Por: Diego García (@djgarcia429)
Twitter: @maleconomista
Facebook: El Mal Economista
Hoy el Gobierno Nacional se encuentra ad portas de firmar lo que podría ser un histórico acuerdo de paz con una de las guerrillas más longevas del mundo, las FARC. En La Habana, la paz es una realidad inevitable e inminente en el papel. Sin embargo, en Colombia es donde ésta no se ha asomado a ninguna parte del país. El derrame de petróleo en Tumaco, el ataque a la infraestructura eléctrica del Caquetá y la muerte de más colombianos son acciones crueles que muestran señales que hoy la guerra está más viva que nunca. Aunque las FARC están en “su derecho” pues nada está acordado hasta que todo esté acordado, esto crea inseguridad e incertidumbre sobre las verdaderas metas de este grupo al margen de la ley. En efecto, estas acciones solo generan mayor desconfianza hacia las FARC y rechazo a que éstas representen a los colombianos en cualquier entidad política.
El segundo punto de la agenda de los diálogos de paz habla de la participación política de los insurgentes en el engranaje estatal de nuestra nación. Hasta el día de hoy, este tema ha sido la manzana de la discordia, polarizando la opinión pública entre los que están a favor y en contra de que las FARC tengan curules en el Congreso de la República o en alguna otra institución gubernamental. Los defensores de esta iniciativa consideran que su inclusión es esencial para la creación de un nuevo Estado, debido a que en los territorios donde el Estado es incapaz de hacer valer su soberanía, la ley era ajustada por las FARC y que por lo tanto, son ellos quienes conocen las condiciones y problemas socioeconómicos de estas zonas sin Estado . Por otro lado, los detractores consideran que esto sería el premio mayor que se podría llevar un guerrillero que se ha encargado de asesinar, secuestrar y afectar de manera negativa el bienestar de los colombianos. Para los opositores, se estaría escuchando primero a un grupo terrorista muy pequeño que debe pagar por sus crímenes sobre los pequeños campesinos que padecen precarias condiciones sociales (Lora, 2015) o a la primera infancia que muere desnutrida (Forero, 2014).
Como medida última del punto de Participación Política en los acuerdos de paz, los colombianos tendrán la posibilidad de usar el voto para estar a favor o en contra sobre la participación política de los insurgentes en política. Dados que la relación entre el pueblo y las FARC no es de confianza, parece imposible que los colombianos quieran alguna reforma en los estatutos gubernamentales para que las FARC haga parte del constructo político nacional. Para lo anterior, junto con Daniel Castro (colega de la Universidad de los Andes), desarrollamos un modelo econométrico para representar esta situación.
El objetivo de este modelo es dar un poco de luz sobre los resultados de dichas votaciones dadas unas características individuales de cada persona encuestada; es decir, se quiere predecir la probabilidad de que se apruebe la participación política en un futuro escenario de posconflicto. Para este caso, se usó una encuesta[1] realizada por LAPOP (Proyecto de Opinión Pública en América Latina) en 2014 sobre ciertos temas de coyuntura nacional, siendo uno de ellos el Proceso de Paz. Para le estimación de esta probabilidad, se controló por algunas características individuales, como el sexo y el nivel de educación, y por algunos hechos respecto al conflicto armado, como si ha sido víctima del conflicto armado y si cree necesario llevar a juicio a los insurgentes de las FARC.
Una vez estimado el modelo[2], el resultado principal del modelo es un tanto desalentador para aquellos que apoyan la inclusión de los guerrilleros en política. El modelo muestra que, en promedio, los encuestados votarían a favor de esta política con probabilidad de 25%. Además, también se observa que más del 75% de los encuestados votaría a favor con una probabilidad menor a 40%. A la luz de esto, se puede decir que la gran mayoría de los colombianos no tiene la intención de votar por que las FARC participen en la política nacional.
Hoy Colombia está viviendo uno de los momentos más importantes de su historia: la culminación del conflicto armado con unos de sus flagelos más antiguos, las FARC. A pesar de que los colombianos quieran de manera inmediata la paz, al parecer hay unas condiciones que no se podrán negociar. A la luz de los resultados de este modelo econométrico, la participación política de los insurgentes en política parece inviable, pues la probabilidad con la que se acepta esta medida es muy baja. La necesidad de no dejar impune crímenes tan atroces como los que ha cometido y la falta de representación que siente el pueblo colombiano con las FARC son causas de que hoy estas probabilidades sean bajas. En conclusión, si realmente es importante un posconflicto con la inclusión de los guerrilleros en ello, será necesario el establecimiento de vínculos de confianza entre los colombianos y las FARC y la creación de conciencia ciudadana sobre el papel estratégico que jugarán ellas, con el fin último de que Colombia viva en paz y con progreso para todos.
Bibliografía
Forero, A. (19 de julio de 2014). El dramático mapa de la desnutrición infantil. El Tiempo.
Lora, E. (10 de marzo de 2015). Los caficultores pagan demasiados impuestos. Foco Económico.
[1] Se entrevistó a 1500 colombianos.
[2] La metodología usada fue el modelo no lineal Probit. Cabe resaltar que la intención del artículo no es profundizar en métodos econométricos. Sin embargo, la persona que esté interesada no dude en escribirme a [email protected].