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Regresar a Ellis Island: un faro de esperanza

Por: Cristina Calderón Restrepo

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Entre 1892 y 1956 más de 12 millones de inmigrantes entraron a Estados Unidos a través de Ellis Island, un fuerte contraste con la política migratoria actual del país del norte. ¿Dónde habrá quedado la empatía?


cc1 Ellis Island. Fuente: remster_9

El viernes 27 de enero de 2016 fue un día de caos en los aeropuertos de Estados Unidos. El presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva suspendiendo la entrada de nacionales de 7 países (en los que Trump no tiene negocios) por un plazo de 90 días, la entrada de refugiados por 120 días y la entrada de refugiados provenientes de Siria por un plazo indefinido. Los ciudadanos a los que se les negó la entrada debido a su nacionalidad vienen de: Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen.

El decreto de Trump golpea a países de mayoría musulmana, abriendo el debate sobre si el presidente está vetando la entrada de musulmanes o defendiendo intereses de seguridad nacional, o las dos cosas. El día de la orden ejecutiva, y previendo que muchas personas que estaban en ese momento en el aire iban a ser afectadas por el decreto y detenidas en los aeropuertos alrededor del país, el International Refugee Assistance Project envió un correo masivo y un pedido de ayuda a abogados que pudieran asesorar legalmente a los afectados. Miles de abogados alrededor del país oyeron el llamado por diferentes medios y se presentaron, sobrepasando el número de personas que necesitaban ayuda en los aeropuertos de diferentes ciudades del país.

Al llamado de defensa de los derechos civiles acudieron “abogados de diferentes firmas, sin ánimo de lucro, trabajando juntos”, según Andre Segura, abogado del Proyecto para los Derechos de los Inmigrantes de la Unión de Libertades Civiles de América (ACLU). Esta movilización de abogados, y la presión y las demandas al gobierno por parte de ACLU, presionó a los tribunales a tomar medidas urgentes y analizar la constitucionalidad de la ley a pasos acelerados.

Afortunadamente, la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito, con sede en San Francisco, California, bloqueó la orden ejecutiva del presidente y permitió que los nacionales de esos 7 países y los refugiados de todas las nacionalidades pudieran volver a entrar a Estados Unidos.

Si me dedicara a escribir porqué esta orden ejecutiva es discriminatoria y perversa, o a analizar todo el daño que el presidente Trump ha hecho en menos de 1 mes de mandato, no acabaría nunca. Esto es solo una introducción para entender la importancia que han tenido los refugiados e inmigrantes en el crecimiento de Estados Unidos y exaltar la política migratoria que prevaleció por muchos años y es representada por Ellis Island en Nueva York.

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Ellis Island en 1905. Fuente: The Statue of Liberty – Ellis Island Foundation

Ellis Island es una pequeña isla en el Puerto de Nueva York, muy cerca de la Estatua de la Libertad. Fue comprada en 1770 por Samuel Ellis y luego de muchos ires y venires el gobierno federal compró la isla en 1808 para usarla como defensa militar del continente. 80 años después fue designada como estación de migración por el presidente Benjamin Harrison en 1890. Antes de 1890 los estados eran los que regulaban la inmigración en Estados Unidos y no el gobierno federal, y la entrada al estado de Nueva York era Castle Garden, donde más de 8 millones de inmigrantes, en su mayoría del norte y occidente de Europa, entraron entre 1855 y 1890. Harrison, al ver la rampante corrupción que había en esta estación ordenó cerrarla inmediatamente y abrir otra entrada provisional mientras estaban listas las obras. Ellis Island, el nuevo centro de inmigración, operado por el gobierno federal, abrió sus puertas el 1 de enero de 1892.

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Annie Moore y sus hermanos en Ellis Island. Fuente: Eddie Wong

La primera persona en entrar a Estados Unidos por la isla fue una adolescente llamada Annie Moore. Annie venía de Irlanda con sus dos hermanos menores, Anthony y Phillip, a reencontrarse con sus padres y sus hermanos mayores. Annie y sus hermanos fueron registrados por Charles Hendley, un oficial retirado del Departamento del Tesoro, que había pedido el honor de poder registrar a la primera persona que llegaba por la isla. La vida de Annie se pierde en la historia de los otras 12 millones de personas que seguirían sus pasos. Se estima que el 40% de los estadounidenses pueden rastrear sus orígenes a la pequeña isla, demostrando, una vez más, que Estados Unidos es un país conformado por inmigrantes que encontraron en su tierra la oportunidad de olvidar horrores pasados y empezar una nueva vida.

Es muy diciente que lo primero que vieran muchos de los millones de inmigrantes que entraron durante 60 años a Estados Unidos fuera otra inmigrante que había llegado unos años antes. La Estatua de la Libertad llegó al Puerto de Nueva York en 1885 desde Francia y desde entonces ha sido una inspiración para los inmigrantes que llegan persiguiendo sus sueños o huyendo de sus pesadillas desde todo el mundo.

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La Estatua de la Libertad y Ellis Island. Fuente: Peter Miller

Lady Liberty y Ellis Island se han convertido, a través de los años, en símbolos que representan un faro de esperanza para los millones de desposeídos, perseguidos y olvidados del mundo. No dejemos que la xenofobia, el racismo, los nuevos gobiernos de ultra derecha en Europa y Estados Unidos y las nuevas políticas migratorias de Trump dejen que se apague la luz del faro. Estados Unidos, por temas de seguridad nacional, geopolítica, economía e imagen, debe volver a ser el país de los brazos abiertos que fue durante muchos años. Los inmigrantes son parte fundamental de su cultura y de lo que ha logrado en el último siglo.

Todo esto no quiere decir que Ellis Island no tuvo sus problemas y no sufrió de los males presentes de la política migratoria, pero durante la mayoría de años que estuvo abierta fue el punto de entrada para los refugiados, las personas que venían huyendo de la guerra o el hambre, y las personas que estaban buscando nuevas y mejores oportunidades. Dejemos que Ellis Island, la Estatua de la Libertad y los abogados y defensores de los derechos civiles sean ejemplos para nuestras actitudes presentes y nuestras políticas futuras.

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