Todos los jueves, afuera de la plaza de Las Cruces, se desarrolla un mercado paralelo de fruta y verdura a precios de remate: se pueden comprar seis cabezonas por 1000 pesos, entre otras ofertas. El flujo de clientes en la calle favorece el comercio al interior.
- Por: José Elías Durán Roa
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Es jueves, día de mercado. A las afueras de la plaza de Las Cruces se desarrolla una activa venta de frutas y verduras a precios de remate. Pero lejos de afectar negativamente el comercio dentro de la plaza, el llamado mercado campesino tiene un efecto positivo sobre el comercio al interior, dando vitalidad a los pasillos normalmente vacíos.
La plaza de mercado de Las Cruces, construida entre 1924 y 1928, ostenta el título de la plaza de mercado más antigua de Bogotá, siendo baluarte de una larga tradición comercial y del pasar de más de tres generaciones de vendedores y compradores que han dado vida al mercado de fruta. Sin embargo, a pesar de la riqueza de su historia, actualmente la actividad comercial dentro de la plaza pasa por uno de sus peores momentos.
Lo primero que llama la atención al recorrer sus pasillos, además del escaso flujo de clientes, es la cantidad de puestos desocupados. “Vea esta soledad tan brava”, dice con nostalgia don Jaime Borda, quien lleva 66 años trabajando en su puesto de granos. Observando los sitios vacíos que circundan el suyo añade con cierta impotencia: “Ya casi ni para subsistir le alcanza a uno la platica”. Pero los jueves el panorama cambia, el comercio se mueve un poco más y el flujo de personas que recorren la plaza aumenta. ¿El motivo? La feria campesina que, manteniendo la tradición de antaño, se ubica a las afueras de la plaza, en plena calle, ofreciendo a los transeúntes una variedad de frutas y verduras a precio de remate provenientes de Corabastos o Paloquemao.
Nos explica la señora Leonor, vendedora del mercado callejero de los jueves: “Esto funciona una vez a la semana, aquí estamos desde las diez u once de la mañana. Vendemos hasta tarde y empacando las canastillas se nos hacen las 9:30 o 10:00 que vamos saliendo con los camiones”. Mientras responde nuestras preguntas se acercan varios compradores. Cuatro mangos maduros por 2.000, una bolsa de mandarinas por 1.000, aguacate y papaya, son algunas de las adquisiciones de los transeúntes. “Lo que pasa es que aquí es siempre más barato. Imagínese que adentro no le dan cinco o seis cabezonas por mil y acá sí”. Pero a pesar de la competencia en precios, el comercio de la plaza también se ve beneficiado los jueves, día en el que recibe más visitas que el resto de la semana. ¿Cómo se explica esto?
En economía a este fenómeno se le conoce como externalidad positiva, la cual ocurre cuando un agente económico, empresa o individuo, genera efectos positivos no esperados sobre el agregado social u otro grupo sin habérselo propuesto ni cobrar por ello. Por ejemplo, el sonido relajante del piano que toca uno de nuestros vecinos es una externalidad positiva para quienes gustamos disfrutar de la melodía de este instrumento.
Sin embargo, en el caso particular que analizamos hablamos de una externalidad positiva sobre las ventas. La plaza de Las Cruces se beneficia del mercado callejero de los jueves sin que sea necesario ningún acuerdo tácito entre los vendedores ni pagar un precio adicional. Sin la presencia de la Feria Campesina el jueves sería un día más en el monótono acontecer de la plaza.
Pero esto no es todo, ante el aumento de clientes y la competencia en precios generada por el mercado campesino, los comerciantes del interior de la plaza han desarrollado su propia estrategia de día jueves para aprovechar aún más la externalidad positiva de la venta callejera. De este modo, los jueves en la plaza hay una jornada de descuentos especiales que ayuda también a mejorar las ventas.
En términos económicos esto reflejaría que los comerciantes de la plaza de Las Cruces han internalizado la externalidad positiva, lo que no implica otra cosa que siendo conscientes de su efecto han decidido modificar su comportamiento para aprovecharla del mejor modo posible. Y así, a medida que avanza la tarde se escucha a uno de los vendedores de fuera gritar: “Venga, venga que está barato, no compre mercado caro, que aquí es bueno”. Pero dentro de la plaza también los precios han bajado y se observa mucha actividad gracias al mercado callejero.
De este modo, lo que más se vende los jueves en los puestos al interior de la plaza es el lulo, la mora, el banano y la papaya. Por su parte, en el mercado callejero además del plátano también el aguacate se lleva el título del más vendido, como confirma don Segundo Segura atento a los potenciales compradores que transitan por la calle. La señora Nubia, dueña de uno de los locales de frutas y verduras más grandes dentro de la plaza, confirma: “los días que está la feria se mueve también más la cosa en la plaza. O sea, hay gente que va y compra allá y entonces ya no entra, pero más de uno se da una vuelta también adentro”.
Así, mientras que en la calle se escuchan gritos y los vendedores anuncian sus precios a todo pulmón, dentro de la plaza el ambiente es más sosegado y el estilo de venta transcurre acompañado de amenas conversaciones entre quienes atienden los puestos de venta y los compradores. Dos estilos diferentes pero que se complementan, son mutuamente dependientes.
Entonces, ¿está salvando el mercado callejero de los jueves al comercio de Las Cruces? Pareciese ser que al menos le da un empujón permitiendo que aumente el flujo de clientes. “Claro, el jueves es día de mercado, eso se sabe por aquí”, dice con entusiasmo una de las clientas que compra a las afueras de la plaza. ¡Claro que sí! Es jueves, día de mercado, día de externalidades positivas, de buena fruta, de descuentos, de banano y de papaya.