El Mal Economista

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QUE NO QUITEN UBER

Por: El Mal Economista

Twitter: @maleconomista

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Es un hecho, si todos los usuarios de UBER nos decidiéramos a hacer un plantón a favor de la plataforma seguro que llenaríamos la plaza de Bolívar. Todo porque el descontento contra el abuso en el servicio de los taxistas ha alcanzado niveles inimaginables. Pero no es mi intención convocar una marcha a favor del servicio que UBER presta a la ciudadanía. No, mi objetivo por el contrario, es mostrar porque terminé aceptando un servicio que quizás sea ilegal pero que me brinda a mí, y a cientos de bogotanos, la tranquilidad de poder movilizarnos por la ciudad de manera tranquila y segura.

Y para explicarlo voy a hablar un poco sobre mí. Todo comenzó por allá en el 2009 cuando Fabián, un buen amigo mío, tomo un taxi con su novia después de salir de un centro comercial. Sin embargo, para sorpresa y desgracia suya, el vehículo en que se movilizaba esa noche fue abordado en su trayecto por otras personas, quienes terminaron violando a su novia. Yo había escuchado del peligro de abordar un taxi en horas de la noche, pero no pasaba de ser un suceso aislado, que incluso no le había ocurrido a ningún conocido o pariente. Sin embargo, a partir de la historia de Fabián comenzó la incertidumbre siempre que salía de un sitio nocturno y me disponía a tomar taxi.

El caso mencionado se denunció, y aunque las autoridades no dieron con el paradero de los victimarios, aquella noche fatal habría de cambiarle de la vida a la joven pareja. Fabián era estudiante de psicología pero después de tan nefasto incidente, abandonó su carrera y se convirtió en policía. Comenzó su carrera en la fuerza pública y al poco tiempo su foto de perfil en Facebook lo mostraba en compañía de un fusil el cual empuñaba con rabia y seguridad. Es una verdadera lástima ya que sentí que perdía a un amigo. De hecho Fabián nunca más volvió a ser el mismo y no volví a saber de él.

Un par de años después, una historia similar le ocurrió a una amiga mía con su novio. Afortunadamente, en este otro caso el susto solo pasó por el robo de pertenencias y dinero, después de un buen tiempo de retención forzada. A otro amigo prácticamente lo tuvieron secuestrado toda la madrugada después de tomar un taxi a la salida de una discoteca. El resultado de este otro incidente fue que le vaciaron todas sus tarjetas en la vieja táctica del paseo millonario. Experiencias así tengo un par más. En cuanto a mí, solo tengo que decir que Dios es muy grande.

Sin embargo, fue solo hasta que mataron al famoso agente estadounidense de la DEA tres años atrás, que las autoridades se pellizcaron y atraparon a los criminales implicados en este hecho. Este hecho por un lado alegraba a muchos, pero dejaba intranquilos a muchos otros que piensan que las autoridades en Colombia solo actúan cuando se trata de una personalidad extranjera.

Y volvemos al punto de partida: ¿En qué momento acepté tolerar la ilegalidad a cambio de la tranquilidad? Y la respuesta va incluso más allá de estos crímenes mayores e implica de manera directa al gremio de taxistas: Porque me cansé de los taxímetros adulterados, de que me lleven cuando les entra en gana, de que me transportan pero si les pago diez mil adicionales, que me hagan bajar del vehículo en medio de la carrera, etc. Y me cansé de la indiferencia del gremio de taxistas a estos incidentes. Porque existen los taxistas honestos, no lo voy a negar, pero en todos estos años ellos tampoco se preocuparon por la infiltración del vandalismo en su gremio, y no les importó los males que se le estaba causando a la ciudadanía.

Por eso, más allá de lo que piense hacer el Sr. Jorge Eduardo Rojas (Ministro de transporte), el Sr.  David Luna (Mintic), y hasta el mismo Polo Democrático, me declaro abanderado del servicio de UBER en Bogotá. Pienso que censurar la plataforma sería una bofetada a la ciudadanía que sólo pide seguridad y tranquilidad en el transporte público, función que le quedó grande al estado cuando fue tan permisivo con las malas prácticas de los taxistas.

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