El Mal Economista

Publicado el harry ramos

Regresamos!. La Religión del Economista

Por: Jhon Martínez*

El economista técnico, al igual que cualquier científico, resalta la objetividad de su racionalidad especializada. Está enfocado al estudio de la conducta humana en el proceso de elección que brinda la combinación óptima de recursos y permita la máxima satisfacción individual y colectiva en términos de costos y beneficios.

Es posible que el economista dentro de un recinto religioso perciba únicamente los hechos económicos y les dé una explicación desde su racionalidad. Puede calcular, entre otras cosas, el costo del edificio y el valor promedio de los vehículos que están en el parqueadero. También puede realizar un estimación general de los ingresos, considerando la edad promedio de los presentes y tratando de determinar cuántos de ellos hacen parte de la población económicamente activa.

Dependiendo del lugar donde quede ubicado el templo, el economista puede preguntarse cuantos de los presentes reciben todas sus prestaciones sociales y cuantos se dedican al comercio informal, de esta forma, deducir un ingreso mensual que podría cubrir el sostenimiento del lugar. Su análisis económico puede considerar la ubicación del recinto religioso en la ciudad, teniendo en cuenta los promedios de ingresos de los habitantes según la estratificación en la que trabajan unos economistas en los departamentos de planeación distrital o municipal.

Es posible que el economista pueda concluir en su análisis objetivo que, si bien se encuentra rodeado de un ambiente religioso, en términos estrictamente técnicos la religión es una empresa comercial que, de acuerdo a las variables planteadas, genera una determinada cantidad de utilidades por el ofrecimiento de bienes y servicios religiosos.

Sin embargo, la pureza de su apreciación puede verse modificada cuando el economista se ve comprometido con el discurso religioso que está escuchando. Puede integrar a su análisis otras variables que tradicionalmente no considera su disciplina, por ejemplo, la fe religiosa. Cuando alguien se ve sobrecogido por experiencias religiosas generalmente experimenta procesos de conversión que reorientan su vida, incluyendo las convicciones forjadas por su ciencia. En el caso del economista, la confrontación a su ciencia viene cuando el libro sagrado de la religión hace alusión a los conceptos que tradicionalmente maneja.

Al participar de una reunión religiosa, el economista puede pensar en términos económicos los planteamientos de la predicación que escucha y el libro sagrado que lee. Le puede resultar interesante una historia que presenta como eje central la relación entre los asuntos económicos y los asuntos religiosos. Sobresale el relato del cobrador de impuestos al servicio del Imperio Romano, quien al encuentro con Jesús decide dar la mitad de lo que tiene a los pobres y devolver cuadruplicado lo que ha cobrado perjudicando a sus coterráneos.

Un resumido análisis económico de ese texto conduce a pensar que Zaqueo, el protagonista de la historia, era un “Mal Economista”. Ciertamente la racionalidad económica no concibe la maximización del rendimiento en correspondencia con la entrega de la mitad de las utilidades a los pobres. Bien puede haberse podido invertir ese dinero en la plantación de una viña, por ejemplo, para que los pobres sean productivos en función de la satisfacción de sus necesidades. La misma racionalidad podría considerar una ideología la forma en que la población considera el tributo como robo. No es su problema. Técnicamente el tributo en la narración es legal y una adecuada política fiscal buscará la restricción del gasto público evitando la devolución de los tributos. En el caso de Zaqueo, el ejercicio financiero de recibir una unidad monetaria para gastar cuatro es un pésimo manejo económico.

Lo interesante del relato es que Zaqueo tenía mucha plata, sabía combinar los recursos y obtener buenos rendimientos, en suma, era un buen economista, pero se vio influido por la presencia de Jesús, una variable extraña, que le hizo modificar sus convicciones económicas. Seguramente Zaqueo es el reflejo de que los supuestos, llevados al extremo por algunas teorías económicas, no tienen correspondencia en la realidad. Los individuos toman sus decisiones influidos por muchas variables que no pueden quedarse en el céteris páribus. ¿Qué variable religiosa puede caber en la elección del consumidor? ¿Qué criterios religiosos pueden manejarse a la hora de determinar asignaciones presupuestales?

La base de la economía clásica puede verse confrontada directamente con una práctica condenada por ciertas religiones. El llamado padre de la economía Adam Smith consideraba que el egoísmo es un buen referente de la producción y de la división del trabajo. La base de la teoría económica roza con otros campos de estudio como la antropología o la psicología. Economistas prestigiosos como Santiago Montenegro en una de sus columnas de este mismo diario se refería al tema cuando dijo: “… la mayoría de los humanos somos racionales y podemos lograr acuerdos, pero también estamos espoleados por los apetitos y roídos por el deseo”. Es posible que el pesimismo científico nos lleve a determinar que todos nos dejamos llevar por la espoliación, pero la realidad y el optimismo religioso indica que existen numerosos ejemplos en los que no es así. El relato religioso de Zaqueo ha motivado a muchos individuos permeados por la religión a negarse al egoísmo y lograr a acuerdos en función no de los propios intereses, sino de los intereses colectivos, o hablando en términos religioso-económicos: de los pobres.

En la realidad, el economista debe trabajar en coordinación con personas de otras disciplinas. En relación a la práctica de la tributación, el tema de la legitimidad se cruza con otros campos de estudio como el derecho, la ética o la política. ¿La ética? Claro. Es posible que los economistas de índole socialista, keynesiano o monetarista se hayan preguntado sobre el significado ético de su lugar como asesores o funcionarios de los gobiernos en los que participaron. La pregunta cabe cuando se piensa en la legitimidad de la plataforma burocrática que puede resultar un robo formal, un hurto continuado o el sistema económico de financiación de una mafia política. Al igual que al orgullo, la religión tiende a condenar el hurto como pecado, y en esos términos puede permear las determinaciones de un economista desde su misma base epistemológica. No puede pasarse por alto que la misma economía, si busca un bienestar colectivo, se formulará en detrimento del egoísmo. Tampoco se puede soslayar los desastrozos efectos económicos para el bienestar general del robo y/o corrupción.

La racionalidad económica ha tenido bondades y maldades. Vista desde otras disciplinas o desde la mirada de la religión, muestra fisuras que confrontan directamente hacia lo que con tanta devoción el economista ha aprendido por años en su facultad. Los supuestos que han sido la base de los modelos económicos predicados religiosamente por años pueden resultar irreales. El dogma económico que está contenido en las biblias abiertas que con tanta fe se rezan en las facultades de economía, puede resultar ilegítimo.

Es posible que el economista pueda concluir en su análisis integral que, si bien se ha encontrado y formado en un ambiente académico y racional imbuido por la espiritualidad de modelos matemáticos y estadísticos, en términos estrictamente técnicos, los ambientes generados en las bolsas de valores, bancos, centros comerciales o los centros de estudios económicos, entre otros lugares similares, pueden resultar la liturgia de una religión casi fundamentalista, cuyos analistas fungen como sacerdotes que condenan a la hoguera del populismo a quienes se atreven a cuestionar algunos rasgos irracionales de su racionalidad, inclusive calificando como hereje a otros economistas. A lo mejor, basado en una nueva religión, pueda ver a los buenos economistas zaqueos siendo protagonistas de estas liturgias. Un “Mal Economista” podría ver que otra economía es posible al considerarla como el estudio de la conducta humana con respecto al mantenimiento de las necesidades humanas (y ambientales), en términos de costos y beneficios integrales.

@martinezgjs

«Mientras tanto, Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo:—Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.» Lucas 19/8

*Jhon Martinez es Economista con PhD en Teología del Instituto Universitario ISEDET de Argentina.

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