El Mal Economista

Publicado el javierardila

Sobre calificados, mal pagados y encima desempleados

Por: Javier Ardila

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La problemática laboral de nuestro país no se esconde a los ojos de nadie. Desde la informalidad que oficialmente ronda el 40%, pasando por el eternamente alto desempleo desde finales de los noventa (el cual consideramos vencido solo con haberlo disminuido por fin a un dígito), hasta llegar al fenómeno de los Ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan. Todos estos procesos no hablan más sino de la realidad laboral en America Latina de la cual no esta exento nuestro país. A raíz de esto y en resumidas cuentas día tras día se nos ha vendido vendiendo la idea de que: „La industria está demandando unas cosas y la gente está ofreciendo otras“(1).

Sin embargo a la hora de marcar culpables no es tan fácil. En especial cuando ambas partes se han esforzado en echarle la culpa al otro. Tomemos el ejemplo de nuestra querida Colombia. Acá la informalidad sigue por las nubes. Por un lado uno podría decir, como un economista con el disco rayado, que esto es consecuencia de las inflexibilidades laborales de nuestras leyes, como son los parafiscales o demás favelas laborales, o porque los trabajadores no se están entrenando en las tareas que demanda la industria. Ahora si bien esto suena razonable, el otro día leía como entre las  ocupaciones más demandadas en el país se encuentran los conductores, vendedores, agentes de call center (2). Ahora cabe preguntarnos si verdaderamente el camino que queremos seguir como país es en entrenarnos para tener la suficiente cantidad de conductores, empleadas del servicio u otros oficios que el mercado pueda requerir. A lo que a priori me atrevería a contestar que el mismo mercado nos está mostrando que no es tal el caso, porque las vacantes siguen abiertas simplemente porque la gente en nuestra cultura no se va a educar para ser conductor, o para recibir llamadas en un call center, contrario a muchos otros países que generalmente nos muestran como ejemplo, digase China, Singapur u Alemania donde hasta para cortar el pelo hay que hacer un entrenamiento de dos años.

Es imposible obviar que el que todo el mundo quiera ser medico, abogado, economista, administrador de empresas u cualquier otra profesión «deseable» dentro de nuestros imaginarios sociales también ha traído consigo sus males y es acá donde hay que reconocer la culpabilidad del lado de la oferta. Porque la sobre oferta de estas profesiones ha desencadenado en los bajos salarios y la salvaje competencia además del deseo de hacerse con títulos de universidades costosas y exclusivas para así poder tener algún factor a resaltar en alguna convocatoria. Sin embargo esto no ha hecho sino incentivar la competencia y hoy día no faltan historias de profesionales a los cuales les ofreces un salario mínimo e incluso conozco anécdotas donde reclutadores de las grandes empresas les dicen a sus aplicantes que si tienen alguna opción mejor la tomen y no se malgasten trabajando con el salario que ellos mismos les están ofreciendo. Es decir hagan de cuenta un pastor de esos que cobra el 10% diciéndole al nuevo feligrés que el pastor de a la vuelta de la esquina cobra solo el 8%.

Claro, bajo la idea de los bajos sueldos que pueden ofrecer estas tareas mundanas y la estructura social de las familias colombianas, es razonable que a pesar de que haya vacantes altamente demandadas los jóvenes simplemente prefieran quedarse en la informalidad o persigan títulos superiores de educación como maestrías diplomados u especializaciones. Ahora, esto no es del todo malo, o al menos siendo optimistas hay que verle el lado amable. En algún momento una amiga Alemana me dio como argumento para aducir que Colombia era un país desarrollado, pero con un grave problema de distribución, el hecho de que hubiera gente que se dedicara a carreras como Filosofía, Antropología, Lenguas, Artes, Astronomía. Ya que a sus ojos estas carreras representan un verdadero desarrollo de la intelectualidad del país y me puso como comparación a Asia, en donde se estudia lo que diría uno en palabras castizas: „lo que da plata“. Claro podemos decir que mi amiga estaba loca, y algo de loca debe de tener dos doctorados y hablar 8 idiomas, pero en definitiva si algo positivo podemos ver es que el futuro de Colombia no debe concentrarse en las grandes industrias, al menos no hasta que no haya la infraestructura, ni en el sector extractivos sino en las pequeñas y medianas empresas donde se está concentrando ese 40% de la masa laboral que prefiere la informalidad a reducirse a profesiones mal percibidas o remuneradas.

Ahora no es que con esto debamos alegrarnos, cruzarnos de piernas y ver si gana el Barza o la Juventus, todo lo contrario, si algo debe ser ahora meta del gobierno es legalizar estas empresas de una manera u otra. Ya que al traerlas a la formalidad no solo el gobierno empieza a percibir más tributación, sino que la inclusión de estos individuos en el naciente estado de bienestar del que disfrutan los trabajadores legalmente constituidos, es una excelente herramienta para luchar contra la desigualdad que nos agobia.

 (1) http://www.elpais.com.co/elpais/economia/noticias/profesiones-escasean-colombia

(2)http://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/4-2015-el-pa%C3%ADs-tuvo-cifra-record-de-vacantes-en-marzo.html

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