La pregunta es ¿Quién es el violento, el usuario que se lanza a las calles o, el Distrito que manda un escuadrón que intimida con su lenguaje y prácticas de «control» social?
Por: Harry Ramos
Suena el despertador, me levanto 15 minutos después de lo planeado. Resignación, esa es la palabra con la que se puede definir el sentimiento de las mañanas. Treinta minutos más tarde ya era una realidad; estaba listo para enfrentar mi travesía hasta la oficina. Hace frío, aunque el día es despejado, es de las pocas cosas buenas que ha traído el fenómeno del niño; un sol radiante. Miro mi reloj y ya voy relativamente tarde. Las personas de mi alrededor parecen estar en una peor situación que yo, una mirada perdida es el común denominador en la parada del alimentador.
Veinte minutos después llega el alimentador. El bus verde está lleno de personas que mitigan su incomodidad con audífonos en sus oídos. Entrar ahí es una travesía, logro acomodarme y puedo oler el aroma de un hombre de traje que está a mi lado. Mi maleta está totalmente aplastada. Me preocupo por mis bolsillos y me valgo de mis prejuicios para calmar mi instinto natural. Al parecer las personas a mi alrededor son “personas de bien”, me resigno.
Al llegar al portal, las filas son interminables. Me odio, había olvidado recargar la tarjeta y mi saldo era de 1800. El Alcalde, que recuperaría a Bogotá, había decidido subir el pasaje de Transmilenio justo antes de un día sin carro: ¡Que coincidencia!. Hago la fila y paso el torniquete. Unos adolescentes se sienten bien por colarse; su rostro brilla y se sienten tan aventureros y malos que parecen conseguir placer y felicidad al colarse. Estupideces de la juventud. Me resigno y espero mi Transmilenio.
Luego de 4 articulados en “Tránsito” llega mi bus rojo. Las 400 personas que están a mi lado tienen la misma sensación que yo: desesperación y adrenalina. La escena es inhumana, no importan los niños o ancianos todos quieren entrar al cielo rojo. Estando adentro es imposible no sentir algo de claustrofobia. Miro mi reloj, es aun más tarde y ya estoy molesto. Las personas a mi alrededor buscan en la calle el consuelo a su situación. A lo lejos se escucha la voz de dos comadres que hablan sin cesar y es posible ver a una mujer sentada que lee un libro de oraciones católicas, tal vez es su consuelo a esta tortura.
Escucho la W y Julito habla sobre lo hermosa que es Washington. Mi bus se detiene con premura. Las personas salen de su letargo y miran con sorpresa buscando la escena que provoca la ruptura a la monotonía. Dos minutos de silencio sepulcral y llegaron los reclamos. El murmullo cuenta que hay personas en la vías. Miro mi reloj y concluyo que jamás llegaré al trabajo. Cambio la estación de la emisora.
¡Manifestaciones en Transmilenio! Proclama un periodista que desconozco. Mi bus sigue inmóvil; las personas se desesperan. Las mujeres se quejan y los hombres miran con atención sus celulares. Las llamadas al amigo de la oficina se vuelven la tendencia del momento. Otros toman fotos, tal vez para sustentar su retraso o tan solo para tomar otra foto más que nunca usaran. Por fin, minutos después, llega la respuesta del Distrito. Las motos verdes suenan y los caballeros negros del ESMAD llegaron a la escena. La pregunta es ¿Quién es el violento, el usuario que se lanza a las calles o, el Distrito que manda un escuadrón que intimida con su lenguaje y prácticas de «control» social? . Por mi parte, bajo la mirada y pienso que es una realidad: nunca llegaré a mi trabajo.
Por la tarde, el Secretario de Gobierno afirma que son saboteadores profesionales las personas que causaron las manifestaciones. Según el Distrito, el modus operandi es el siguiente: empiezan a gritar en las estaciones reclamando buses. ¿Es en serio?. Al parecer, el joven Uribe tuvo la fortuna de no tener que tomar un medio de transporte como el nuestro y ahora cual Sancho Panza escuda a su patrón. Doctor Uribe, tengo un par de preguntas para usted: ¿ Desde cuando los saboteadores van a la Universidad, para que sean profesionales? ¿Cómo se va a sabotear algo que por si solo se sabotea?¿Acaso la palabra «En Tránsito» no le parece suficientemente saboteador?
Permítame decirle algo Señor Secretario de Gobierno: los usuarios de Transmilenio son eso, usuarios, por lo tanto, creo que merecen un trato digno y si sus mecanismos de comunicación para quejas y reclamos no funcionan, tal vez esa es la causa de este tipo de incidentes. Señor Uribe, los “saboteadores” violentos no son los usuarios. Los saboteadores son los que deciden poner agentes del ESMAD al lado de las estaciones de Transmilenio para prevenir conflictos y aquellos que tienen buses “En Tránsito” o parqueados en las horas pico. Por favor, respete a los usuarios y dígale a su jefe que cumpla sus promesas de campaña
Harry Ramos
Pd: Señor Peñalosa, con la misma dignidad y orgullo con el que realizaba conferencias sobre movilidad en múltiples países, salga y respóndale a la ciudadanía sobre la crisis en Transmilenio. Entendemos que un problema como este no se soluciona en un par de semanas pero hay que empezar hacer algo.
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