia. Si bien cuando pensamos en populismo se nos viene a la cabeza Hitler, quizás sea él más bien la excepción que la norma.

Para mí este es el mayor peligro que representa Trump, y es el caso en el que él, contra todo pronóstico, resulte siendo un buen presidente, o al menos bueno para una parte significativa de los americanos. Esto lo digo sin ningún sarcasmo. De la misma manera que hace poco más de un año nos dijeron que Trump no tenía ninguna posibilidad de ser elegido, hoy se nos dice que él va a ser lo peor que le puede pasar a los EEUU. Aunque todo apunta a esto, la posibilidad de que no le vaya tan mal existe y teniendo en cuenta como han errado los pronósticos este año haríamos mal en confiarnos de nuevo.

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Via: Wikimedia

También partiendo de las experiencias pasadas, durante el auge del populismo debemos concentrarnos en reforzar la democracia. Es cierto que muchos sienten que esta les falló este año, pero no se puede exigir limitar la democracia en tiempos en el que partidos de derecha controlan gran parte de los gobiernos del mundo. Más bien estos resultados deben entenderse como un síntoma de un problema sistemático y este en mi opinión es la incapacidad de comprender al otro.

Por ponerle un nombre lo he llamado la: “crisis de la empatía”, esto porque al parecer todos vivimos en una burbuja donde se nos hace imposible ponernos en el lugar del otro y entender por qué él piensa y actúa como lo hace. Peor aún, creemos que nuestro lado es el único que tiene razón y justificamos así nuestros ataques. Ya sean los toros, los asuntos de la comunidad LBGT o la paz; todos tenemos posiciones muy férreas en cada uno de estos temas y muchas veces las defendemos a capa y espada. Desafortunadamente el problema no es nuestra posición frente a cualquiera de estos asuntos, sino nuestra propensión a considerar que todos tienen una respuesta binaria. Es decir, que se reducen a un sí o un no, paz o no paz, adopción o no adopción. Esto no es más que otro ejemplo de un hecho que salta a La Luz cada vez más, y es que son pocas las personas quieren aceptar que la vida es complicada. Que más allá de un sí o un no, cada cosa tiene sus más y sus menos, y los matices son inherentes a casi cualquier decisión.

Es quizás esta manera de pensar el mayor responsable del regreso del populismo. Y mientras sigamos acostumbrados a pensar de esta manera binaria y no nos pongamos a trabajar en entender al otro no sería raro que replicáramos una elección cómo la estadounidense. Ya lo dijo Daniel Samper: “la candidatura de Ordoñez ya no es inviable”.

P.d. Para aquellos que lean alemán les dejo un artículo escrito por una joven adolecente de Berlín luego de vivir en la mitad de la zona republicana de EEUU. En este ella relata el gran desafío que fue al principio hallarse rodeada de gente que pensaba totalmente contrario a ella. Sin embargo, al final de su estadía no pudo llegar a concluir que esta gente fuera mala e incluso entendió porque alguien podría votar por Donald Trump. https://www.taz.de/!5344159/

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