Por : Alejandra Rendón Santa ( @alejirs )
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Indudablemente, la ilustración ha aportado toda la racionalidad indispensable para envolvernos en un estado moderno. Fue el cimiento para entender el mundo en el que habitamos de una manera científica, lógica, demostrable y “real”.
Ilustración: Alejandra Rendón Santa ®
El período de la ilustración se caracteriza porque en él se le da gran importancia al poder de la razón humana. El hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia: mostrando como real lo que puede ser entendido por su razón y aquello que no considera racional, rechazándolo y catalogándolo como falso e inútil. El siglo de las luces, como también fue llamado, es sinónimo de endiosar la razón encendiendo las “luces” de la lógica y de la ciencia que debían iluminarlo todo. Había que educar en estos pilares esperando que, en la medida que la ignorancia cediera ante una humanidad ilustrada, se daría el desarrollo o progreso.
Ya han pasado más de dos siglos y hemos visto grandes avances basados en la ciencia y en la razón. Los conocimientos científicos y tecnológicos crecen rápidamente en aras de ese progreso, pero el ser humano se está enfrentado a otro tipo de problemas que la misma razón no ha podido solucionar. El desarrollo científico ha producido situaciones que amenazan incluso la supervivencia, la salud física y mental, produciendo desequilibrios sociales y emocionales.
La ciencia y tecnología han permitido al hombre una vida más cómoda cubriendo de cierta manera necesidades físicas y materiales. Sin embargo, esto no logra que el ser humano sea completamente feliz. En este orden de ideas, pienso que esta filosofía no nos ha ayudado a desarrollar completamente nuestra consciencia de seres humanos planetarios, del universo y para el universo, ni a formarnos como seres con una capacidad de comprensión tolerante y amplia. Mucho menos a relacionarnos correctamente con los demás y el entorno, ya que establecemos relaciones racionales y hemos fallado en la construcción de relaciones emocionales. Nos han educado para que veamos el blanco y el negro, y en el encuentro con los matices nos enceguecemos.
Nuestros valores se están transformando. Las relaciones, la forma cómo vemos el mundo y nuestras necesidades cambian, pero a pesar de esto, siempre existirá la necesidad de cultivar el espíritu, de amar y ser amado, de ese algo que permita al ser humano paz, armonía y felicidad y en eso, se debería enfocar la educación.
Me pregunto entonces: ¿hemos endiosado mucho y por mucho tiempo a la razón? ¿ha contribuido la razón para que el ser humano sea feliz y su vida sea mejor? Tenemos muchos conocimientos, saberes, pero ¿qué sabemos de nosotros mismos, de nuestra condición humana? Es verdad, la razón es parte del ser humano, pero ¿la hemos utilizado para saber vivir, individual y socialmente?
En la ilustración del siglo XVII, vemos el racionalismo de Kant cuando además de interesarse por cuestiones científicas de la física y la matemática, también muestra la prevalencia de la razón en planteamientos de la esencia humana: ¿qué es el hombre? ¿qué puede esperar? ¿qué debe hacer? ¿qué puede conocer? Planteamientos que se conocen como el “criticismo” en los cuales trata de establecer cuáles son las posibilidades y límites del conocimiento humano o razón (Crítica de la Razón Pura), donde analiza el problema de la ética y el comportamiento humano, y determina qué principios deben orientar nuestro comportamiento y todas aquellas acciones en las que intervenga la libertad, fundamentando una ética racional. Todo esto es analizado desde una perspectiva muy racional, sin que puedan intervenir otras dimensiones del ser humano. Kant ya deja planteado que, por el hecho de estar en la tierra, un espacio finito, debe existir una hospitalidad y un respeto al otro, que los países deberían reunirse en una federación de pueblos para conseguir una coexistencia pacífica. Lo curioso es que para Kant la creación de una sociedad era una meta muy lejana.
Es hora de plantearnos una nueva ilustración, una que responda a los retos que debe enfrentar el hombre en el futuro, como es “la comprensión cabal de su propia racionalidad práctica, para que pueda esquivar los riesgos de verse sometido a nuevas formas de despersonalización o deshumanización” (García, 2004). En donde el ser utilice su conocimiento para crear sin destruir y se dedique más a comprender y no solamente a entender y donde se proyecte una relación de respeto con los demás y su entorno.
Me gusta creer en la siguiente premisa: “es más importante la relación que la razón”. Porque entiendo que hay problemas y situaciones que por su naturaleza no pueden ser conceptualizados y definidos lógicamente, y por lo tanto, no pueden solucionarse valiéndose solamente de la dimensión racional, teniendo que acudir a nuestra inteligencia emocional, sensitiva, pasional y perceptiva para dar una adecuada y más humana resolución al conflicto.
La razón es un instrumento que puede tornarse peligroso: su poder permite el dominio y la manipulación, es un arma de doble filo. Por creer tener la verdad se han presentado guerras, muertes y destrucciones. En ocasiones, ésta ha dañado nuestras relaciones más cercanas. Así que, si se pretende mejorar las condiciones de vida del ser humano, claramente se deberá tener un componente racional, pero que no sea exclusivo, como pretendía Kant.
La relación entre los seres humanos debe ser lo fundamental en la educación. Observamos un mundo poco sensible o con poca formación y educación en sus otras dimensiones, como la espiritual, ética, estética y social. Por su inteligencia y razón, el hombre seguirá avanzando científicamente y es necesario cultivar y comprender sus otras dimensiones, para que su felicidad también avance.
La nueva ilustración deberá ser “humana”: de humanos y para humanos. Tenemos grandes espacios como el hogar y el colegio y grandes instrumentos como la educación y el arte para empezar esta revolución, dándole énfasis a las relaciones que nos llevarán a conseguir la armonía y el equilibrio que necesitamos.
En una nueva ilustración, deberá hacerse mucho énfasis en la sensibilidad, en el estudio de lo humano, de su complejidad con las fortalezas y debilidades. La educación debe estar dirigida a una mejor compresión del ser, que le asegure una convivencia pacífica, ética, estética, espiritual y armoniosa para relacionarse con el universo.
REFERENCIAS:
García, Fernando (2004). Ser racionalmente práctico: el futuro del hombre. Recuperado de http://www.personalismo.org/recursos/articulos/garcia-cano-ser-racionalmente-practico-el-futuro-del-hombre/